En los audios policiales que se han hecho públicos se puede oír el entusiasmo con que los agentes uniformados pegaban a todo el mundo el 1 de Octubre. Pusieron un plus apasionado de entrega al garrotazo, que tiene mucho que ver con el espíritu con que los despedían en sus bases policiales con profusión de banderas y coreando el "¡A por ellos!". Unos auténticos entusiastas pegando y disparando a todo bicho viviente, tuviera 80 o 16 años, "metiendo la porra como si no hubiera un mañana". Por la noche, como perros rabiosos, todavía gritaban poseídos "¡Que nos dejen actuar!". Tenían muchas ganas de volver a salir a apalear a gente; pegar a yayas les debió de parecer muy de macho y gratificante. "Por el Rey y por España". No iban a destajo, cada golpe debió de puntuar, visto cómo repartían a diestro y siniestro, en el Ebre, en Barcelona, en Lleida o en el Empordà. Cuantos más cráneos abrían, más reconocimiento y gratificación, debieron de pensar. En la vida hay gente para todo; hay quien disfruta pegando como hay gente a quien gusta intimar con jovencitas, tal como indican las denuncias contra jueces y magistrados españoles en su estancia en Cartagena de Indias a cargo del erario público —a saber si también pretendían cargar su solaz sexual en la cuenta del contribuyente.

Y el sábado, las fuerzas de seguridad españolas volvieron a Catalunya, en vísperas del 1 de Octubre, a conmemorar su hazaña y reclamar la paga como contraprestación para igualarse, dicen, a los Mossos d'Esquadra; una mezquina falsedad porque oculta todos los complementos exclusivos de los que se benefician. Por no hablar de la inmunidad implícita con que actúan, visto que un agente de paisano puede romperle la cara impunemente a cualquiera (pongamos a Jordi Borràs, por ejemplo) en medio de Barcelona y aquí no pasa nada. Como no pasó nada cuando un policía nacional, armado y de servicio, ante la jefatura de la Via Laietana increpó y amenazó a la diputada Jenn Díaz y el diputado Josep Maria Jové y les escupió. La denuncia, una vez más, no sirvió de nada. La fiscalía silba. Y el policía quizás será condecorado.

A los jueces tanto les da, bastante trabajo tienen con sus vacaciones canalla en Colombia. Por cierto, en la lista colombiana constan nombres de ilustres magistrados; en cuanto a los fiscales, mejor no acercarse, no vaya a ser que acabes siendo tú el denunciado. Y tanto da si te han sacado un ojo, literalmente, o te han molido a palos, tanto da si hay documentos gráficos que lo prueban. Están los uniformados y también los de paisano que se pasean por la calle como los psicópatas de La naranja mecánica. Aquí, sin embargo, el protagonista no es la banda de Alex (inspirado en las sinfonías de Beethoven), sino Albert (escuchando a Marta Sánchez) y sus amigos encapuchados de cutter y navaja, unos verdaderos cobardes que se permiten zurrar a personas pacíficas precisamente porque son pacíficas y porque no tienen detrás a ningún Estado corrupto de hijos de franquistas que proteja todas sus fechorías.

La manifestación ultra, con el apoyo de Ciudadanos, era una provocación en toda regla; buscaban la chispa que enciende el fuego y lo consiguieron. Querían la foto que buscan siempre, desesperadamente, desde hace un año por lo menos. Ya lo advertía Jordi Cuixart ante Economia el 20 de septiembre, cuando pedía a la gente que no permitiera que los provocadores consiguieran su propósito, ya fueran agentes de paisano o manifestantes con ganas de bronca. La manifestación para celebrar la hazaña policial del 1 de Octubre pretendía atizar el conflicto por el que se desvive Rivera, y lo consiguió. Era tan obvio que hoy es justo preguntarse por qué motivo se autorizó. Cierto que un juez podía haber resuelto contra la prohibición, pero este intento de prohibirla legítimamente a dos días del 1 de Octubre, en todo caso, no existió. También es obvio que los Mossos tenían que evitar el choque entre las dos manifestaciones. Era su trabajo. Pero también es normal que mucha gente se pregunte por qué motivo se es tan contundente, siempre, a la hora de reprimir una manifestación de signo independentista y se es tan garantista cuando se trata de reprimir las bandas del cutter y la navaja, los ultras que pegan y seguirán pegando.