Hay gente a la que hay que escuchar para entender el mundo y que son capaces de explicar de manera fácil la complejidad. Por ejemplo, que buena parte de lo que pasa en el mundo se puede reducir al enfrentamiento entre Estados Unidos y China para ver quién lidera la cuarta revolución industrial. Boaventura de Sousa Santos, sociólogo, jurista y profesor catedrático jubilado de la Facultad de Economía de la Universidad de Coímbra, es uno de ellos. Autor de Izquierdas del mundo, ¡uníos!, ahora está de gira promocionando Aprendizajes globales. Aprendizajes que el autor quiere compartir desde la experiencia del gobierno de izquierdas portugués. Hay que escucharlo, insisto. Es una de las mentes más lúcidas de la izquierda, pero de la intelectualidad en general. No hay que estar de acuerdo con todas las afirmaciones. Hay que escuchar porque, de las cosas que dice, podemos extraer muchas lecciones. Y me gustaría apuntar tres.

Primera. A Boaventura de Sousa Santos le preocupa la división de la izquierda con los fascistas en las puertas. Para buscar explicaciones a esta división De Sousa Santos recurre a los clásicos: el sectarismo y el infantilismo. La explicación es de una obviedad profunda: ir contracorriente siempre es más complicado, porque la derecha tiene motivos para mantener el sistema, que significa el negocio. Pero recuerden eso cuando quieran distinguir si alguien que se dice de izquierdas lo es o no. El sectarismo es la incapacidad de ponerse de acuerdo entre semejantes. ¿Les suena? Cuando transformas un potencial aliado en tu enemigo principal. Cuidado, eso le ha pasado al PSOE con Podemos. O a Podemos con el PSOE. Como históricamente ha pasado entre socialistas y comunistas. Pero esta lección se la pueden apuntar también los independentistas, por ejemplo. Sólo hay que entrar un rato en el inframundo de Twitter. Pedro Sánchez aprendió la lección ignorando a Felipe González y viajando, justamente, a Portugal a ver a Antonio Costa. Y Pablo Iglesias tuvo largas conversaciones con Santos. Luego vino la moción de censura. El independentismo debería mirar hacia Lisboa. La derecha, como siempre, ha aprendido la lección rápidamente. Tiene cosas a conservar. Y, con respecto al infantilismo, este es un término que viene de Lenin, que hablaba de la frustración de no llegar a una utopía rápidamente y la incapacidad de llegar a acuerdos estratégicos por este motivo. Supongo que les suena también. Entre revolución y reforma, si no hay un acuerdo, habrá contrarreforma. Así en Madrid como en Barcelona.

A Boaventura de Sousa Santos le preocupa la división de la izquierda con los fascistas en las puertas

Segunda. Sousa explica la diferencia entre los partidos conservadores y los fascistas en el hecho de que los conservadores aceptan la divisa de la revolución francesa: libertad, igualdad y fraternidad. Me parece una gran definición. Es evidente que para Vox esto de la libertad, la igualdad y la fraternidad no les es aplicable. Pero, pregúntense si de los tres lemas, ahora mismo el PP y Ciudadanos, no están desterrando, como mínimo, el de la fraternidad. Y se pueden hacer la pregunta sobre todos los partidos o sobre quien quieran.

Y tres. Sousa ha contado un secreto: que pidió a Pablo Iglesias que todos los partidos de izquierdas europeos fueran a Catalunya el 1-O para apoyar un referéndum que "quizás no era legal, pero era legítimo". Quizá no tenía efectos jurídicos, pero era una revuelta de votos. Pura desobediencia civil. ¿Usted los vio? Yo no. Boaventura de Sousa Santos tiene una explicación: "son españolistas". O, dicho de otro modo: ver las cosas desde Madrid no da perspectiva. No da, al menos, la perspectiva de quien salió del control de Castilla el 1640. O de quien no ha sido nunca sometido a este control. Como los senadores franceses o Felix von Grünberg, del SPD alemán, por citar ejemplos de las últimas 24 horas.