No hay que hacer ninguna disertación sobre lo que ha significado Messi para el Barça. Los números lo avalan. Palmarés en mano, el mejor jugador que ha tenido el Barça en 120 años de historia. A años luz de Cruyff. El listado de títulos no admite discusión. El rendimiento personal, tampoco. Sin embargo, siendo rigurosamente cierto, de hace cinco años, de más a menos. Hasta un ocaso sostenido que no ha llegado de golpe sino agónicamente. Los latigazos en la fase final de la Champions dibujaban el fin de una era que no queríamos admitir.

El 2 a 8 no es ningún accidente. Hace cinco años consecutivos que el Barça hace el ridículo en la Champions. Un ridículo sin precedentes, derrotas sangrantes in crescendo, nunca en 120 años de historia hemos visto a un Barça tan impotente, más acabado que las maracas delMachín. En la Liga han ido trampeando. Pero Europa los ha puesto en su sitio. Los ha retratado, ha hecho aflorar todas las carencias y ha evidenciado una decadencia abrumadora. Es una certeza tan indiscutible como los centenares de goles que Messi ha sumado en todos estos años. O las tres Champions que ha ganado encima del césped como azulgrana. Una debacle acentuada por un Madrid que ha sumado tres en el mismo periodo. Prácticamente tantas como Messi a lo largo de toda su carrera deportiva.

La columna vertebral del equipo ha sobrevivido a los porrazos cuando era la principal responsable. Como de los éxitos precedentes. Con Messi en el campo, también estos últimos cinco años, como gran líder de orquesta y capitán. En este lustro, el Barça ha cambiado de entrenadores, ha fichado y fichado nuevas estrellas a golpe de talonario y ha tirado centenares de millones a la basura en fichajes que han pasado con más pena que gloria. Pretendían hacer revivir el proyecto deportivo sostenido sobre el mismo esqueleto, en un intento de dar una nueva oportunidad a una maquinaria que se iba oxidando inexorablemente.

Las arcas azulgranas están exhaustas, la deuda es impagable y sigue creciendo. El presupuesto anual está asfixiado por unas fichas disparadas y por unos fichajes que han hipotecado por años la salud financiera del Club. La columna vertebral del Barça ha sido renovada por unos importes que son más altos que nunca por un rendimiento más bajo que nunca. Es así de crudo. Y de mal a peor, esta inercia no cambiará al final de su trayectoria deportiva. La próxima temporada no será mejor que la anterior. No sólo por la edad sino por una curva de rendimiento implacable. Hace días que atravesaron el cenit, y ahora van cuesta abajo, de la peor manera en Europa. Piqué tuvo un gesto que lo honra cuando admitió el desastre y ofreció su cabeza. Siempre Piqué. Nadie más, sin embargo.

Lo más chocante de todo es que el barcelonismo siga aferrado al pasado y que se niegue a admitir la contundencia de los hechos, un año tras el otro, incapaces de superar una corriente de opinión fetichista, cegada, que a pesar de los reveses sostenidos todavía exige seguir construyendo el proyecto deportivo encima del fracaso injustificable de los últimos cinco años. ¿No hemos tenido bastante ya esperando un milagro y aferrados a un pasado glorioso que cada día está más lejos?

Capítulo aparte merecen algunas de las reacciones de nuestros gobernantes al anuncio de la marcha de Messi que de tan oportunistas y provincianas dan pena. En plena crisis pandémica, con un futuro económico devastador, a las puertas de un inicio de curso que representa un reto colosal, corrían a hacer publicas fotos de ellos mismos con el ídolo que se va. Tanta frivolidad sólo se puede entender por la mediocridad y la ficción permanente en que viven instalados. Pobres de espíritu se abrazan a un hierro candente. Qué poco sentido del ridículo y del decoro. Y todavía se ignora por qué motivo el 1 de octubre de 2017 no se suspendió el partido en el Camp Nou. Y esta actitud, por parte de políticos que se han significado por predicar una pureza estética construida sobre un patriotismo tan romántico como tronado, sólo evidencia su inconsistencia.

El barcelonismo sigue mirando al palco exigiendo responsabilidades en busca de un culpable. Como si el 4 a 0 del Liverpool no hubiera sido, de todas todas, responsabilidad de los once que estaban en el campo. ¿No será que miramos desesperados al palco por vergüenza de admitir qué pasa en el campo?

¿Tan difícil es bendecir que el ídolo, que quiere marcharse, se largue y pueda hacer caja en sus últimos años allí donde desee o mejor le paguen? Y a poder ser también el Club para socorrer la ruina y poder construir un nuevo proyecto. ¿No se fueron también Kubala o Cruyff? ¿O es que eso los hizo menos barcelonistas? ¿No lo hizo Di Stefano en el Madrid? O ahora Ronaldo. Los mejores años deportivos de Messi han sido con la camiseta azulgrana y este legado nadie se lo puede quitar al barcelonismo.

El Barça necesita unas elecciones, sí. La actual situación recomienda un nuevo mandato. Pero también necesita, por encima de todo, asumir el presente para construir el futuro. Si es que no queremos el próximo año acumular el sexto ridículo consecutivo que desluzca todo el brillo que procuró aquella columna vertebral. Y poder agradecer, en paz de espíritu, haber contado con un jugador como Messi y todo lo que ha representado. Buen viaje, suerte y aciertos.