Mònica Terribas creó un espacio en el Matí de Catalunya Ràdio con Xavier Antich y David Fernández. Lo bautizó como El Racó de pensar. Sus protagonistas 'reflexionaban y se rebelaban contra la dictadura de la actualidad'.

Bien, el tridente del Rincón de pensar gobernará Òmnium los próximos años. No hay duda que con esta decisión la entidad garantiza un relevo arreglado al liderazgo de Jordi Cuixart y el badalonés Marcel Mauri que han vivido la que sin duda ha sido la etapa más intensa de la entidad los últimos años y quien sabe si de toda su historia. Al menos, hasta ahora.

Evidentemente no son los únicos nombres de una junta que cuenta con otras notables incorporaciones. Entre estos, el politólogo Marc Sanjaume, autor de un estudio tan didáctico como brillando con su 'independencia y progreso. El reto democrático del ScotishNationalParty', un libro que se tendría que leer el tridente del Rincón de pensar —si no lo ha hecho ya— y todo el resto de la junta. Porque están las claves para entender como se conquista la hegemonía, como sumar y como asumir contradicciones en el 'trilema del independentismo democrático': gobernabilidad, independencia y apoyos electorales.

Porque si de lo que se trata es de cambiar marcos, de pensar antes de actuar, lo que expone Sanjaume sobre cómo se construye una hegemonía, en Escocia, es una experiencia de un valor incalculable en unos tiempos en que el griterío histriónico y el deseo irracional han sustituido la lógica y la racionalidad. Tal como resume Sanjaume 'la victoria del SNP es más profunda que sus resultados'.

Las primeras palabras del Xavier Antich parece que vayan en esta dirección. Al menos eso pareció que insinuaba Antich —ya como Presidente de Òmnium— si no con todas las letras con bastante claridad. También hay que subrayar su advertencia ante el populismo y la antipolítica. Hacía falta.

El reto mayúsculo del independentismo es —y parece mentira que haya que insistir— el conjunto de ciudades de las regiones metropolitanas. Y obviamente Barcelona

Ahora, la cuestión es, por lo tanto, no exactamente cómo se repiensa una estrategia estimulante que toque de pies en el suelo —que también— sino cómo se cambian las condiciones objetivas que favorecen una correlación de fuerzas favorable al ejercicio de la autodeterminación. En tiempo de desorientación general y de proliferación de profetas a 140 caracteres la máxima, hemos visto cómo se pretendía que todo era un problema de coraje y que cualquier otra consideración era un augurio o evidencia de renuncia. Esta fanfarronería ha quedado retratada hasta la parodia con el episodio esperpéntico del caso Juvillà. Pero esta deriva ha hecho y todavía hace el suficiente daño como para permitir centrar desacomplejadamente el debate en un análisis sereno y objetivo de las fortalezas y carencias del independentismo, sobrevaloradas las primeras y descuidadas las segundas.

No es que no se haya intentado hacer, es que el ruido ha hecho que fuera imposible de escuchar toda razón que no fuera un apasionado clamor épico cada vez más alejado de una realidad tan compleja como implacable.

Los grandes consensos a los que apela Òmnium necesariamente pasan por generar complicidades con aquello que significó el 3 de Octubre y que van más allá de un retórico 52 por ciento que ya ha evidenciado no solo su falta de articulación y de cohesión sino una incapacidad manifiesta de vertebrar complicidades no ya en el arco parlamentario sino, por ejemplo, con los agentes sociales y económicos. O en torno a cuestiones nucleares como la lengua o la denuncia de la represión. Quizás lo mejor de la puesta en escena de la nueva Junta de Òmnium en L'Hospitalet fue —por lo que representa— la presencia de una amplia mayoría sindical, la misma que se manifestó en la calle en defensa de la Escola Catalana.

El trabajo prioritario por hacer, luce poco y es arduo pero es el imprescindible para avanzar: hacer hegemónico el independentismo al conjunto del país, creciendo en el Baix Llobregat y en el conjunto de las regiones metropolitanas. El reto no está en Amposta (capital de comarca con una mayoría más holgada) donde ya hay un alcalde ejemplar que gobierna y proyecta sentido común que genera confianza. Ni tampoco en Berga. Ni en Girona. El reto mayúsculo del independentismo es —y parece mentira que haya que insistir— el conjunto de ciudades de las regiones metropolitanas. Y obviamente Barcelona. Sin atender esta premisa todo el resto es parole, teatro y fuegos artificiales que cada vez son más fogonazos que castillos.

Suerte y aciertos en el Tridente del Rincón de pensar. Y también firmeza para defender una posición y mantener el rumbo ante un ruido ambiental reactivo, que es más virtual que real y que sobre todo no es nada práctico —todo lo contrario— para culminar un trabajo titánico, una ardua pirámide que habría dicho Joan Coromines como si fueran los vértices del trilema de Sanjaume.