Como los dentistas con los chicles sin azúcar, 9 de cada 10 epidemiólogos recomiendan el confinamiento como la mejor herramienta para combatir el coronavirus. Por lo tanto, viva el confinamiento. Ahora bien, ante el confinamiento salvaje del gobierno español, otra confinamiento es posible. Porque España, mediante una única autoridad competente, ha aplicado un modelo que es un espejo de su tradición: autoritarismo, centralismo, burocracia, desprecio a los niños y a su educación y desprecio al deporte.

En lugar de establecer la confianza mutua entre administración y administrados, el gobierno español ha optado por la obligación, con un despliegue de ejército y policía desconocido en Europa. En lugar de convencer, ha optado por campañas patrióticas. Se podría pensar que en el equilibrio salud-economía-derechos, ha priorizado la salud. Pero no es exacto. Ha priorizado ganar una guerra... y una posguerra. De ahí el lenguaje bélico de Pedro Sánchez. De ahí los militares. Así los ciudadanos aceptan las decisiones. El miedo hace que estén dispuestos a sacrificar libertad por seguridad, como vemos en las encuestas. El miedo hace que incluso se apunten a hacer de delatores. Pero la realidad es que así se disimula la imprevisión, la falta de test (con la burocracia impidiendo usar máquinas para hacer PCR en centros de investigación) y de mascarillas, y el drama de un sistema sanitario debilitado por los recortes, así como la realidad de las residencias de ancianos. La prioridad es, pues, ganar la guerra, no la salud pública. La salud pública es el bienestar físico y mental. Y eso se lo pasan por el forro. Y la segunda prioridad es la economía. Y ya está. Los derechos se los pasan por la nuca. A trabajar si, a airearse no. ¿Cómo se puede enviar gente al metro y no dejar hacer ejercicio? Capitalismo sin libertades. No hay libertad de movimiento, no hay libertad de culto, no hay libertad de reunión. Arresto domiciliario bajo multa de 30.000 euros por obra y gracia de la ley mordaza de la que ahora disfrutan las izquierdas, que lleva 500.000 sanciones —71.000 en Catalunya por parte de los Mossos, por cierto— con una policía con unos poderes sin precedentes. Se trata, sospecha Arantxa Elizondo, presidenta de la Asociación de Ciencia Política, de convencer a Europa de que España es seria y merece ser ayudada. Ofrecer el sacrificio de los ciudadanos. La crisis la pagarán los de siempre. Salvo los indignados que ahora están en los Comunes y en Podemos. Y, mientras tanto, rueda de prensa diaria de Fernando Grande-Marlaska, ministro de Interior, que habla de geolocalizar móviles con fines políticos, de obligar a ciudadanos a aislarse en pabellones y de monitorizar redes sociales. Y a las 8 a aplaudir en el balcón.

En lugar de establecer la confianza mutua entre administración y administrados, el gobierno español ha optado por la obligación, con un despliegue de ejército y policía desconocido en Europa

El virus no conoce fronteras, dicen. Pero, el confinamiento no puede ser el mismo en Barcelona que en un municipio rural. Lo ha pedido el propio Javier Lambán, presidente de Aragón. La estrategia de salud pública debe coordinarse con el gobierno central y las comunidades, pero también con los entes locales. Administraciones que en cinco semanas han sido incapaces de encontrar mecanismos para que los niños puedan salir un rato a la calle, con los problemas educativos y de salud que esto conlleva. Pero, ¿qué podemos esperar de un país adultocéntrico, lleno de carteles de prohibido jugar a la pelota, y en el que cada gobierno hace su propia ley de educación? En Alemania se habla de la apertura gradual de escuelas. Aquí, el virus debe ser otro. Pero, claro, en Alemania se puede salir a hacer deporte. España es casi el único país del mundo en el que no se permite. Aquí sólo interesa la Liga de fútbol, ​​el deporte de verdad no le ha interesado nunca a ningún gobierno. En Alemania los equipos de la Bundesliga entrenan manteniendo las distancias de seguridad. Aquí, el Consejo Superior de Deportes se lo ha prohibido a la Real Sociedad. El CSD lo preside Irene Lozano, la señora Marca España. Claro, es lo que interesa.