Feijóo respira. No las tenía todas y no son pocos los que le querían mal internamente. Contra el tópico españolista de que el soberanismo (nacionalismo les gusta decir) es rural, el BNG de Ana Pontón ha obtenido los mejores resultados en las ciudades, mientras que el PP arrasa en las zonas rurales. La izquierda soberanista gallega —"el Bloque separatista", decía el líder de Vox— se ha disparado con un discurso sereno, sin estridencias, con un acentuado perfil de izquierda soberanista. Y, por descontado, a las antípodas de la gesticulación mayestática que hemos sufrido en Catalunya desde finales de 2017. Nada que no hubieran explicado Andreu Pujol y Silvio Falcón en La sobirania per l’esquerra (Premi Josep Irla).    

Los sondeos —excepto el CIS— apuntaban a una mayoría absoluta del PP. Pero más débil. Lo que había alimentado las expectativas sobre una hipotética pérdida de la mayoría absoluta. Y no ha sido así. Lo cierto es que la noche ha sido plácida para los del PP aunque han retrocedido. Más en diputados que en votos. Si el objetivo era retener más de 38 diputados, el umbral de la mayoría absoluta, el PP ha salido airoso. Quinta mayoría absoluta consecutiva. Con nota, incluso, a pesar de la pérdida de al menos dos diputados. Una victoria que los de Feijóo han fundamentado gracias a movilizar como nunca el voto rural. Son Lugo y Ourense las provincias que más han incrementado la participación. Las más favorables al PP. Las de interior. Las que no tienen mar.

Cualquier lectura interesada pretendiendo que la amnistía ha provocado un descalabro es sencillamente una falsedad que desmienten rotundamente los números

La amnistía como arma arrojadiza no ha determinado nada en Galicia. No solo porque el PP ha reculado —ni que sea levemente—, sino porque si el PSOE se ha quedado en calzoncillos ha sido porque la mayoría de los votos que han perdido no solo no han acabado en una formación que no ha dudado en ir a favor de la amnistía en el Congreso, sino que es socio electoral de ERC y de EH Bildu, tal como se volverá a repetir en estas elecciones europeas que ya se avistan. Cualquier lectura interesada pretendiendo que la amnistía ha provocado un descalabro —como escucharemos interesadamente— es sencillamente una falsedad que desmienten rotundamente los números.

Por el contrario, hay que insistir, los que obtienen un resultado brillante son los del BNG, la izquierda soberanista gallega, aunque seguirán calentando en la bancada de la oposición. La victoria habría sido inmensa, dulce, si hubieran podido presidir la Xunta con el apoyo más que anunciado del PSOE. Pero es, sin ningún tipo de duda, un gran resultado a costa, básicamente, de la izquierda sucursalista. El porrazo de las candidaturas por separado de Podemos y Sumar es categórica. Mientras el PSOE cae hasta perder los dos dígitos. No es algo menor porque en las elecciones del 23 de julio Pedro Sánchez triplicó de largo al BNG, que incluso quedó por detrás de Sumar. Es la consolidación de un voto dual a la catalana. Solo hay que recordar que tanto ERC como Junts obtuvieron 7 diputados por 21 el PSOE. El triple. En Catalunya, excepto el 2019, siempre había sido así. En Galicia se consolida. Pero sobre todo aquello que se consolida es una estrategia que comparten las izquierdas soberanistas catalana, vasca y gallega, que a buen seguro recibirán una nueva alegría en las próximas elecciones vascas con un Bildu que amenaza la hegemonía histórica del PNV.