Después de todo un 2019 marcado básicamente por el bloqueo institucional y político, y por el juicio del procés, el primero de los años veinte se presenta con expectativas altas. No sabemos si será feliz, pero movido, seguro. Habrá el primer gobierno de coalición de la democracia, con el 15-M llegando a la Moncloa y los comunistas sentados en el Consejo de Ministros. Ah, y con el apoyo de un partido que hace dos años proclamó la independencia de Catalunya y ahora exige una salida política. No están mal como titulares. No es extraño que ya haya quien prevea la legislatura más complicada de la democracia, con una cuarta ola de crispación en el Congreso, tras la desatada por Felipe Gonzalez contra Adolfo Suárez, por José María Aznar contra González y por la FAES de Aznar contra Zapatero. Ahora será el turno de las tres derechas contra Pedro Sánchez, que sólo saldrá adelante si es coherente con la España de colores ―no sólo la azul y la roja― que le ha apoyado, y no se deja robar el marco mental. Se acerca una auténtica guerra cultural por tierra, periódicos y teles entre la izquierda 15-M y las naciones del Estado y el neofascismo de Vox que quiere superar por la derecha al mal llamado patriotismo constitucional.

La batalla del Congreso será sólo apta para diputados jabalís, como aquel Granada de los setenta con Ramón Aguirre Suárez y Pedro Fernández, el leñador que acabó con la carrera de Amancio Amaro. Ortega y Gasset dijo que en el Congreso hay tres cosas que no se pueden hacer: "ni el payaso, ni el tenor, ni el jabalí". Seguro que veremos dos de las tres cosas. De hecho, ya lo hemos visto. La del Parlament de Catalunya quizás será una batalla con otro tono, ahora que Ciudadanos pierde gas, pero entre ERC y Junts per Catalunya continuará la esgrima que ya hemos vivido. De entrada, para ver qué pasa con la presidencia de Quim Torra. Y, de salida, porque quizás este 2020 vemos otra mayoría parlamentaria, ya ensayada en el Ayuntamiento de Barcelona y ahora en Madrid, pero también en los presupuestos de la Generalitat, entre ERC y los comunes, con el PSC rematando la mayoría desde fuera del gobierno. El 15-M tendrá poder en la Moncloa y a ambos lados de la plaza Sant Jaume. No está mal en sólo una década.

Y queda el Parlamento Europeo. A la espera de ver qué pasa con Oriol Junqueras ―de momento escogido vicepresidente de Los Verdes / ALE en la Eurocámara―, cuando el Tribunal Supremo ―que tiene en juego su imagen y, con ella, la de España― pida el suplicatorio, el caso catalán llegará al corazón de las instituciones europeas, en un debate y una votación que, a estas alturas, ya no creo que haya nadie que se atreva a decir cómo quedaría. ¿Votarán los socialistas, por ejemplo, junto a la ultraderecha que amenaza el cada vez más singular proyecto europeo, que se levante la inmunidad de un president de la Generalitat ―con un antecesor fusilado por el franquismo y entregado por los nazis― la acusación popular contra el cual la ejercen los Steve Bannon Boys? Bienvenidos al 2K20. Bienvenidos a los años veinte. No sé si serán felices. Pero agitados, más que el Dry Martini de 007.