Vivimos en la sociedad de la información. Recibimos estímulos constantemente. Hemos crecido, desde varias generaciones, con la presencia de la tele y de la radio en nuestras casas de manera constante. Ahora, también, la llegada de internet y las nuevas tecnologías ha sido asumida por los hogares, que todavía no se dan cuenta de su total potencial (ni de sus peligros). 

Sin embargo, ahora que estamos inundados de datos, de posibilidades para elegir los recursos sobre aquello que se supone que nos interesa, parece que nos cuesta organizarnos y ser selectivos. Las teles se apagan cada vez más, para dar paso a plataformas en las que elegimos lo que ver y cuándo verlo. El problema, en la mayoría de los casos, es que, si no tenemos ya un interés previo por una cuestión específica, es complicado que aparezca ante nuestros ojos algo que no estábamos buscando. Un ejemplo: la actualidad hace que el interés se nos despierte sobre un conflicto, un asunto determinado y será entonces cuando busquemos, cuando prestemos atención a algo que nos llega por un contacto, por un perfil específico. 

Pero hay un abanico de posibilidades casi infinito sobre asuntos que ni siquiera imaginamos que existen. Por eso tiene, en mi opinión, tanto valor que existan plataformas que nos den la posibilidad de conocer información y nos inviten a la reflexión ampliando nuestros horizontes. Una muestra extraordinaria de ello es el Festival Internacional de Cine del Medio Ambiente Suncine, que ahora cumple treinta años y nos ofrece documentales, películas que además de tener mensajes y contenido para denunciar y hacernos reflexionar, nos ofrecen experiencias de una calidad artística impresionante. 

La diversidad en un mundo que comparte, en cada rincón, las preocupaciones cotidianas: el aire, el agua, la tierra, los seres vivos que habitamos sin ser conscientes del impacto de cada decisión que tomamos (o que dejamos de tomar)

Me parece importante poner en valor el trabajo que Claudio y Jaume hacen, de manera constante, como hormiguitas, para ofrecer cada temporada un conjunto de trabajos impresionantes, provenientes de todo el mundo, y que nos acercan a vivir experiencias que no podríamos imaginar. El festival, desde que lo conozco, me ha aportado una visión crítica, siempre comprometida con el cuidado del medio ambiente, que me ha permitido hacerme preguntas de una manera mucho más amplia de lo que normalmente suelo encontrar en los enfoques diarios que me ofrece la política o el asunto que esté "de moda". Una mirada al ecologismo desde distintas realidades, desde la investigación y la realidad, que sobrepasa en mucho el discurso vacío y manido que tan acostumbrados estamos a ver constantemente. 

Treinta años de trabajo que nos ofrecen, ahora también desde la plataforma online, proyectos que nos sirven, también, para formar parte de la labor educativa junto a los más pequeños. Documentos audiovisuales que abren mentes y corazones, para descubrir problemas y, sobre todo, soluciones que están a nuestro alcance. Un festival que es especialmente inspirador. Las conexiones que se generan entre los creadores y quienes observamos sus trabajos, los hilos que se tejen para después recorrer esos caminos, son los regalos que Suncine nos ofrece. 

La diversidad en un mundo que comparte, en cada rincón, las preocupaciones cotidianas: el aire, el agua, la tierra, los seres vivos que habitamos sin ser conscientes del impacto de cada decisión que tomamos (o que dejamos de tomar). Reflexiones sobre los comportamientos de la sociedad, los intereses y los falsos eslóganes, que cada vez son más necesarias, cuando la propaganda se confunde con información y atrapa a personas bienintencionadas que, cada vez más, se sienten angustiadas y sin alternativas. Compartir lo bueno es esencial para que su efecto se multiplique. Por eso, en este domingo de otoño, le invito a asomarse a esta ventana al mundo. Que la disfrute.