A finales de la semana pasada, nos llegaba la noticia de que Barcelona Televisió despedía a doce profesionales y cerraba así la emisión de tres excelentes programas de la emisora municipal: Àrtic, La cartellera y el espléndido La família Barris. En el mundo del periodismo tribal, eso de prescindir de espacios bandera de una televisión a media temporada (algunos de ellos con más de una década en la pantalla), sin dejar que sus responsables puedan despedirse de la audiencia, es, desafortunadamente, un hecho bastante habitual. Pero resulta todavía más doloroso cuando los tres espacios en cuestión justificaban la existencia de una televisión hecha con cuidado, de aquella que los cursis llamarían de proximidad, y, en el caso del Àrtic comandado por Anna Pérez Pagès, uno de los pocos espacios culturales que se han hecho en Catalunya en que sus responsables tenían la decencia de saber de lo que hablaban y de apreciar aquello hecho en casa.

Al saberse la noticia del cierre, algunos compañeros de la cultureta aprovecharon para recordar que el actual director de BTV, Sergi Vicente, se embolsa 103.101,467 euros anuales y que los miembros del Consejo de Administración de la casa (formado por Susana Alcaide, Josep Maria Carbonell, Francesc Orteu, Álex Salmon y Xavier Vidal) cobran unas dietas que, en total, suman 126.957 pepinos cada año. Como acostumbra a pasar, disiento de los compañeros de viaje; a mí que un periodista competente como Sergi tenga un buen sueldo me parece magnífico, porque en casa siempre hemos estado a favor de cobrar. También me parece oportuno que los órganos rectores de una televisión paguen a su Consejo con más pasta que la necesaria para comprar un lomo con queso; pero lo que me resulta asqueroso es que un tal grupo de consellers (revisad los nombres, no hacen falta muchas pistas) solo responda a criterios políticos.

Me dicen los espías que tengo en BTV que la emisora mitigará las defunciones con espacios en directo donde la cultura tendrá un papel importante. Creo que en la palabra de Sergi Vicente, insisto, pero vista la evolución de las artes y el pensamiento en la televisión pública, espero que comprenda mi escepticismo. Cuando pasó lo mismo en TV3, y programas como Cinema 3 o Ànima no tuvieron continuidad, los espacios culturales de la principal televisión pública han transitado hacia segmentos del TN en que competentísimos redactores de La Nostra como Carolina Rosich hacen lo que pueden por destacar, y programas como ahora Quan arribin els marcians se emiten en horas expresamente pensadas para que no los vea ni el tato; y después tenemos experimentos para divulgar nuestro patrimonio arquitectónico como Batalla monumental, al cual, como comprenderéis, no me molestaré a dedicar ni una frase.

Con unos medios progresivamente castellanizados y unos órganos de gobierno de la Corpo y un CAC absolutamente politizados, como entenderéis perfectamente, el futuro de lo nuestro no pinta muy feliz

La experiencia de TV3 ha demostrado como, en definitiva (y a pesar de contar con joyas como los face to face que Anna Guitart crea enTot el temps del món) la cultura ha caído en manos de la dinámica entretenimentística y todavía tenemos que agradecer que Xavier Graset nos lleve a los escritores al 3/24 intentando hacer ver con cierta gracia que se ha leído los libros de los autores que tiene enfrente. Con unos medios progresivamente castellanizados (más preocupados por lo que pasa en Madrid o Castilla que en el territorio) y unos órganos de gobierno de la Corpo y un CAC absolutamente politizados, como entenderéis perfectamente, el futuro de lo nuestro no pinta muy feliz. Pero la perspectiva no es tan trágica como parece: certifica que, en el fondo, eso de las artes y de la cultura en Catalunya cada vez nos lo tendremos que cocinar más nosotros y que, a su vez, cuando más nos alejamos de la política mejor dormiremos.

Servidora se va haciendo mayor y ya no tiene edad de protestar. Con este espíritu, hace un año que me dejo el alma y las cejas en mi pequeña Illa, un podcast de literatura revolucionaria donde yo y mis amadísimos colaboradores hacemos una cosa tan contracultural como leernos los libros de los que hablamos. No lo digo para hacer publicidad, porque no me hace puta falta, sino para compartir con los compañeros expulsados de BTV y los resistentes de TV3 que eso de subir el listón de los contenidos culturales de la tribu, nos guste o no, no lo podremos hacer desde medios cada vez menos flexibles en la programación, monopolizados por intereses políticos donde la putrefacción ni se disimula, y en el que el estado de la lengua propia solo se llora mientras nadie mueve el culo para mejorarla. Entiendo que los colegas luchen por mantener la llama colectiva: pero yo solo veo fuego en el pedestal de cada uno.

Y el pedestal, que dijo el poeta, solo son los zapatos. El resto cada día está más desierto. Abrazos a los compañeros del Àrtic, La cartellera y La família Barris. Vuestro trabajo os honra. De verdad.