Somos tan charnegos como vosotros, y a veces incluso más mestizos y plurales, porque lo de la pureza de sangre no es nada ni significa nada, ¿qué es tanto buscar y buscar raíces? ¿De dónde os viene eso de investigar el origen exactísimo de los apellidos de cada uno? ¿Que no habéis salido nunca de casa, que no habéis visitado Brasil y no habéis visto la samba y hasta dónde puede llegar la gloriosa combinatoria genética, aún más resplandeciente que la alquimia de los cócteles? Yo os oigo buscar una España quimérica y unitaria en los gentilicios, os veo de mala cara con el pasaporte de Albano Dante Fachin y preguntar desde una posición ecuestre: ¿cómo te puedes llamar Navarro y ser independentista? O ¿cómo puedes llamarte Antonio Baños y no ser españolista, tú? Pues de la misma manera que te puedes apellidar Sarkozy y haber sido presidente de Francia o llamarte Schwarzenegger y ser ex gobernador de California. El mundo de hoy se siente confortable en la diversidad, la Virgen de Montserrat ya no es morena, ahora es negra del todo y los catalanes somos y venimos de donde nos da la gana. Mientras Catalunya y las tierras de la lengua catalana han sido y son lugares de paso, sistemáticamente enriquecidos por inmigrantes procedentes de todas partes, otros lugares de la Península Ibérica, por ejemplo, no han tenido la suerte de haber sido tan generosamente fecundados por la impureza. Hace gracia —y da algo de pena— que personas que sólo os expresáis en español y sólo sabéis de España, que habláis y vivís, más o menos, como vuestros padres, indiferentes al país en el que estáis, que os consideréis más plurales y abiertos que los catalanes. No es sólo una falta de modestia y de consideración hacia la sociedad de acogida, es sobre todo una falta de realismo.

Llama la atención cuando explicáis que venís de fuera de Catalunya tras una larga peripecia lacrimógena, como si eso fuera novedad y extraordinario, como si los demás no tuviéramos también una larga peripecia lacrimógena, como si los demás, casi todos los demás, no viniéramos también fuera, como si Catalunya, como Estados Unidos, Francia o el Reino Unido no fuera una sociedad plural y diversa, con más de dos centenares de lenguas y culturas presentes en el país, como si sólo fueran recién llegados los castellanohablantes de España. Y la sociedad real está llena de pensativos rumanos, de curtidos norteafricanos, de cálidos caribeños, de fulgurantes gambianos, de chinos risueños y misteriosos, de nuevos catalanes venidos aún no sabemos de dónde. Y claro, los únicos que se sienten a disgusto, incluso maltratados por la Escuela Catalana sois vosotros los que os habéis inventado un derecho muy extraño, vergonzoso, un derecho que no existe, el derecho a la ignorancia, el derecho a no saber catalán. Habláis de bilingüismo sólo para no dejar de hablar el español ni bajo el agua y para perpetuar, colonialmente, la castellanización de Catalunya. Para que un país sea una colonia, sus administradores deben ignorar su lengua y su cultura. Nosotros los catalanes independentistas somos tan charnegos como vosotros, y a veces más plurales y diversos porque no tenemos nada en contra de la lengua y la cultura españolas. Sólo estamos en contra de la represión política, del secuestro de la democracia. Hay mucho odio en apalear a la población indefensa y no hay nada de odio en regalar claveles. Si es que odio significa lo que dice el diccionario. Si creéis que es al contrario, es que alguien os está adoctrinando. Si creéis que sólo molesta 'tevetrès' y los otros canales dicen lo que deseáis oír es que no os gusta una sociedad plural. Oir opiniones diferentes de las tuyas no es ninguna infección que necesite de la medicina, como sostiene el señor Josep Borrell. Lo que necesita medicina es la clase política que vive de la extracción de Abengoa.

Decís que estáis cansados del Procés como si España no fuera una fatigosa experiencia. Decís que estáis hartos de los políticos a los que asimiláis con la mentira pero, y esto es una novedad, no hay sociedad en la que los ciudadanos estén más reconciliados con sus políticos como la sociedad catalana. Por primera vez en mucho tiempo hay representantes políticos en la cárcel o en el exilio por intentar llevar a cabo sus compromisos electorales. Sin violencia ni crímenes. Hay ciudadanos a los que no nos cansa el Procés, lo que nos cansa es una democracia como la española, incapaz de evolucionar, una democracia irreformable en la que los votos al PP, Ciudadanos o al PSOE son perfectamente intercambiables. ¿Realmente os interesa si Pedro Sánchez ganará algún día a M. Rajoy? ¿Para hacer qué, exactamente? La pesadilla no es el Procés sino la represión al Procés. Y el aventurerismo no es apostar por la independencia sino, por el contrario, mantenerse dentro de un Estado petrificado e inmóvil, lleno de “gente normal” que no aspira a ningún cambio, sólo a continuar vegetando indefinidamente bajo la satisfecha vigilancia del Muy Honrado Jean-Claude Juncker. ¿No os da vergüenza?