No conozco a Abraham Orriols. Sé que es de Berga y que tiene 23 años. Y que desde hace unos meses hace de reportero en TV3. El lunes lo vi haciendo una crónica desde una granja escuela de Juneda que acoge a temporeros con Covid y sin hogar, vestido como Dustin Hoffman en Estallido, una película que se estrenó antes de que él naciera. Pero tampoco es nuevo en crónicas bordadas. Como él mismo explica en las redes ya tiene un "máster en protestas con barricadas, disparos y adoquines voladores" porque se pasó varios días con un casco por las calles de Barcelona durante las protestas post-sentencia del otoño. Las crónicas desde Urquinaona transmitían, obviamente, la emoción del momento. Pero, aunque parezca mentira por la temática, también transmitía pasión la crónica de Juneda. Pasión por el trabajo.

La tarde del mismo día que vi la crónica de Juneda, Leo Messi envió un burofax al Barça anunciando que quiería irse. La mejor definición de Messi, que es un adjetivo en sí mismo, la ha hecho Santi Segurola, uno de los mejores periodistas de España, y que no tiene 23 años. Porque este artículo no va de edades, no se equivoquen. O no sólo. Segurola, que pasa de los 60, edad impecable como todas, mantiene la pasión por su oficio y tiene en su historial la frase "Messi es Maradona todos los días". Y la clavó. Messi ha mantenido la pasión por su oficio desde que debutó en 2003 con el primer equipo del Barça. Y la crónica de Abraham Orriols me hizo entender que Josep Maria Bartomeu o, mejor dicho, el barto-rosellismo, en feliz definición de Joan Maria Pou,  ha vaciado de pasión a Leo.

Sobre todo, sobre todo, sobre todo, el secreto del equipo de fútbol que fue el centro del mundo fue la pasión, alineada, desde los despachos hasta el campo

Y de eso va este artículo. De gente con talento y creatividad frente a un establishment necesario, pero gris, aburrido y siempre batallando para mantener el poder, que toma diversas formas en diversos ámbitos. En fin, nada nuevo que no explicara Santiago Rusiñol en L'auca del senyor Esteve. El artista y la burguesía. ¿Quién paga el mármol? Johan Cruyff y Josep Lluís Núñez. Mientras se entienden, todo va bien. Si no, siempre gana la pulsión conservadora. El dinosaurio que cuando nos despertamos sigue allí. Joan Laporta como un accidente de la historia. Y el fútbol como símil de todo. ¿O es que la política catalana no ha implosionado cuando se ha cuestionado su propio statu quo?

Un equipo de fútbol fue el centro del mundo. Y cuál era el secreto, se preguntaba todo el mundo. No lo descubriremos ahora, porque hay mucha literatura médica. Pero uno de los secretos fue dejar de hacer victimismo. Y esto se hace construyendo, proponiendo. Que sean los otros los que te copien. Y, en cambio, hemos asistido a la versión del nuñez-barto-rosellismo intentando destruir desde el primer día el legado de Pep Guardiola sin ninguna idea a cambio. Y no han terminado antes porque estava Messi. Pero sobre todo, sobre todo, sobre todo, el secreto del equipo de fútbol que fue el centro del mundo fue la pasión, alineada, desde los despachos hasta el campo. Por eso Leo quiere marcharse con Pep a Manchester.

Ah, y no nos engañemos. Este artículo también va de otra cosa. El éxito es igual al talento... más la suerte. Y el gran éxito es un poco más de talento y un cúmulo de suerte. Cruyff tenía talento y tuvo suerte por triplicado. Guardiola tenía talento, pero si Andrés Iniesta no marca en Stamford Bridge, la historia sería diferente. Bartomeu tuvo la suerte en 2015 que el tridente quiso ganar el triplete. Lo que me temo es que ahora no ha tenido suerte... pero tampoco talento.