Las imágenes que han llegado de la nueva ofensiva de Hamás con asesinatos a sangre fría de personas indefensas son el testimonio de crímenes de guerra que no pueden justificarse ni secundarse desde ninguna posición que no sea el odio antisemita o inspirada en la filosofía de aquel “¡Viva la muerte!, infaustamente tan cercano. Los ataques han sido tan sanguinarios que inmediatamente Netanyahu se ha cargado de razones para poner en marcha y justificar una injustificable guerra de exterminio, que como todas las guerras de exterminio, es moralmente inhumana, y como todas las guerras de exterminio será una tragedia abocada al fracaso. Y esto lo sabe el pueblo hebreo mejor que nadie por propia experiencia.

Los líderes de Hamás sabían, cuando desencadenaron una nueva ofensiva contra Israel, que miles de palestinos pagarían de inmediato las consecuencias, pero saben también que cada muerte genera nuevos combatientes incorporados a su causa. En Gaza malviven dos millones de palestinos en deplorables condiciones de vida, pero registra la mayor tasa de natalidad del mundo. La edad media es de 17 años y el 44% tiene menos de 14 años. Inevitablemente, el apoyo a Hamás crece en cada intervención israelí.

Paradójicamente, el conflicto en Oriente Medio había decaído de la agenda informativa internacional. El conflicto estaba vivo, los misiles de Hamás seguían lloviendo esporádicamente sobre Sderot, el ejército israelí tomaba las represalias habituales y los asentamientos ilegales se extendían con el apoyo del Gobierno de Netanyahu. Sin embargo, el mundo miraba hacia otro lado. Estados Unidos y la Unión Europea estaban más pendientes de la guerra de Ucrania, de las batallas comerciales con China y de sus propios problemas internos.

La causa palestina se sentía olvidada y en cierto modo abandonada por países de la Liga Árabe. Emiratos, Baréin, Marruecos y Sudán habían reconocido el Estado de Israel y establecido relaciones diplomáticas. Arabia Saudí, que comparte con Israel la disputa con Irán de la hegemonía regional, también estaba a punto de hacerlo. Y los palestinos solo se han hecho notar frente al mundo rebelándose contra una situación cada día más adversa para ellos.

El gran misterio es por qué teniendo información sobre los preparativos del ataque de Hamàs, el Gobierno israelí no reaccionó a tiempo

En el otro lado, las relaciones entre Estados Unidos e Israel pasaban por el peor momento de su historia. Nunca había habido diferencias tan profundas ni tan proclamadas entre los gobiernos de ambos países. La administración Biden, defensora de la "solución de dos estados", ha rechazado la política expansionista del primer ministro Netanyahu de fomento de los asentamientos ilegales en Cisjordania y Jerusalén Este.

El propio Netanyahu se enfrentaba a una contestación interna sin precedentes, después de haber configurado un gabinete con la extrema derecha y promover una reforma judicial que rompe la separación de poderes. No solo opusieron resistencia los grupos progresistas, también sectores centristas y militares de la reserva. La sociedad israelí estaba más dividida que nunca.

Hace solo dos años, en mayo de 2021, Hamás llevó a cabo una ofensiva contra Israel lanzando miles de misiles, algunos de los cuales llegaron a las capitales, Tel Aviv y Jerusalén. La respuesta de Israel no se hizo esperar. Gaza fue bombardeada por tierra y aire. El objetivo fue la destrucción de la red de túneles que utilizan los combatientes de Hamás para moverse hasta las posiciones de ataque cerca de la frontera con Israel. Parecía que la organización islamista, considerada terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea, había quedado prácticamente desarticulada, pero no ha sido así. En poco tiempo y con las ayudas necesarias de Irán y otras potencias, Hamás ha podido reponerse, reorganizarse, rearmarse y volver a la carga con la mayor ofensiva desde el Yom Kippur.

Nadie acaba de entender cómo ha sido posible que el ataque de Hamás tomara por sorpresa el sistema de seguridad de Israel, considerado el más sofisticado del mundo. El diario israelí Haaretz ha publicado que la noche antes del asalto, el jefe del Estado Mayor del ejército y el jefe del Shin Bet, la agencia de seguridad interior, fueron informados de movimientos preocupantes y no tomaron ninguna medida, ni siquiera aumentaron el nivel de alerta. The New York Times también ha informado que días antes del ataque de Hamás, la CIA, que suele compartir datos con sus homólogos israelíes, emitió dos informes que advertían de los preparativos de un nuevo ataque de Hamás.

Con el ataque de Hamás, Oriente Medio vuelve marcar la agenda internacional cuando sufría un cierto olvido; EEUU e Israel han aparcado las diferencias y vuelven a sumar fuerzas; tan contestado como estaba Netanyahu, ahora la sociedad israelí cierra filas con su Gobierno. Irán demuestra su influencia externa. Ucrania queda relegada y Putin lo aprovechará

Así que la ofensiva de Hamás ha vuelto a poner el conflicto de Oriente Medio en el centro de atención internacional, de lo que algunos sacan provecho. Ciudadanos de todo el mundo se manifiestan, unos en solidaridad con Israel y otros a favor de la causa palestina, que vuelve a reivindicarse. Cada gobierno de cada país es interpelado (y como siempre, la Unión Europea hace el ridículo). El mundo árabe se interroga; Irán ha hecho notar su influencia externa y la rentabilizará internamente en detrimento de la disidencia.

El Gobierno de Estados Unidos ya no discrepa del primer ministro israelí, sino todo lo contrario, se ha puesto a su disposición y ha anunciado el envío de armas a Israel que tanto le costaba hacer llegar a Ucrania. El foco ya no está sobre Ucrania, un problema para Zelenski, pero una oportunidad para Putin.

La sociedad israelí que estaba tan dividida, quizá algún día exija cuentas al primer ministro por su negligencia, pero hoy por hoy ha cerrado filas y Netanyahu preside ahora un gobierno de unidad...

Los hechos son sagrados, por el momento 3.000 muertos y 10.000 heridos. Las interpretaciones son libres. Desgraciadamente, los conflictos suelen responder a alguna necesidad. Y, a veces, a más de una.