Empar Moliner es única y, probablemente, la mejor escritora del momento. Tiene una prosa tan auténtica como ella misma. No hay nada impostado en una actitud vital que puede llegar a ser tan encantadora como desconcertante.

Es un ser extraordinario que hace buena la teoría del caos. Es todo sentimiento y pasión regado con una buena cantidad de sagacidad y de una genialidad tan genuina como insólita. Todas estas virtudes conviven con un desorden estructural que puede llegar a asustar. Pero ella es así y a estas alturas ya llegamos tarde para hacerla ir por el camino del orden y de una existencia convencional.

Ahora ha sido la escritora que más ha vendido durante el día de Sant Jordi, que es de mucho el mejor día del año para las editoriales que siguen teniendo en el papel impreso un negocio que se resiste al paso del tiempo y sobrevive con vigor a una digitalización que desgraciadamente hace estragos en la prensa de papel.

El libro de papel también sigue maravillosamente vivo contra todos los pronósticos que parecían apuntar que tenía los días contados. Afortunadamente, las predicciones se han equivocado. Al menos por ahora.

Gana no sólo porque escribe bien y es un nombre que garantiza ventas; gana porque cuando la lees, te hace sentir vivo, transmite sus vivencias, trama o reflexiones sin filtros, con una indiscutible autenticidad

Los días de Sant Jordi son muy mediáticos. Y Moliner lo es y sin duda que eso ayuda. Ahora bien, si toda comparación es odiosa, basta con afirmar solemnemente que la prosa de Moliner sobresale muy por encima de la media de lo mejor que se publica.

Que ganara con Benvinguda el Premi Ramon Llull no fue ninguna casualidad. Gana no sólo porque escribe bien y es un nombre que garantiza ventas; gana porque, cuando la lees, te hace sentir vivo, transmite sus vivencias, tramas o reflexiones sin filtros, con una indiscutible autenticidad.

Nada en ella es políticamente correcto, ella misma tampoco. Es transgresora y rehuye como la peste dejarse llevar por el viento. Sus opiniones cuadran poco con la doctrina feminista al uso, convertida en ideología del sistema junto al ecologismo. Es un ser tan prodigioso que nunca deja indiferente y también es una luchadora nata a quien nada le ha sido regalado. Empar es como el buen vino, no se marchita como una flor. Es perenne.

En Benvinguda habla de la menopausia, del paso del tiempo. Pero no para explotar una condición de género, más bien para descubrirse, para narrar los cambios inexorables que opera el paso del tiempo. Por mucho que ella niegue que Benvinguda tenga un carácter autobiográfico, no es difícil trazar un paralelismo con el curso de su vida cuando ha llegado a la madurez, por mucho que ella parezca resistir ―incombustible― al paso del tiempo.

Tarde o temprano, la galardonarán con el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes y ―sin querer desmerecer una meritoria lista de galardonados― será una decisión que honrará al Premi más que el Premi a ella.