Los lazos amarillos en los escaños de Oriol Junqueras y Jordi Sànchez son la viva estampa de la situación política que vivimos. Tal vez, este viernes, el Tribunal Supremo incrementará el número de lazos amarillos. El magistrado Llarena ha citado nuevamente a declarar a cuatro electos de ERC y dos de JxCat. De estos, cuatro son consellers que el mismo juez liberó después de 34 días en Estremera y Alcalá-Meco. Los conozco a todos, de muy cerca, a ellas y a ellos. Todos son patriotas de piedra picada, lo que no les ha ahorrado ser al mismo tiempo víctimas de la ira o el desprecio de nuestros fundamentalistas, que canalizan su impotencia no contra el Estado sino contra aquellos consellers u otros compañeros que han asumido un compromiso como nunca antes no se había visto.

Hoy, teníamos la opción de investir a Jordi Turull, uno de los consellers que hizo el 1 de Octubre. Uno de los que fue a la prisión. Uno de los que quizás volverá a la prisión. La derecha españolista puso el grito en el cielo cuando el presidente Torrent anunció anoche que convocaba pleno y proponía a Turull. El Gobierno español, en paralelo, reaccionaba con la velada amenaza del verdugo. Pero, aun así, el pleno se ha celebrado, ajustado a derecho y a pesar de esta pulcritud todo el mundo ha entendido que mañana Marta, Dolors, la Carme, Rull, Romeva y Turull pueden ser nuevamente los chivos expiatorios de este pleno fallido. Aun así, una parte de los nuestros le ha negado el apoyo y la consecuencia es que la investidura ha sido fallida. Quizás habría sido igualmente abortada porque mañana el magistrado Llarena lo puede dinamitar. Y quizás Turull no tendrá ni siquiera la opción de volver a intentarlo el sábado en segunda votación.

El 21 de diciembre premió las candidaturas de JXC y ERC. Por separado las dos formaciones incrementaron claramente el número de votos respecto a Junts pel Sí. Y castigó el anticapitalismo (ahora cuatro diputados) que se había visto beneficiado en el 2015 por la candidatura unitaria. La principal diferencia es que en el 2015 los 10 votos anticapitalistas eran imprescindibles al lado de los del sí. Ahora, ya no lo son. Una abstención era suficiente. Pero la situación de los dos exiliados en Bruselas que mantienen el escaño ha permitido volver a ejercer una minoría de bloqueo con la abstención, con sólo cuatro diputados. Y la han ejercido.

Cuando el próximo día vuelva a Estremera quizás ya no sólo encontraremos a Oriol y Quim. La lista de represaliados se habrá ampliado. Y no habrá ninguna revuelta civil. Y tampoco ningún valiente, de los que se golpea el pecho, les sacará d'Estremera. Además, no tendremos Govern. Me pregunto si existe un solo argumento que justifique que no tener Govern es mejor que tenerlo. Me pregunto qué resolverían unas nuevas elecciones en verano. Más bien, todo apunta que unas nuevas elecciones acentuarían la confrontación interna y no ningún embate con el Estado. Y me pregunto también: si no hemos podido implementar el resultado del 21D, ¿por qué motivo podríamos hacerlo a partir de julio? ¿Y mientras tanto, qué?

Ir a elecciones es, en el mejor de los casos, jugar a la ruleta rusa. Este jueves sí que empezó a correr el contador. Quedan dos meses. Juntos somos más fuertes; haciendo el tonto más debilitados.