La rocambolesca espantada del Govern de los nosurrender no ha debilitado al president Pere Aragonès, sino todo lo contrario, lo ha consolidado y reforzado. También a Illa, de rebote, que ha podido recuperar la condición de jefe de la Oposición en detrimento de la presidenta de Junts que de facto lo había pedido prestado. Y eso por dos motivos. Primero, no es lo mismo hacer oposición siendo Govern que dejando de serlo. Aquello tan surrealista como efectista era precisamente esta doble condición. Segunda, los constantes resbalones han dejado tocada internamente a la presidenta del partido, más allá que Waterloo no la soportara, una circunstancia que no era un tema menor.

Parlamentariamente, el Govern de Aragonès es tan débil como lo era antes. Sin duda. Solo hay que recordar la arenga del diputado Canadell poniendo el grito en el cielo porque los presupuestos se aprobarían con los Comuns. Era un otoño de 2021. A saber qué habría dicho ahora si Giró los hubiera aprobado con el PSC que es exactamente el que ahora pasará.

El Govern, por el contrario, es más sólido ahora y más fiable. No tanto para que se ahorre a un vicepresidente díscolo como Puigneró. Que también, aunque estaba amortizado. A ciencia cierta que la suya era una vacante anunciada. Con Batet, entre otros, que se había postulado para sustituirlo. Y con un Giró que había tomado el mando de Junts en el Govern, tanto por méritos propios como por deméritos del vicepresident, que había dejado de ser el referente de los consellers juntaires desde hacía días. Era un satélite, de Waterloo, de órbita baja. Giró trabajaba 24 horas al día como a lo largo de su trayectoria profesional. El otro, hasta a media tarde y sin perdonar ningún festivo o paellada de verano.

Pasada la tormenta, Aragonès es ahora más fuerte al frente del Govern. Y con una agenda política con concreciones, proyecta solvencia y resultados. Además de haber demostrado autoridad a pesar del estruendo que acompaña todo estropicio.

La Mesa de Diálogo y Negociación ya no está en duda y sus frutos son tangibles para desesperación de los partidarios del como peor, mejor. La reacción visceral ante la modificación a la baja del Código Penal solo acentúa unas contradicciones tan notables como insostenibles más allá del núcleo duro de partidarios acríticos. La única confrontación es contra los republicanos y en paralelo ir colocando gente en la Diba del PSC. Y lo que está por venir. ¿A cambio de? Delirante.

Pero hay una segunda cuestión que ha hecho crecer un palmo al president Pere Aragonès: la gestión de los Presupuestos. Todo hace pensar que se aprobarán más allá de la comedia que pueda hacer Illa para dilatar la aprobación y poder así reprochar que los republicanos van tarde. Los presupuestos se aprobarán con Comuns y Socialistas y la pantomima de los juntaires con esta grotesca escenificación sobre una pretendida negociación presupuestaria. No votarían los presupuestos de Aragonès ni que la autoría material fuera del Consell per la República.

Pero, sobre todo, ha sido brillante la magnífica foto de compromiso y aval de los presupuestos por parte del grueso de los agentes sociales y económicos que deja con un palmo de narices a todos aquellos que anhelaban que todo fuera por mal camino.

Aragonès, ahora sí, puede empezar a soñar con una legislatura que llegue más allá del otoño de 2023 e incluso —a saber— con un segundo mandato.