En pleno juicio al Govern de Catalunya, en el que representantes elegidos democráticamente se juegan pasar unos cuantos años más en prisión por haber organizado un referéndum por una supuesta rebelión que no aparece por ninguna parte en la sala del Supremo, el rey Felipe VI ha decidido romper una vez más la Constitución sobre la que se mantiene el negocio familiar y según la cual "arbitra y modera" para lanzar un "a por ellos”, segunda parte. "No es admisible apelar a una supuesta democracia por encima del Derecho, porque sin respeto a las leyes no existe ni convivencia ni democracia, sino inseguridad, arbitrariedad y, en definitiva, quiebra de los principios morales y cívicos de la sociedad". Y se ha quedado tan ancho. Todos a la cárcel. Final del juicio. Qué morro. El primer "a por ellos" fue después de una huelga general. El segundo, el día antes. El Rey será de Castilla y el resto, tierra conquistada. Y punto. Ya no disimula.

Este episodio y la visita que hará el domingo Pedro Sánchez al cementerio de los españoles en Argelers y el cementerio de Cotlliure donde está enterrado Antonio Machado, para homenajear a los exiliados y víctimas del franquismo, me han hecho pensar en una reflexión que aparece en el último libro de Joan Manuel Tresserras y Enric Marin, que explican muy bien el nacionalismo español.

El primer "a por ellos" fue después de una huelga general. El segundo, el día antes. El Rey será de Castilla y el resto, tierra conquistada

Primero, un breve repaso histórico. Durante el reinado de Felipe IV, Castilla perdió el dominio sobre Portugal (1640) y los Países Bajos (1648). En cambio, con la Guerra dels Segadors (1640-1652), el Rey Planeta logró mantener el control sobre Catalunya. Eso sí, firmó el Tratado de los Pirineos (1659) en virtud del cual el condado del Rosselló, el Conflent, el Vallespir, Capcir y una parte de la Cerdanya pasaron a manos del Rey Sol, Luis XIV de Francia. Un "cambio de cromos", dicen los autores, entre el rey Planeta y el Rey Sol. 4.000 kilómetros cuadrados de cromos, concretamente. Toda una fábrica Panini.

Sólo medio siglo más tarde, cuatro días en el contexto de la Guerra de Sucesión, Felipe V perdió Gibraltar (1704), que tenía un gran valor estratégico militar por que separa el Atlántico y el Mediterráneo. Gibraltar pasó definitivamente a dominio inglés en 1713 por el Tratado de Utrech. Y Tresserras y Marin argumentan que lo que evidencia la matriz castellana del nacionalismo español es la diferente valoración que se hace de estas pérdidas. No puedo estar más de acuerdo. Gibraltar es símbolo de la incompleta integridad española, que hiere el orgullo nacional aún ahora. Y gobierne quien gobierne, lo hemos vuelto a ver con el Brexit, se reivindican como españoles los 6 kilómetros cuadrados. Incluso el ahora mudo Javier Ortega Smith entró nadando como Rambo patrio para reivindicarlo. En cambio, no sé si han reflexionado nunca, de las comarcas de la Catalunya Nord no habla nadie, nunca se reivindican. Ni siquiera se conoce la historia. ¿Por qué? Porque nunca fueron castellanas. Y, entonces, el nacionalismo español que quiere recuperar una roca perdida hace tres siglos, se ríe del concepto Catalunya Nord y en ningún caso quiere recuperar miles de kilómetros cuadrados regalados hace tres siglos y medio. Pero si es absurdo mantener la reivindicación sobre el Rosselló, Vallespir, Capcir, el Conflent y la Cerdanya, también lo debería ser hacerlo sobre Gibraltar.

Pero no, amigos. Si Catalunya es España, y Catalunya perdió todos estos territorios, el nacionalismo español los debería reivindicar. O, como mínimo, conocer. Pedro Sánchez irá el domingo en Cotlliure. Dudo que recuerde su españolidad. Pero es que ni siquiera tendrá la vergüenza de pensar que aún ahora en España hay exiliados. Porque son dos mundos diferentes. Son dos universos que no tienen nada que ver. No es un problema de hace cuatro días. Es de hace siglos. Y no desaparece con una venganza judicial. A ver si lo entienden.