La moción de censura presentada por Vox contra Pedro Sánchez tendrá más éxito de lo que se prevé. Obviamente la moción será rechazada por la mayoría parlamentaria, pero el objetivo de la candidatura de Ramón Tamames no tiene por objetivo tumbar al Gobierno de PSOE-Unidas Podemos, ni siquiera hacer la competencia al Partido Popular en el bloque de la derecha. Presentando como candidato a un antiguo luchador antifranquista la intención de Vox es homologarse como partido convencional, como un partido tan legítimo como cualquier otro que está dispuesto y decidido a participar en la gobernanza del Estado. De hecho, la operación ya ha tenido éxito antes de empezar. Cuando Esquerra Republicana propuso al resto de grupos ignorar la moción y no participar en el debate nadie le hizo caso. Tamames hablará y lo hará desde la autoridad moral que le confiere su biografía. No es un candidato que participa de la bronca partidista, así que Tamames se hará escuchar. Y a diferencia de lo que suele ocurrir en los debates de censura, seguramente arrancará aplausos y pocas muestras sonoras de rechazo. Lo más probable es que Tamames evite un discurso beligerante, más bien planteará un discurso suficientemente transversal susceptible de seducir al mainstream español. Cuando acabe el debate ya no quedarán dudas de que Vox tendrá la puerta abierta para participar en una coalición de gobierno si los resultados electorales le son propicios. También en España se habrá roto definitivamente el cordón sanitario con el que las derechas francesas y alemanas cierran el pase a la extrema derecha. También era previsible que esto ocurriera si antes ha ocurrido en Italia, en Polonia y en Hungría, pero el líder de Vox ha tomado la iniciativa porque sabe que aún sumando mayoría con el PP, el establishment político-institucional, Corona incluida, presionará para que PP y PSOE acorden la gran coalición.

Presentando como candidato a un antiguo luchador antifranquista la intención de Vox es homologarse como partido convencional, como un partido tan legítimo como cualquier otro que está dispuesto y decidido a participar en la gobernanza del Estado

Estamos en un año electoral y la cosa se está poniendo emocionante... y estremecedora. Salvo las encuestas del CIS, todas las demás prevén una victoria holgada del PP respecto al PSOE y las encargadas por los medios afines a la derecha aseguran que PP y Vox sumarán mayoría absoluta. Todo está por hacer y todo es posible porque la desmovilización que se percibe en el ámbito de las izquierdas previsiblemente dará algún vuelco en vísperas electorales. Sánchez tiene a su favor los buenos resultados económicos y el protagonismo que le supondrá la presidencia de turno de la UE. En cualquier caso, lo que está claro es que Pedro Sánchez solo podría seguir gobernando si el PSOE es la lista más votada y suma mayoría con los mismos aliados que ha tenido hasta ahora. Sánchez es el político del "no es no" a Rajoy y el Deep State no le perdona los acuerdos con partidos republicanos e independentistas. En ningún caso un Sánchez ganador estaría en condiciones de intentar la gran coalición con el PP. Aunque la buscara no la encontraría. En cambio, si es el PP quien obtiene más votos, Sánchez debería renunciar al liderazgo del PSOE y Núñez Feijóo sí encontraría a líderes socialistas dispuestos a acordar la gran coalición. Las declaraciones de intenciones se han producido por ambos lados. "Estoy convencido de que con un nuevo PSOE retomaríamos los consensos", dijo Feijóo el día de la Constitución. Emiliano García-Page, presidente socialista de Castilla-La Mancha, ha expresado su reconocimiento al líder del PP como hombre de Estado y tanto él como el aragonés Javier Lambán han reiterado su rechazo a la coalición con Podemos ya los pactos con ERC y Bildu haciendo responsable a Pedro Sánchez de contribuir a “desarmar el Estado”. Y no dejan de echar leña al fuego tanto como pueden referentes socialistas como Felipe González y Alfonso Guerra. A la larga, un PSOE subalterno de la derecha puede sufrir las mismas consecuencias que sus homólogos franceses, griegos e italianos que han desaparecido del mapa, pero a corto plazo mantendrá una considerable presencia institucional y tendrá el argumento de asumir la responsabilidad de sacrificarse para impedir el acceso de la extrema derecha al Gobierno.

Europa vive un momento de incertidumbre y no pueden descartarse episodios convulsos. Un gobierno de derecha y extrema derecha con todas las izquierdas en la oposición supondría un regreso a los escenarios de los años 30, con las dos Españas enfrentadas, un riesgo que la Monarquía y el régimen en su conjunto no puede permitirse, por eso el establishment presionará para la gran coalición PP-PSOE

Ni que decir tiene que para el establishment, la gran coalición PP-PSOE resultaría una opción mucho más estable que un gobierno de coalición PP-Vox. Europa vive un momento de incertidumbre y no pueden descartarse episodios convulsos. Basta con ver lo que ha pasado esta semana en Francia. Un gobierno de derecha y extrema derecha con todas las izquierdas en la oposición supondría un regreso a los escenarios de los años 30, con las dos Españas enfrentadas, un riesgo que la Monarquía y el régimen en su conjunto no puede permitirse. Esto lo ve Santiago Abascal y por eso ha tomado una iniciativa que solo tiene como objetivo presentarse como garante de estabilidad.

Ante las instituciones del Estado, sea la Monarquía o los tres poderes, el combate, la confrontación será siempre desigual. Todo lo contrario en otros ámbitos. Tal y como han ido las cosas, quizás no sea en el terreno estrictamente político-partidista donde la voluntad de ser de los catalanes tenga más posibilidades de tener éxito. Pese a la política, el país está vivo, así que siempre resultará más rentable invertir en la apuesta ganadora

Obviamente, visto desde Catalunya cualquiera de los escenarios antes mencionados pueden resultar estremecedores, pero la vida continúa, la historia no se detiene y quizás las circunstancias adversas tengan efectos de resiliencia. Pueden propiciar un replanteamiento global de la situación, un reagrupamiento de la sociedad, y un desplazamiento de la resistencia a terrenos más favorables. Tal y como han ido las cosas, quizás no sea en el terreno estrictamente político-partidista donde la voluntad de ser de los catalanes tenga más posibilidades de tener éxito. A menudo se habla de confrontación con el Estado pero nadie concreta cómo hacerlo cuando el Estado tiene todos los instrumentos de combate y los catalanes independentistas no tienen ninguno. Ante las instituciones del Estado, sea la Monarquía o cualquiera de los tres poderes, el combate, la confrontación será siempre desigual. Todo lo contrario en otros ámbitos. Léase a Jordi Goula que acaba de publicar en Vilaweb que “los proyectos de inversión industrial destinados a Catalunya por parte de compañías extranjeras han crecido en 2022 de un 50% en volumen monetario y significarán unos 20.000 puestos de trabajo cuando se materialicen”. La producción científica de los catalanes, en Catalunya o en centros de investigación en el extranjero, también es una referencia de las propias capacidades. Las universidades catalanas superan a las españolas en los rankings internacionales. Catalunya lidera también el ranking de solicitudes de nuevas patentes en España y las start-ups catalanas baten récords en la atracción de inversión. Los autores catalanes han consolidado el mercado doméstico y publican sus obras traducidas en varios países. Ni que decir tiene que la lengua, la cultura y la identidad depende más de la gente que de las leyes y observamos cada día iniciativas que constatan la firme voluntad de ser, sea con coros, con aplecs sardanistas, castellers o balls de gitanes. Pese a la política, el país está vivo, así que siempre resultará más rentable invertir en la apuesta ganadora, del som i serem.