En los círculos conservadores de Madrid sólo tenían una duda: si el resultado de estas elecciones iba a ser tan claro como para dar al sanchismo por enterrado o si la batalla se iba a mantener hasta diciembre. Esto lo escribo a vuela pluma, pero no va a ser fácil decirles que el vuelco social que esperaban no se ha producido, porque en votos absolutos la distancia entre PP y PSOE se iba acrecentando al cerrar esta crónica y territorios emblemáticos se volcaban hacia el azul.

Cierto es que se trata de unos comicios locales, pero no parece que se haya votado con esa lógica en muchas partes. Ahí tienen a Almeida, que sube 14 concejales y alcanza la mayoría absoluta en Madrid con una gestión pésima por incomparecencia y la ciudad echa unos zorros. No necesitará a Vox y eso es el único alivio que veo como ciudadana sufridora de su concepto de ciudad. Si aceptamos esa lógica de voto en términos de elecciones generales, podemos afirmar que la sociedad española ha decidido soltar lastre. Adiós, Ciudadanos, el experimento programado ya no sirve y sus patéticos esfuerzos con mantener los sueldos de algunos de sus rezagados líderes se ha estrellado contra la realidad. Y Podemos, si algo queda claro, es que el histrionismo agresivo de Iglesias y las dos ministras más odiadas del momento, su mano de hierro despótica en los territorios, no ha servido sino para terminar de cavar una tumba que se cerrará en los próximos comicios con seguridad. Salen de Madrid, con seguridad del ayuntamiento, con mucha probabilidad a estas horas, de la comunidad. En las tartas de datos provinciales y autonómicas son el farolillo rojo. Una hostia en toda regla, como era de esperar.

Soltando el lastre de los partidos nacidos al calor de la ola de la política juvenil; se van yendo y se nos queda Vox

De la pendiente resbaladiza, el PSOE sale mal, pero no tanto como sus socios a la izquierda. En algunos territorios baja y perderá gobiernos, pero en otros se mantiene o sube, como en Madrid y Barcelona. No les basta con esto. Si Sánchez no está prisionero de sus deseos, debería saber interpretar los resultados de las urnas. ¿Va a bastarle con lo que Yolanda Díaz recoja los despojos morados y de otras confluencias? Parece difícil. Hay como un tono bajo en el voto de izquierda, en gran medida desalentado, no por la gestión que no ha sido tan mala como para desfondarlos, sino tal vez por la deriva que los socios dentro del Gobierno han imprimido en leyes irracionales o con decisiones incomprensibles para el votante tradicional socialista. El Partido Popular ha crecido más allá de la fagocitosis de Ciudadanos, ¿con qué votos, llegados de dónde? Tal vez el centro izquierda esté hastiado y cansado del permanente secuestro que los morados han llevado a efecto y de los errores legislativos y reales producidos por el empeño testarudo de sus dos peores ministras.

Soltando el lastre de los partidos nacidos al calor de la ola de la política juvenil. Se van yendo y se nos queda Vox, que gana expansión territorial, aunque afortunadamente no será tan decisivo y, por tanto, le pesará menos a Feijóo de lo que Podemos le pesa a Sánchez. Soltando lastre quizá también desde Moncloa. ¿Qué sentido tiene continuar seis meses más con la agonía de las dos ministras de Iglesias en el Gobierno? Díaz ya puede negociar con los morados poniéndolos en su justo sitio, que es lo que quería; un lugar cada vez más irrelevante. Al PSOE, sin embargo, puede que le convenga intentar convencer a sus votantes de que no está totalmente hipotecado. Eso sólo ayuda a otros. A Bildu, por ejemplo, que al demostrar que también puede conseguir cosas en Madrid le ha plantado cara en muchas localidades al PNV. A ellos los pactos no les han desgastado.

¿Soltando lastre el PSOE? Tal vez en un futuro. Si su problema real es su líder, como dice la derecha, deben estar removiéndose en la sombra los oscuros banquillos, que no esperan agazapados. Eso que no le pasará a Feijóo, porque Ayuso se queda sin argumentos para la intentona de apartarle y presentarse ella en diciembre.