Vi el partido del Madrid contra el PSG en un bar de Girona, acompañado de un exjugador francés de fútbol. El hombre jugó con el Olympique de Marsella y, de hecho, es de Marsella. Aunque en Catalunya hay muchos seguidores del Madrid, me podía esperar que me uniría al ciudadano francés con la alegría por los goles de Kylian Mbappé. Y digo Mbappé porque es a quien marcó (3 veces), pero sobre todo porque no parece que Leo Messi esté dando a los parisinos aquello que Ricard Torquemada diría su mejor versión. Claro, si el Barça ya no juega la Champions, también me podría haber planteado la alegría de ver cómo el señor que se ha llevado a Messi y Neymar y que se piensa que con dinero lo puede conseguir todo, Nasser Al-Khelaïfi, un hombre con mal perder y que puede acabar en la prisión, acababa humillado por un equipo que no todo lo debe al dinero (que también), sino, y sobre todo, a aquello de "noventa minuti en el Bernabeu son molto longo" del añorado Juanito.

Pero no, yo quiero que el Madrid pierda siempre porque la rivalidad deportiva (y la política y social) tiene estas cosas. Y resultó que el señor que ha defendido la selección francesa tenía unas ganas enormes de que perdiera el PSG. Muchas más que no yo de que perdiera el Madrid. Porque para la gente de Marsella, como para la de Barcelona con Madrid, todo lo que sea ver pasar un mal momento (deportivo al menos) en París, es una alegría infinita. Así que hubo fiesta en Marsella. Y hubo fiesta en Girona. También de muchos aficionados locales. Porque este artículo, como el fútbol, como la política, como la vida, no es de blanco y negro.

Y resultó que el señor que ha defendido la selección francesa tenía unas ganas enormes de que perdiera el PSG. Muchas más que no yo de que perdiera el Madrid.

Y es curioso porque, nuestro exjugador francés, tiene raíces catalanas, como las tienen tantos franceses. Y, de hecho, todavía tiene familia en Catalunya. Pero la historia, los hechos desencadenados por personas que salen en los libros de historia, acaba teniendo consecuencias en las vidas de miles de personas anónimas. Y en el otro lado de la línea imaginaría, en el sur, sus parientes hablan catalán y ni una pizca de francés, y miércoles, seguramente, animaron mentalmente al PSG, mientras el pariente del norte, que tiene exactamente las mismas raíces, habla francés y ni una pizca de catalán, animó al Madrid (el símbolo político de una España no siempre amable con sus hijos y motivo por el cual él es francés) porque las decisiones de gente que sale en los libros de historia hicieron que él naciera en Marsella.

De hecho, a los partidos PSG-Olympique ya les dicen Le Classique, siguiendo el modelo del Clásico de la Liga española. El norte contra el sur, el sur contra el dominio político, económico y cultural de la capital. París contra el orgullo cívico de una ciudad complicada. Los tópicos también pesan mucho: los esnobs, burgueses y elitistas contra la clase trabajadora del patio del recreo capitalino y la reputación de bad boys de la ciudad de diversidad racial, cultural y peligrosidad.

Aquel 6 a 1 contra el PSG, con Messi y Neymar de azulgrana, fue tan bestia que entró en el diccionario enciclopédico de la lengua francesa Larousse.

Le Classique, dicen los franceses exportando una palabra española. Como también hablan de "remontada". Tal cual. Pero no de la del Madrid. El Madrid se clasificó y basta. La remontada la hizo el Barça justo cinco años y un día antes del partido del miércoles. Aquel 6 a 1 contra el PSG, con Messi y Neymar de azulgrana, fue tan bestia que entró en el diccionario enciclopédico de la lengua francesa Larousse. "Remontada. Remontée de score inattendue permettant à l'équipe qui perd d'emporter la victoire dans un match de football, alors qu'il y avait un grand écart de points entre les deux équipes; par extension, victoire inespérée d'une équipe ou d'un joueur lors d'une compétition, quelle qu'elle soit".

A ver qué día el Madrid cuela una palabra en un diccionario enciclopédico. El que utilizan los parisinos y el que utilizan los marselleses. Que eso también va de autoestima.