Junqueras y Puigdemont son los principales artífices políticos de la alborada de octubre. A veces, con una encomiable determinación, otras a trancas y barrancas. La presión del Estado se hizo asfixiante en algunos momentos. El aparato judicial puso todos sus focos sobre el Govern con multitud de requerimientos y amenazas. Los grandes medios de comunicación (con El País al frente) y todos los poderes fácticos ejercieron una indecente campaña colegiada que tenía como principal objetivo tumbar el 1 de octubre y criminalizar a sus protagonistas. Si el Govern de Catalunya no cedió e impulsó el referéndum del 1 de octubre es, sobre todo, porque entre el uno y el otro, Puigdemont y Junqueras, estuvieron. Puigdemont proponiendo el referéndum, Junqueras (con Romeva) asumiendo la principal responsabilidad a petición del propio president. Y por eso, únicamente por eso, están hoy en la prisión y en el exilio. Porque cumplieron con nota y el Estado no se lo perdona. Como están en la prisión Jordi Turull, Raül Romeva, Quim Forn, Dolors Bassa y Josep Rull. Todos ellos están encerrados por su compromiso. Y están pagando el precio más alto. Sin olvidar los que están en libertad condicional o todos los exiliados, todos y cada uno de ellos.

Pero los primeros golpes no fueron contra el Govern sino contra el Parlament. Es Carme Forcadell, como presidenta del Parlament, la primera que aguantó con mano de hierro el embate de un estado que quería tumbar el referéndum, que quería impedir la votación democrática a cualquier precio. Y por eso también está hoy en la prisión. Porque hasta el último día de su mandato defendió la soberanía parlamentaria. Recordemos cómo inició el mandato y cómo acabó su primera intervención: "¡Viva la democracia, viva el pueblo soberano, viva la República Catalana!".

El precio del 1 de octubre no ha sido poca cosa. La factura humana es enorme

Y ciertamente, también, están los Jordis en la prisión. Enormes, audaces. A Cuixart y Sànchez, los primeros represaliados, los tienen en Soto del Real, como una operación de venganza y castigo contra la ciudadanía que acompañó todo el procés y que respondió en la calle, cívicamente, las acometidas del Estado y su aparato judicial y policial. Así fue el 17 de agosto (con Forn dirigiendo a los Mossos ante la inhibición del Estado); así fue el 9 de septiembre en Valls, cuando la Guardia Civil entró en El Vallenc en el marco de la operación para impedir el referéndum requisando papeletas o carteles. De urnas no encontró ni una, por cierto. Ni aquel día, ni nunca. Todavía les escuece. Así fue el 20 de septiembre cuando asaltaron la Conselleria d'Economia y detuvieron a los principales colaboradores de Junqueras. Y así fue el 1 de octubre y el 3 de octubre cuando el pueblo tomó la calle. Primero, defendiendo las urnas. Después, manifestando masivamente su indignación. El 1 de octubre triunfó porque la sociedad respondió con una firmeza que abortó la masiva represión ordenada por el gobierno del PP y de un estado corrupto hasta las entrañas. Los protagonistas fueron los ciudadanos anónimos y no tan anónimos, como Juli Fernández (alcalde de Sabadell), apaleado por la policía española por defender las urnas en el asalto a la escuela Nostra Llar. O tantos otros. Y el 3 de octubre es la mayor movilización democrática de la historia de Catalunya.

También está en el exilio Marta Rovira, la única dirigente de una formación política acusada de rebelión y señalada como una pieza clave del 1 de octubre. No es casualidad. El Estado ha ido a por ella, directamente. Y si hoy está en el exilio es sencillamente porque en el estado español nunca habría tenido un juicio justo. La tenían enfilada, no habría tenido ninguna otra opción. Pero no es sólo Rovira; quien era su secretario general adjunto, Lluís Salvadó, está empurado hasta arriba. Como Josep Maria Jové, presidente del consejo nacional de ERC, sobre quien pesa la acusación de ser el principal responsable logístico del referéndum. O Anna Simó, presidenta adjunta, también procesada. Toda la columna vertebral de ERC está en la prisión, en el exilio o en libertad condicional. El precio del 1 de octubre no ha sido poca cosa. La factura humana es enorme. Nunca lo olvidemos, a pesar de las legítimas discrepancias estratégicas de los representantes de un movimiento plural, muy plural y transversal. Y aquí reside también buena parte de su fortaleza y de su futuro y la capacidad para penetrar en todo el tejido social hasta ser imparable.