Decía Tatxo Benet, irrumpiendo en el debate sobre pactos patrióticos o de bloques, que los pactos locales responden a idiosincrasias locales y que es incluso saludable que haya pactos transgresores; "personas independentistas y unionistas se entienden cuando ven que es positivo para su pueblo" aunque acto seguido recomendaba, como prioridad, a ERC y Junts per Catalunya (de la CUP no decía nada) pactar en "todos los ayuntamientos que fuera posible" y, como segunda opción, "pactar conjuntamente o por separado con comunes allí donde fuera necesario [ejemplo Lleida]", decía. Me parece bastante razonable.

La serena reflexión de Benet contrasta con la encendida declaración de algunos de los chicos de Waterloo, como el diputado de Valls y portavoz parlamentario convergente, siempre listo para aleccionar teatralmente, rasgándose las vestiduras con suprema facilidad y públicamente. El de Valls, donde los posconvergentes tienen la alcaldía gracias a un acuerdo con ERC, reprobaba —la víspera de anunciar que entregaban la presidencia de la Diputación de Barcelona al PSC— los acuerdos del PSC con ERC en varios municipios (siempre con alcaldías de ERC, por cierto) como una traición a la causa de la "unidad". Por contraste añadía toda una serie de datos sobre pactos y lo remachaba afirmando "manera de ser, manera de hacer," mientras pedía lealtad al 1 de octubre. En fin, ningún escrúpulo a la hora de utilizar a conveniencia una fecha ya mágica en el imaginario colectivo, soberanista y democrático, por la que hay personas que se enfrentan a penas de hasta 25 años de prisión.

Lo más curioso de todo es que, ya cerrado el conjunto de los acuerdos en los consells comarcals y diputaciones, la lista de pactos con el PSC, legítimos por otro lado, la lidera de forma destacada precisamente el partido de Carles Puigdemont, a pesar de la comedia de quejas con la letanía habitual. Y ahora lo han remachado rotundamente, con la guinda del pastel: los posconvergentes han dinamitado el acuerdo con ERC y comunes en la Diputación de Barcelona pactando con el PSC, pacto también legítimo y humanamente comprensible para no dejar ningún leal servidor en la estacada. Los partidos con más mochila sufren más cuesta arriba. A la hora de la verdad, cuando se han encontrado con el hambre, toda aquella larga lista de reproches y descalificaciones que se han dedicado socialistas y posconvergentes, se ha desvanecido. Todo por la pasta (con las cosas de la comida no se juega) y por satisfacer un orgullo herido.

Los socialistas no han dejado nunca de anatemizar a los convergentes y a sus refundaciones con el mantra del tres por ciento. Venían a decir los socialistas y su artillería mediática, y han insistido como una apisonadora, entre otros, en que los convergentes habían robado tanto que casi eran una organización criminal. Tan fuerte fue la campaña, judicial y mediática, que desencadenó la primera refundación convergente. Por su parte, los convergentes habían apuntado históricamente a los socialistas como el caballo de Troya del españolismo en Catalunya y, desde el 1 de octubre, como el partido del 155, patrióticamente el peor descalificativo posible.

Vamos por partes. Vivido desde El Alt Penedès, Junts per Catalunya ha pactado con el PSC en el gobierno municipal de Vilafranca. Un caso curioso porque en su día, CiU obtuvo la alcaldía gracias a una moción de censura —exigida como acto patriótico y de regeneración— con el soporte de la CUP y ERC contra el PSC. Desde entonces lo que hay es un pacto de hierro entre los posconvergentes y PSC que ahora han vuelto a reeditar a pesar del ascenso de ERC, segunda fuerza, y su predisposición a pactar. Por si no fuera suficiente, este acuerdo también se ha trasladado al Consell Comarcal. Y para no dejar nada al azar también se ha consumado en la Mancomunitat Penedès-Garraf, siempre que también se ha materializado en el Consell Comarcal del Garraf, en este caso frustrando un acuerdo entre ERC, CUP y comunes que también incluía a Junts. Claramente, lo que más se parecía a la Catalunya del 80 por ciento. Lo han rematado en La Anoia, también en la veguería Penedès, territorio abrumadoramente sociovergente. Como el Penedès hay muchos más. La lista de consells comarcals que gobernarán Junts y PSC es generosa, no hay ninguna otra tan generosa, de hecho. Lo harán incluso en el Baix Llobregat, donde Junts, elección tras elección, se va haciendo pequeña, residual. Ahora ya como quinta fuerza, de muleta del PSC, papel que antes parecía reservado sólo a ICV. Y también lo han extendido en El Alt Empordà, La Selva y lo intentan en El Pallars Jussà. Tanto gusto le han cogido que, en El Maresme, Junts y PSC lo están intentando incluso con Ciudadanos.

Los socialistas no han dejado nunca de anatemizar los convergentes y sus refundaciones con el mantra del tres por ciento

Y esta sociovergencia, legítima, obviamente, se ha consumado con nota en la Diputación de Barcelona, y ha impedido el acuerdo que lideraban ERC y comunes y que incluía también a Junts, un acuerdo que dejaba a los de Iceta sin la presidencia de la Diputación de Barcelona (se la quedaba ERC) y que abrazaría a una amplía mayoría soberanista después del desencanto por el pacto en la capital de Catalunya. Y este, el de la Diputación, sí que ya no es un acuerdo menor (hecho a espaldas, negociando a dos lados), sino que es el acuerdo en la tercera institución del país, la primera incluso con respecto al margen de discrecionalidad con los recursos disponibles. Ya no estamos hablando de una institución menor sino de un ente que gestiona mil millones de euros anuales. Sólo hay que decir que L'Hospitalet de Llobregat, segunda ciudad de Catalunya, gestiona un presupuesto de 248 millones. La Diputación de Barcelona, presidida todavía por un convergente con el apoyo de ERC, es la más potente de todo el Estado, y gestiona la red de medios de comunicación locales, los tributos, ayuda a la Generalitat a pagar los jardines de infancia o infraestructuras locales y comarcales de todo tipo... Ayudas, fondo de prestación y créditos, entre otros.

Después de tanto reprobar a los del 155, después de mantener sin tregua una campaña soterrada contra el líder encarcelado (a quien han acusado miserablemente, del derecho y del revés, de todo tipo de pactos secretos con sociatas o PP) y habiendo podido optar por una alianza inédita, que es precisamente la que había defendido Ernest Maragall para el Ayuntamiento de Barcelona, Waterloo ha pilotado e impulsado ahora la patriótica decisión de entregar la Diputación de Barcelona al PSC. Por el amor de Dios, qué mala consejera es la estulticia de una 'inteligencia' irascible que le ha entregado la presidencia de la Diputación al PSC sólo para joder a ERC, para remachar la estrategia de Iceta de aislar a ERC, de arrinconar aquellos que se han erigido como la única amenaza en los feudos socialistas. Son los tontos útiles de un astuto Iceta que ha sabido explotar el odio visceral contra ERC. Si toda la vida, hasta hace cuatro días, has militado en la sociovergencia, recuperar el hábito debe de ser un automatismo.

La pregunta final a hacerse es: ¿A qué estrategia responde entregar al PSOE la presidencia de la Diputación de Barcelona?

Y es que más allá de la retórica patriótica, de la gesticulación grandilocuente, del jugadamestrisme cada día más rocambolesco, al final queda lo que queda, "maneras de hacer, maneras de ser" que decía aquel con el ímpetu desahogado del que hace cuatro días que ha salido del armario político, después de toda una vida militando en CiU. Si no es que tienes pan en el ojo, claro está. O que sencillamente eres tonto. Ya lo dice el refrán "ver la paja en el ojo del vecino pero no ser capaz de ver la viga en el tuyo".

La pregunta a hacerses: ¿A qué estrategia responde entregar al PSOE la presidencia de la Diputación de Barcelona? ¿Es la enésima jugada maestra? ¿Ayuda a la internacionalización de algo? ¿Hace más fuerte el movimiento republicano o independentista? ¿Es la primera respuesta al final del juicio contra los presos del 1 de octubre mientras esperamos sentencia? ¿Cohesiona más el ya frágil gobierno de Torra o lo distorsiona irreparablemente? ¿Cohesiona más y mejor a una mayoría parlamentaria ya en entredicho y con un vicepresidente parlamentario que embiste día si día también contra su presidente? ¿Es el ensayo o prólogo de nuevas mayorías parlamentarias y de nuevos gobiernos? ¿Hay algo oculto e inconfesable en el pacto que entrega la Diputación al 155 en lenguaje neoconvergente?

La sociovergencia había perdido fuerza y poder. Ya ha vuelto, con el PSC liderándola, para más inri. Qué tontos son. La sociovergencia no estaba muerta, sólo de parranda.

Y a pesar de todo eso, ERC tendría que reaccionar con serenidad y no precipitarse en ninguna decisión. La única prioridad a las puertas de la sentencia contra el 1 de octubre tiene que ser articular la respuesta a esta sentencia, prioridad absoluta, organizando un frente antirepresivo. Con la CUP, con los comunes (a pesar de la jugada en la capital de Catalunya con Valls-Ciudadanos) y también con el mundo posconvergente, aunque este esté exhibiendo sin rubor su disponibilidad a cualquier operación por escandalosa que sea. Como aquel capitán, que disconforme con su tripulación, amenaza con hundir el barco dando mazazos sobre la cubierta.