Cuando oí a David Madí alabando a Oriol Junqueras en el programa de Ustrell ("Felicidades por el pacto"), tras ser anunciado el acuerdo de Esquerra y el PSOE, se me escapó una sonrisa pensando en que se acababa de cerrar uno de los círculos más oscuros de nuestra historia. Desde la detención de los presos políticos y de la huida de Puigdemont a Waterloo, Madí y el aparato convergente habían ungido al líder de Esquerra como único interlocutor de las negociaciones con el reino de España. El núcleo duro de Convergència daba por muerto a Carles Puigdemont; a pesar de utilizarlo para ganar las elecciones europeas que han garantizado cierta supervivencia al antiguo president, los convergentes sabían que una agrupación política tan inmadura como Junts (y un líder demasiado liberado e imprevisible en el exilio como Puigdemont) no tendrían la pericia de Junqueras en el arte de jugar a la puta i la Ramoneta para retener el país en el autonomismo de siempre.

Silente durante años, Junqueras ha resucitado copiando punto por punto el lenguaje pujolista de "hacer país" y, en la tertulia que menciono de El Matí de Catalunya Ràdio, hacía mucha gracia verlo pedir que todo el mundo se implicara en la construcción de la Catalunya futura, apelando incluso a la ayuda de españoles como Paco Marhuenda, del mismo modo que Pujol siempre tenía un Mohammed al lado para recordarle que "usted también es catalán". Muchos dicen que, gracias a la aritmética, Puigdemont ha revivido de las cenizas del olvido. Nada más lejos de ser cierto; el antiguo president dilata el pacto con el PSOE con la única intención de hacerse la princesa y tratar de incluir incluso a su secretario personal en una amnistía ya redactada. Pero quien de verdad ha vuelto con fuerza es el político más maligno de la historia catalana: Oriol Junqueras, un hombre que luchará por la España autonómica mil veces más que Jordi Pujol.

Mientras medio mundo resuelve los problemas a hostias, Sánchez se paseará por Europa con Catalunya pacificada, presumiendo de no haber necesitado dar ni una sola colleja

Mientras esto pasa en Catalunya, Pedro Sánchez ha conseguido convertirse en el alumno más destacado de Maquiavelo en toda Europa. A Sánchez le da lo mismo la amnistía, pero ya le va bien que Esquerra y Junts se autodestruyan por patrimonializar los réditos de su enésima rendición al régimen español. De hecho, Sánchez ha ganado al independentismo con una norma tan antigua como dividir la moral del enemigo, una jugada que —por si fuera poco— asegurará que el PSOE llegue a la Generalitat de la mano de Salvador Illa. A Sánchez ya le va bien que Junqueras dé la tabarra con eso de ampliar la base (la retórica ampulosamente beata de Oriol hace que, con cada sintagma, muera un independentista), e incluso que Puigdemont pueda volver; mientras medio mundo resuelve los problemas a hostias, Sánchez se paseará por Europa con Catalunya pacificada, presumiendo de no haber necesitado dar ni una sola colleja.

Como ya pasó después el 1-O, la derecha española puso los golpes y Sánchez aprovechó que Rajoy le había entregado una Generalitat desmembrada por el 155 a la hora de poder comprar a los presos políticos por cuatro duros. Comparado con el pacto del Majestic, esto que ha parido Esquerra resulta una cosa de niños: la condonación de la deuda del FLA no alterna en nada el hecho de que Catalunya todavía dependa del robo impositivo del Estado (el banco español, simplemente, se olvida de un préstamo que resulta del déficit fiscal) y la creación de una empresa mixta Estado-Generalitat para comandar Rodalies implica que Madrid todavía podrá seguir haciendo todo lo posible para que muchos catalanes lleguen tarde al trabajo. Con respecto a la amnistía, como ya he dicho manta vez, es un acto político que sobre todo le conviene a España; ¿si el objetivo es que los catalanes renieguen de la independencia, qué ayuda mejora el procesismo?

De hecho, a Sánchez le va la mar de bien que, por poner un solo ejemplo, los responsables del Tsunami queden absueltos. En caso de seguir persiguiéndolos —y, por lo tanto, de poner nombre a los responsables del invento— quizás algún catalanito se revolvería después de que un grupo de genios enviara a nuestros niños al aeropuerto para que les reventaran un ojo y parte de un testículo (la frase no es una hipérbole; si rebuscáis en la hemeroteca, es estrictamente real). La amnistía hará olvidar la represión española a ojos de Europa y sacudirá las responsabilidades de todos los virreyes que enviaron el pueblo a hacer bulla contra la pasma con el objetivo (no alcanzado) de presionar el Estado para llegar a un pacto fiscal. Si alguien felicita a Junqueras por el pacto con el PSOE, por lo tanto, lo único que hace es felicitarse porque los españoles lo seguirán salvando. La amnistía no salva a ocho millones de catalanes, sino que da vida a pocos virreyes.

Afortunadamente, toda esta operación no les saldrá bien. Como demuestra el entusiasmo de la tribu con toda esta historia. Más bien escaso, afirmo, y me alegro de ello.