Cuando lo ves aparecer, ya ves que va embalado. Aprieta los dientes, sacude la cabeza seguro de su implante capilar y previsible como es, cuando abre la boca, tira del coco para afrontar cualquier debate: Catalunya, un recurso que en ausencia de cualquier idea precisa vale para todo. Si se habla de pensiones, mano dura contra Catalunya. Si se habla de la economía, todo es culpa de los catalanes sediciosos mientras las cifras reales dicen que Catalunya va disparada. Sea como sea, pitos o flautas, el problema es Catalunya. Y así, agitando fantasmas y bajas pasiones, sale adelante. Y funciona de primera, al menos por ahora. La única respuesta es siempre Catalunya, la maldita Catalunya.

El problema es que cuando vas tan enchufado te hace falta, cada día más, incrementar la dosis para generar el mismo efecto, de crispación. Así Rivera, en esta carrera para aumentar los decibelios, le da al acelerador y pone dianas. Es así como señaló a los maestros de Sant Andreu de la Barca y es así como los puso en el disparadero. Al día siguiente de su última bravata, cuando se hizo de noche, los camaradas actuaron. El instituto El Palau se despertó cubierto de amenazas con nombres y apellidos. La justicia, como es habitual, calló. ¿Por qué motivo deberían mover un dedo? Rivera después de provocar el incendio también calló. Rivera podría haber hecho de bombero/pirómano. Pero ni siquiera este ejercicio teatral se planteó. Rivera es de tierra quemada. Y de que no vuelva a crecer la hierba. Si de caso, sal. Hay una frase mítica del general franquista Queipo de Llano que lo condensa todo, todo el pensamiento. El general retransmitiría la guerra desde Sevilla, predicando la buena nueva: 'Convertiremos Madrid en un vergel, Bilbao en una gran fábrica y Barcelona en un inmenso solar'.

Amenazar a los profes es poca cosa. Así que ahora tocaba pasar a un segundo estadio. Destrozar el coche de la escritora y diputada de ERC Jenn Díaz, vecina de Sant Andreu de la Barca. Como siempre, la justicia española ni caso. Y Rivera, qué tiene que decir Rivera si el coche era amarillo. Si de hecho agredir físicamente a alguien por portar un lazo amarillo está permitido. ¡Arriba España!

Con aquel tono despectivo tan habitual y aquella suficiencia del que ya lo ha hecho todo en la vida aunque desde los 25 años vive de la política, Rivera aseguraba días atrás que él no se había tomado la pastilla que se habían tomado los indepes. Pero la pregunta a plantearse no es qué pastilla nos hemos tomado la escoria a la que no nos parece bien que se pegue a la gente, que es destruyan coches o se asalte a medios, que se intimide a los docentes o que se vele por los derechos y libertades. Albert, la pregunta de verdad es qué te tomas tú. ¿De verdad, qué es?

Ps. Con respecto al implante capilar tengo un amigo que se hizo uno y quedó magnífico, si bien durante unos días no sabía dónde tenía el culo, además de un terrible dolor de cabeza.