La mejor noticia posible este 10 de enero es la vuelta de los escolares a las aulas. Como lo fue justo ahora hace un año ante la desafortunada iniciativa de un grupo de especialistas que lanzaron un manifiesto público para cerrarlas.

Si algo sabemos ahora a ciencia cierta, con la perspectiva del tiempo, es que el único error importante ―si bien comprensible― fue la decisión de cerrarlas en marzo del 2020. Claro que ahora ya sabemos todo lo que no sabíamos. La experiencia es determinante. A toro pasado, todos adivinos.

Por este mismo motivo resulta tan fuera de lugar aquella falta de saber estar que se vivió en las Navidades del 2020, protagonizada por aquellos que más tendrían que destacar en proyectar una imagen de orden, rigor y sensatez. Eso parecía más el fruto de una incontenible necesidad de pontificar y/o desautorizar la compleja gestión de una pandemia que de ayudar a gestionarla. Sin embargo, si en Catalunya se ha pecado, ante la adversidad de este periodo, ha sido por exceso y no por defecto. Que se lo pregunten, si no, al querido Fermí Puig y al conjunto del gremio de restauradores. Y ya no hablemos del ocio nocturno. El mismo Ferran Adrià lideró la comprensible y airada respuesta de los restauradores catalanes, hartos de sufrir restricciones de aforo y cierres gubernativos.

La covid seguirá entre nosotros hasta no se sabe cuándo. Como seguirá igual la condición humana, la codicia, la vanidad y un acentuado afán de protagonismo y notoriedad

También es comprensible la decisión de Salud Pública de aumentar la exigencia para confinar a toda un aula que, al final, es una medida que, aunque se haya comunicado intempestivamente, tiene por objeto reforzar la presencialidad y una progresiva vuelta a la normalidad. Como tendría que ser una buena noticia la reducción del periodo de aislamiento por un positivo o por contactos estrechos. Todo lo que sea avanzar hacia una progresiva normalidad es un estímulo en positivo para ir dejando atrás un periodo de excepcionalidad que cuanto menos se prolongue, mejor.

Aprender a convivir con la pandemia es hoy el principal reto ante un plausible horizonte que no parece que tenga ningún parecido con la repentina desaparición de la llamada "gripe española" que diezmó Europa y el mundo hasta 1920. La covid seguirá entre nosotros hasta no se sabe cuándo. Como seguirá igual la condición humana, la codicia, la vanidad y un acentuado afán de protagonismo y notoriedad.

Educació ―antes Bargalló y hoy Gonzàlez-Cambray― ha sabido estar a la altura ante unas circunstancias tan adversas como envenenadas por controversias tan interesadas como ahorrables. Como también lo ha estado la comunidad educativa, que ya defendió la reanudación de la actividad escolar el invierno del 2021. Ahora volverán a pesar de tener que hacerlo en medio de la peor ola de contagios y a pesar de unas cifras de vacunación ejemplares.