El 2019 ha sido el año en que el Tribunal Supremo del Reino de España ha condenado a 9 años de prisión al presidente de una entidad cultural catalana por una manifestación. Y ha sido el año en que los policías de la moral del régimen del 78 no han tenido la decencia de levantar la voz cada día denunciando esta vulneración de los derechos humanos. Una vergüenza que tendrán que arrastrar siempre los que día sí día también pretenden dar lecciones de convivencia, de pluralidad y de no sé cuántas cosas más. Ha sido el año de la vergüenza de los antiguos progres que han vivido a cuerpo de rey en una monarquía fundada sobre el silencio de los crímenes del franquismo. Han vivido y viven tan bien, les da tanto miedo perder privilegios que no es que no sea capaces de ver una revolución con la cual no hace falta que estén de acuerdo, es que son incapaces de ver delante de sus narices la vulneración de derechos políticos y civiles o, simplemente, un malestar que, oh misterio, afecta a todo el mundo, menos a ellos. Son incapaces de entender que los jóvenes, oh sorpresa, protesten. Y se indignan si se paran las clases. Los intelectuales del meado y cagado, que llevan| dos años haciéndose los ofendidos, pero que no se lo hacían cuando su statu quo no estaba en cuestión. Este es el año de la internacional equidistante papanatas, que han callado vergonzosamente ante la prisión, primera preventiva, después injusta y ahora ilegal. Que vayan a dar lecciones de objetividad, pluralidad y equidistancia en Hong Kong, en Beirut, en París, en Edimburgo o en Santiago de Chile. Que se pregunten porque protesta todo el mundo y si hay un hilo conductor.

Europa, esta Europa objeto político no identificado que ha conseguido una cosa inédita a la historia, que es la de sumar estados a un proyecto por la vía de la paz, está fundada sobre las cenizas del fascismo. Está fundamentada en la victoria sobre el nazismo y el fascismo. Con una excepción: España. En España el dictador sanguinario murió en el lecho. Y la democracia española está basada en la continuidad del franquismo. Con el Rey como jefe de estado, nombrado por Franco. Y con los herederos del franquismo dentro de uno de los dos partidos dinásticos, primero, y en VOX, ahora, ya se sabe que por culpa de los independentistas. ¿España no es una democracia? Sí, lo es. Y en muchas cosas es una sociedad más avanzada que muchas de su entorno. Ahora bien, haría bien la política, los ciudadanos y los equidistantes en admitir que tiene graves deficiencias. Y una de ellas es el poder judicial. No los jueces y juezas. El poder judicial. Menos mal que España forma parte de la Unión Europea y el Tribunal de Justicia de Luxemburgo, presidido por el hombre del año, Koen Lenaerts, les ha puesto delante del espejo. Menos mal que existen todavía políticos como David Sassoli. Si, no los políticos independentistas, que tenían que pagar sus errores a las urnas y no a la prisión, quizás todavía hubieran tenido un castigo peor. Quizás sí que les habría pasado como Lluís Companys. No lo digo yo, lo dijo Pablo Casado.

Así que los antiguos progres tendrían que dejar de dar lecciones de algo, ponerse del lado de Jordi Cuixart y ahora de Oriol Junqueras y admitir que ante la vulneración de derechos humanos y políticos, no hay equidistancia posible. Pluralidad, toda. Diálogo, todo. Paz social, siempre. Siempre, claro está, que los que no están del lado de Jordi Cuixart estén dispuestos. Porque estigmatizar y negar el diálogo para después poder pronunciar el discurso de la sociedad dividida es una herramienta política. Y, no olviden, hoy protestar y pensar de una determinada manera te lleva a la prisión. A veces acusado de terrorismo. ¡Aunque sean terroristas que salen en libertad bajo fianza! En cambio, gritar "A por ellos" o hacerse el desganado o el ofendido es gratis.