Joan Badia, alcalde de Callús, nos dejaba este 17 de abril. Otro Joan, este de Cornellà, le hacía un sentido homenaje a Mataró, al día siguiente de su deceso. Decía Tardà —que lo conocía desde hacía muchos y muchos años— que nunca le había oído ninguna queja, que siempre tenía una sonrisa y una actitud positiva ante la vida. Es como si la Covid nos hubiera hecho olvidar cuál es la verdadera pandemia de nuestra era. Justamente se cumplía un año desde que Badia dejó la Alcaldía, el 6 de abril de 2020, en plena pandemia, precisamente para seguir con el tratamiento. De la Alcaldía se despidió con un sencillo comunicado: “Lo importante no es mi situación personal, sino que el ayuntamiento, el pueblo, los y las habitantes de Callús puedan sacar adelante sus proyectos como pueblo y como colectivo”. Esta vez la ciencia médica no pudo hacer más. Un año entre el diagnóstico y su muerte. Fulminante.

Joan Badia fue uno de los alcaldes que se se dio a conocer involuntariamente con el 1 de octubre, si bien hacía muchos años que era uno reconocido y querido militante republicano del Bages. Siempre tan afable como discreto. Aquel día, a Callús, a saber por qué motivo, se desplazaron decenas de agentes de la Guardia Civil, del amplio contingente llegado a Catalunya para abortar el referéndum. Los vecinos se concentraron delante del colegio electoral con el alcalde, Joan Badia, al frente. Los uniformados no tuvieron miramiento alguno, lo empujaron y tiraron al suelo. Tenía 66 años aquel 1 de octubre de 2017. Posteriormente, Badia fue una de las personas que declaró en el juicio de los presos del 1 de octubre, el 14 de mayo de 2019. Su testimonio fue para enmarcar. Seguro de sí mismo, cuando Marchena le preguntó si había sido procesado respondió con aplomo que sí, hasta tres veces. La primera ocasión “en 1973, fui detenido por la brigada politicosocial (...) precisamente para defender a los presos políticos (...) fuimos juzgados en el Tribunal de Orden Público”. La segunda ocasión en 1978, por tocar las narices a Fuerza Nueva. Y la tercera. “el 1 de octubre, presenté una denuncia por agresión a la autoridad, por destrozos en la Escuela Joventut y por el robo de mi ordenador personal. La jueza de Manresa me imputó un delito de desobediencia”. La trayectoria vital de Joan Badia debió golpear a los siete magistrados del Supremo, por su antagonismo. Ninguno de ellos había tenido durante el franquismo, ni remotamente, ningún problema con la Justicia.

Badia, como Joan Tardà y Raül Romeva, procedía del PSUC. También como Tardà era catedrático de Lengua y literatura catalanas. “Un patriota de piedra picada, una bellísima persona que siempre había estado en todos los frentes” decía de él Tardà. Badia y Tardà eran más o menos de la misma quinta y con unas trayectorias paralelas, si bien en Tardà pasó de concejal de Cornellà a diputado y Badia arrebató a CiU la Alcaldía de Callús en 2015, que volvió a revalidar con mayoría absoluta en el 2019. “Nunca, nunca en la vida [lo oí quejarse] —y mira que lo conozco de hace muchos años—. Yo le preguntaba ¿cómo es que nunca estás de mal humor? ¿Cómo es que siempre sonríes?”. Tardà remachaba el clavo: “hay gente que es capaz de sonreír siempre y de expresar esta bondad”.