Cuando desde algún satélite o estación espacial vemos imágenes de la Tierra desde el cenit del Universo, podemos distinguir una mitad iluminada por el sol y la otra mitad a oscuras, con pequeñas lucecitas parpadeando urbanidad. La línea que separa la parte de claridad de la parte oscura recibe el curioso nombre de terminador. Allí en medio, en esa rallita delgada —que si la viéramos en tres dimensiones, me gusta imaginar que tiene que ser como una cascada de sombra en movimiento— se define cuándo empieza o acaba el día en uno u otro meridiano.

Una línea recta y perfecta capaz de equilibrar dos hemisferios, talmente dos almas que se revuelven y se mezclan y que al mismo tiempo se respetan sin invadirse

Si agudizamos la mirada, en los extremos de la noche, encontramos el crepúsculo que, cuando el sol está solo doce grados por debajo del horizonte, se llama crepúsculo náutico. Es aquel momento en que la atmósfera se ilumina por los rayos del astro que se acerca —de hecho, somos nosotros los que nos acercamos, pero ya nos entendemos— y eso motiva que veamos la luz incipiente antes de la salida del sol (o justo antes del ocaso). La esfera amarilla no ha superado la línea del horizonte, pero la claridad se empieza a hacer evidente. Aquella cuña de media luz, aquella penumbra de color pálido rosado se llama Cinturón de Venus.

Hay personas que pueden aglutinar dentro un trocito de todos y cada uno de estos fenómenos del planeta, tan originales como su propio nombre. Señalan la diferencia entre luces y sombras, marcan el camino, y con su presencia iluminan el entorno cercano antes de que se haga de día, nos hacen brillar antes incluso de llegar a nuestro lado. Son cinturón que nos une a la tierra, que nos arraiga. Una emoción pegada en la garganta que no nos deja dormir, como la espina de un pescado que impide tragar. Insomnio de colores.

Agitan los brazos en el aire como si fueran estambres al viento de una planta llenita de flores que alfombra el camino. El horizonte de felicidad posible que se dibuja a su lado es invariable y lleno de alboradas. Una línea recta y perfecta capaz de equilibrar dos hemisferios, talmente dos almas que se revuelven y se mezclan, como el azúcar en el café con leche, y que al mismo tiempo se respetan sin invadirse, como el agua y el aceite. Un crepúsculo náutico. Un Cinturón de Venus. Un terminador que nunca acaba.