El Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) proyectará el sábado desde Montjuïc la batseñal, el símbolo icónico del hombre murciélago enmascarado, coincidiendo con los 80 años de la creación de Batman. Lo cual no deja de ser morboso teniendo en cuenta que hay quien considera, en un debate casi metafísico, que Barcelona se ha convertido en Gotham City, la ciudad oscura y llena de criminales del cómic creado por Bob Kane y Bill Finger. La batseñal se podrá ver reflejada en el edificio de Montjuïc, pero también en el Empire State Building de Nueva York (la auténtica Gotham), y en una larga lista de edificios del mundo, desde Melbourne (Federation Square), a Tokio (Magnet by Shibuya 109), Johannesburgo (The Leonardo), Berlín (Torre de la Televisión), Roma (Plaza España), París (Galerías Lafayette), Londres (Senado), Sao Paulo (Itaúsa), Montreal (Complejo Dupuis), Ciudad de México (Torre Reforma) y Los Ángeles (Ayuntamiento).

La figura de los superhéroes (si es que Batman se puede considerar un superhéroe) siempre ha sido controvertida políticamente. En la pasada campaña electoral, sin ir más lejos, Pablo Iglesias fue al programa de Ana Rosa (un día que no estaba Albert Rivera) y unos niños le preguntaron si los superhéroes son de derechas o de izquierdas. Un debate más viejo que Matusalén. Hace casi 15 años, en el propio Parlament de Catalunya, Antoni Fernández Teixidó (entonces a CiU) y Jordi Miralles (que fue coordinador general de EUiA, y al que añoramos desde su muerte en 2015) debatieron sobre si Superman es de derechas o de izquierdas. El origen fue la frase de Miralles que decía que las propuestas económicas de Artur Mas eran más de derechas que Superman. Cuando Teixidó le retó a demostrar la acusación (sobre Superman, no sobre Mas), Miralles argumentó que el mismo concepto de superhombre, "un hombre muy superior a los otros", evidenciaba que constituye "un verdadero prototipo ideológico de la derecha", que facilita que se acepte "la renuncia a ejercer el poder democrático". Además, añadió que es un exponente del culto a la fuerza, un prototipo del machismo (porque protege la mujer que inevitablemente "se enamora de su superioridad") y un "símbolo del poder imperial". Miralles incluso repartió un dossier con una imagen de Superman mirando al cielo, y con la frase: "Superman resuelve los conflictos desde los milagros, con una gran carga religiosa". Por ello, Josep Maria Pelegrí, que era secretario general de Unió, se preguntó si, en realidad, Superman es un socialcristiano.

Bien. El caso es que Iglesias contestó que Superman es más "conservador", dando la razón a Miralles, pero que Batman, "que es un activista LGTBI, es más progresista". Obviamente, no todo el mundo estuvo de acuerdo. De hecho, Batman desconfía de la administración ―del Estado, por tanto― y asume unilateralmente y de manera populista la tarea de vigilar, juzgar y castigar. De hecho, Julio Embid, en su libro Con capa y antifaz, afirma que Batman es, efectivamente, de derechas, y que Superman habría votado a Trump porque es hijo de granjeros de un estado conservador. No lo sé. También se podría decir que Batman es Trump: un millonario que quiere ser un superhéroe. Pero hay que resolverlo ya, porque cuando el sábado se proyecte la batseñal sobre la ciudad del crimen y los desahucios, tenemos que saber si detrás está la mano dura de Manuel Valls, la de Albert Batlle o en realidad ha venido para ayudar Ada Colau ahora que no se puede disfrazar de Supervivienda, la única superheroína que habíamos conocido hasta ahora y que, como Batman, también actuaba al margen del sistema.