En mi pueblo nos subimos a un pino desde hace relativamente cuatro días y hacemos creer que es algo ancestral. En Terrassa, cuatro locos escuchaban jazz y a nadie se le ocurre decir que no van unidos, a pesar de que surgió en Nueva Orleans, donde llegó de la mano de los esclavos africanos. Gracias al antropólogo Manuel Delgado he descubierto que el deporte nacional en Florida es la pelota basca, donde lo llevaron, claro, los vascos, aunque lo llamen jai alai. Y la música propia de Finlandia es… el tango. Y no hace falta decir quién la llevó. Por eso cada año me parece más misterioso por qué seguimos con el debate entre la castañada y Halloween.

Prometo, o lo internaré, no aburriros. Castañada y Halloween son lo mismo. Punto. Ambas derivan de la fiesta del Samaín, tradición celta relacionada con el fin de la época de cosechas. Los celtas dividían el año en dos grandes períodos: el claro y el oscuro. Primavera y verano, y otoño e invierno. Ahora, el cambio climático lo dividirá entre verano e invierno. Y en los días cercanos a estas fechas se acercaba el período oscuro, en que el día se hace corto, sobre todo si cambias el horario, y se pueden abrir las puertas del otro mundo.

No existen tradiciones naturales. La tradición es invención. Y los rituales son sustituidos por otros rituales y las fiestas por otras fiestas

Total que, sobre lo celta, como tantas otras veces, la cristianización crea una nueva tradición. Halloween en Estados Unidos. La visita a los cementerios en el Continente. Y las dos cosas son Todos los Santos. Además, ahora Halloween, no sé si se ha fijado, cada vez incorpora más la estética mexicana del Día de los Muertos. Sobre todo desde que Disney explicó a los niños la muerte. Y en Catalunya, como con todo, hemos hecho un híbrido, un melting pot, una mezcla. Porque esto es Catalunya. Una mezcla. Un aluvión. De personas, culturas, lenguas. Y aquí es donde deberíamos enfocar el debate. Y por este motivo escribo aún hoy de este tema aunque parezca antiguo porque todo muere muy rápido.

No existen tradiciones naturales. La tradición es invención. Y los rituales son sustituidos por otros rituales y las fiestas por otras fiestas. Y un día en el futuro, los nuevos catalanes pensarán que el Halloween es una antigua tradición catalana. Como en Florida el deporte nacional es la pelota vasca. La música propia de Finlandia es el tango. El jazz es de Terrassa. En Matadepera suben pinos. Rosalía canta flamenco. Y en Vic está el mejor chocolatero, pero el cacao viene de América. Es una polinización. Una inteligencia colectiva que toma decisiones, sigue inercias. Y medios que nos bombardean, también. Pero funcionamos por imitación, como en el colegio se ponían de moda juegos. Y sin que se hablara de ellos en los medios de comunicación o en el cine.

Todo esto, esta mezcla que hace imposible pureza alguna, debería tenerlo en cuenta cualquier proyecto político. Cualquiera. Unos y otros. Que son, por cierto (y por tanto), tan catalanes unos como otros. Cualquier proyecto político debe tenerlo en cuenta. Eso sí, todos los proyectos, todos, deberían tener en cuenta otra cosa. Que deben ser capaces de representar bajo su paraguas a los de la castañada, a los del Halloween, a los de los muertos mexicanos, a quienes no celebran nada y a quienes lo celebran todo. Es legítimo representar sólo a quienes les gusta los Aromas de Montserrat. O a los que les gusta el Calisay. Pero cualquier país que quiera construir algo necesita lo que ofrecen estos otros locos que hacen pilares de 9: esfuerzo y coordinación por parte de personas de todas las edades, procedencias y géneros.