Tanta era la suciedad que arrastraban los bancos, después de tanto alimentar la burbuja inmobiliaria que atrapó a decenas de miles de personas, que hubo que idear un plan para salvar los bancos, que no a las personas. Así que para deshacerse de los llamados activos tóxicos desdoblaron su estructura y crearon, en paralelo, un banco que heredara toda la suciedad que habían generado.

Era sólo una fachada para rehuir responsabilidades. En teoría, el papel todo lo aguanta, este banco tóxico resolvería el problema de la trampa monumental a tantas personas que habían comprado una vivienda que después no podían pagar. Pero obviamente aquí lo único que se resolvería es la salud bancaria de la matriz. La factura tóxica no la resolverá el banco tóxico, la pagarán todos los contribuyentes. El banco tóxico, en España denominado Sareb, es el invento que permitirá sanear las fechorías de sus matrices, con una vigencia de 15 años; que visto el resultado del negocio, se podría alargar 15 años más, si no eternamente. ¿Quién no querría un vertedero para tirar toda la porquería que generaste y la que sigues generando? El banco tóxico no sirve al interés general ni resuelve nada más que los problemas que ha generado la matriz.

Visto el éxito del invento bancario, los más espabilados de la política han ideado su partido tóxico. Si tan bien funciona para salvarle la cara a un banco, ¿por qué no tendría que servir para dejar un cutis impoluto en una marca electoral? Pureza virginal para la matriz y todas las impurezas al vertedero tóxico. Es goloso recurrir a esta manera de proceder, engancha fácil.

El banco tóxico no sirve al interés general ni resuelve nada más que los problemas que ha generado la matriz

La primera refundación política del país, para huir del lastre de la corrupción, nos cogió en plena legislatura del procés. ¿Cuántas veces había advertido un conocido dirigente republicano que, llegado el día, la mochila corrupta pesaría tanto que condicionaría toda ambición nacional? Sencillamente porque los que habían hecho la vista gorda la dejarían de hacer automáticamente. Lógico y previsible.

Aquella primera refundación resultó una chapuza, absoluta. Los vencedores se acabarían quemando y permitirían a los derrotados emerger como el ave fénix. Poco se imaginaban los vencedores de que su papel, de cara al futuro, sería el del banco tóxico, acumular todas las miserias a fin de que otros tuvieran el culo limpio, el sacrificado papel (imprescindible) de los lenguamarrones

Llegado el momento de presentarse en sociedad para reclamar el favor de los votantes, la matriz ideó una nueva marca y creó dos realidades paralelas, que conviven y coexisten a menudo con notable incomodidad, sobre todo si te ha tocado ejercer de activo tóxico, gestionar el vertedero. El banco tóxico de la política catalana no sirve a ningún otro interés que al de su marca electoral, a menudo con aspavientos, a menudo con intensas discrepancias. Y este interés es el de preservar la hegemonía por encima de todo, con odio visceral a quien la ponga en cuestión.

Porque a la hora de la verdad, cuando se trata de gestionar el negocio, de hacer la competencia sin escrúpulos de ningún tipo, de mantener el statu quo, todas las alianzas son válidas. Incluso con los mismos que en su día te daban carta libre y ahora te hacen pagar el precio. Y entonces sí, entonces la matriz y la filial, la marca blanca y su banco tóxico, cierran filas. Con la comida no se juega. Nada une más a las personas que compartir un odio, decía Henry Rollins, el activista y músico norteamericano. El contestatario Rollins llegó a actuar para las tropas desplazadas en Iraq, en 2003, que al final eran la carnaza, la carne de cañón de la humanitaria operación de control de petróleo. Y allí les dijo: "No dejéis que vuestro comandante os mienta, para eso ya tenéis a vuestro presidente".