La visita de Pablo Iglesias a Lledoners ha hecho correr ríos de tinta. De entrada, es de agradecer que Iglesias se atreva a visitar Lledoners mientras la España cañí se rasga las vestiduras. Le han dicho de todo, tal como hace aquí nuestra intransigencia, pero al revés. Iglesias es el único líder político español que lo ha hecho. Nadie del PSOE, que tanto reclama los votos catalanes para aprobar las cuentas, se ha acercado. No se atreven, no solo por temor a la reacción de una derecha que basculaba entre hijos de franquistas y neofalangistas y que ahora tiene una competencia abiertamente fascista y xenófoba, sino porque el mismo PSOE convive con personajes que son perfectamente intercambiables con los Rivera, Casado o los caudillos de Vox, como el inefable Pepito Borrell.

El PSOE no es Ciudadanos (ni el PP), aunque no hace ni cuatro días quería pactar con la derecha del PP, Ciudadanos. Como reacción, el PP ha clonado al falangista Rivera en el neofranquista Casado. La pugna por ser el más facha echa chispas.

El paso de Borrell por el Íbex 35 se recordará y no por ninguna gestión brillante en un consejo de administración tan bien remunerado como opaco

En paralelo a la exigencia del PSOE por los presupuestos, el ministro Borrell, siempre inmerso en polémicas crematísticas, hacía su particular prólogo del encuentro con uno de sus exabruptos, tan celebrados por el facherío, que a la hora de la verdad es el papel que le ha regalado una segunda vida política, aunque su trayectoria profesional y política es la de un hombre que ha chapoteado en asuntos turbios. Su paso por el Íbex 35 se recordará y no por ninguna gestión brillante en un consejo de administración tan bien remunerado como opaco. Para compensar la inmundicia que lo acompaña, se significó contra el procés e hizo de la necesidad virtud. Este es uno de los motivos que explica que Borrell recuperara con entusiasmo su feroz discurso jacobino. Tinta de calamar. Gracias a estos méritos (en la España cañí, el más tonto hace relojes), se encontró catapultado a hacer de orador, con pátina progre, en las manifestaciones españolistas repletas de franquistas, falangistas, fascistas y nazis. Mientras él arengaba a las masas, los pelotones que ha espoleado Ciudadanos repartían cobardemente leña. Y de aquí, a ministro de Asuntos Exteriores, para cubrir el flanco más intransigente del PSOE y cuidar la frontera con Ciudadanos.

El partido de Pepito, el mercenario de La Pobla, amenaza con elecciones, que es una especie de recurso compartido de todos los que evalúan el futuro en función de las expectativas electorales. Quien no quiere elecciones es Iglesias, obviamente. Hay que decir que ya agradeceríamos que otros dirigentes políticos españoles tuvieran la mitad del respeto de Iglesias cuando habla de Catalunya. El de Podemos es un demócrata de arriba abajo. Otra cosa es que Iglesias se equivocara pretendiendo que visitaba a Oriol Junqueras (y a Raül Romeva) en Lledoners para obtener un aval a los presupuestos. Y es que, a la hora de la verdad, de presupuestos ni se habló. Junqueras fue tan tajante tan solo empezar el encuentro, cuando auguró los años que se pasaría en la prisión, "Saldré mucho más fuerte de lo que he entrado", que Iglesias quedó aturdido. Romeva fue claro y contundente: "Nos pasaremos años en prisión. Pero nosotros saldremos más fuertes, y el régimen monárquico, más débil". Joan Tardà, presente en el encuentro, escuchaba emocionado a los compañeros encarcelados. "No hay prisión para tanta dignidad", nos decía al salir.

El 2 de noviembre hará un año de esta ignominia democrática y ya nos hemos acostumbrado a vivir con presos, al desprecio y el odio visceral de los partidos y el régimen monárquico contra ellos e, incluso, a convivir con el desprecio y la difamación de nuestra patriótica y exaltada intolerancia. A lo que no nos podremos acostumbrar es a la lección de dignidad que cada día emana de las prisiones donde han pretendido castigar la sed de justicia y el hambre de libertad.