Seguimos sin fecha de investidura, pero a cambio hay acuerdo de coalición progresista. Al abrazo de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz le faltan unas horas, previo visto bueno de la casi veintena de partidos incluidos en Sumar. No es suficiente, pero sí necesario. No es la parte más difícil, pero toca ir concretando. Cada semana tiene su pantalla en estos tres meses arduos desde la trinchera de la información y ésta por fin tiene un anuncio definitivo. La vicepresidenta primera Nadia Calviño lanzaba el primer guiño este lunes en La Hora de La 1 abriéndose a negociar la jornada laboral. Sumar necesita un hito, una bandera identitaria que ondear. El tiempo de trabajo es vital para vivir mejor, para conciliar, para aumentar incluso la tasa de empleo, para proteger el medioambiente. Más tiempo es más calidad de vida. Lo más parecido a un todo en uno en el programa electoral de Yolanda Díaz. Esta no será (si es) la legislatura de las leyes estrella, será más bien la de caminar juntos con el invitado sorpresa de Junts, así que el acuerdo es más de compromisos que políticas con nombre y apellido. 

En 2019 Unidas Podemos sacó su check list y desde dentro del gobierno hizo oposición hasta ir tachando gran parte de esa lista. Yolanda Díaz, por formas y por tiempos, toma el relevo de una coalición de continuidad. Hace cinco años el acuerdo con Unidas Podemos acaparó toda la atención y tensión. Las opciones de gobierno saltaron repetidamente por los aires hasta que Sánchez e Iglesias anunciaron por sorpresa el  de la primera coalición en democracia. Han pasado cinco años y el acuerdo entre Díaz y Sánchez era una realidad desde la campaña electoral. Un trámite —trascendente, pero uno más— hacia la investidura. Las carteras por repartir de entonces serán muy parecidas en número y competencias a las de Sumar. La política se tensa y se destensa. La coalición está más que asumida y digerida. Está también votada. Ahora en la olla a presión de la investidura solo queda la ley de amnistía, corazón del acuerdo con Junts y campo de tiro del PP y Vox. 

Pasada la fumata blanca de la segunda posible coalición en democracia materializada por Sánchez y Díaz, todo lo que queda es negociar con Junts

El acuerdo, aunque se dé por hecho, consolida una estructura de gobierno que debe desplegar un programa progresista en un hemiciclo de mayoría conservadora. Donde reeditar un impuesto a la banca o a la riqueza será difícil si necesita el voto del PNV y Junts. Al menos los primeros no tienen intención de imponer cargas impositivas a los beneficios extraordinarios de las eléctricas o a sus propias fortunas. Las políticas de Sumar pasan por mejorar una agenda laboral ambiciosa —el core de Yolanda Díaz— en alianza orgánica con los sindicatos como agente social imprescindible para ratificar acuerdos; tocar en lo que puedan la fiscalidad —atrás queda la gran reforma que prometió la ministra María Jesús Montero— y subir algo más el SMI.  

Las diferencias con Podemos son más de escenificación que de políticas. Ambos piden aumentar el salario mínimo —unos a 1.170 euros, otros a 1.500 euros—, políticas de vivienda que el PSOE evita amparándose en la ley estrella recién aprobada. Y el gran abismo, Podemos quiere a Irene Montero de ministra, Sumar y el PSOE no. Ni Díaz tendrá a Montero en su ejecutivo, ni el PSOE cederá otra vez las competencias de Igualdad. 

Tirando de estatutos, los próximos pasos del PSOE pasan por reunir a la ejecutiva para convocar la consulta a la militancia y refrendar el acuerdo de gobernabilidad con Sumar. Tienen de 3 a 10 días para hacerlo. Lo que no irá a consulta es la amnistía, al ser un pacto de investidura y no de gobierno. 

Y por lo que pueda pasar, el PSOE no ha dejado de hacer campaña al tiempo que el PP se ha instalado en la oposición. Sánchez ha dado mítines cada fin de semana desde el arranque de septiembre. Feijóo se mueve contra la amnistía de provincia en provincia, anuncia el falso secuestro del Congreso y un presidente dimitido, acusación de difícil comprensión lingüística. Un programa de gobierno frente a un programa a la contra en la línea de la campaña de las autonómicas del 28-M. 

Pasada la fumata blanca de la segunda posible coalición en democracia materializada por Sánchez y Díaz, todo lo que queda es negociar con Junts. Pueden faltar días, semanas o más de un mes hasta el último minuto como pronostica el PNV. Toda la tensión, en todas las direcciones, está en un solo debate: amnistía o a votar.