El único embate de verdad, en el horizonte, es el juicio a los presos del 1 de octubre. Ni se avista ninguno más a corto plazo, ni podemos seguir pavoneando de una fuerza que no tenemos, ni crear cortinas de humo anunciando "los preparativos para llevar a cabo el pulso por el control del territorio y el despliegue de la República" que ya suena a sarcasmo.

El momento es bastante grave. Ya basta de astracanadas y frívolas ocurrencias. El juicio a los presos del 1 de octubre, quizás este otoño, con acusaciones que suman centenares de años de prisión, pide acumular fuerzas, y actuar con bastante astucia, para aprovechar la oportunidad que nos brinda el Estado español para internacionalizar el procés y para denunciar la ignominia democrática que se ha perpetrado en nombre de la sagrada unidad de España.

Una visita a Lledoners permite comprobar de primera mano la energía que desprenden, la sujeta determinación a plantar cara en el juicio

Son los propios presos los que piden que sea así, que el movimiento republicano coja la bandera de defensa de los derechos y las libertades, serenamente, para erigirse en un movimiento democrático frente al autoritarismo de un Estado en permanente involución democrática. Una visita a Lledoners permite comprobar de primera mano la energía que desprenden, la sujeta determinación a plantar cara en el juicio y no aceptar ningún pacto de admisión de culpabilidad, además de la voluntad inequívoca que el juicio sea una oportunidad magnífica para tejer complicidades transversales y plantear el embate con el Estado en términos exclusivamente democráticos que es, de hecho, la única vía que hoy nos permite ganarnos la complicidad de la comunidad internacional. Si los presos del 1 de octubre están dispuestos a afrontar con la cabeza alta un juicio que les puede comportar durísimas condenas, es inadmisible que el movimiento independentista sea cautivo de estrategias fundamentadas en callejones sin salida y castillos de fuegos para entretener a la parroquia.

La violencia desatada por el españolismo más rancio y la extrema derecha, espoleada descaradamente por el partido de Albert Rivera y la pupila Arrimadas, que campa y agrede con la más absoluta impunidad, que ha sustituido estratégicamente la violencia policial del 1 de octubre, que vive y cuenta con el beneplácito público desde la noche del 3 de octubre, es también una oportunidad por visibilizar este embate, definiendo un terreno de juego donde el movimiento republicano se sienta cómodo y alce una bandera imbatible, la de los valores democráticos, la defensa de los derechos y libertades, frente a los que se inspiran de una rancia tradición democrática porque tienen sus raíces en la impunidad de la dictadura de inspiración fascista de Primo de Rivera y el régimen criminal de Francisco Franco.

Hay una voluntad manifiesta, explicitada sin complejos por Ciudadanos, de dividir el país, de fragmentar la sociedad catalana

Pero esta estrategia pide tejer complicidades transversales, todas las que no es capaz de tejer el independentismo exclusivo y excluyente que parece más interesado en escribir epitafios heroicos que en conseguir la victoria. Hay una voluntad manifiesta, explicitada sin complejos por Ciudadanos, de dividir el país, de fragmentar la sociedad catalana. Lo que en ningún caso se puede permitir el movimiento republicano es caer en la misma trampa y pretender definir mayorías internas, de bloques, no de país. La confrontación en bloques es una victoria absoluta del aznarismo. Por este motivo hace falta tejer puentes, hacer permeables los bloques y no aceptar bajo ningún concepto la división del país en comunidades a base de explotar símbolos identitarios. El movimiento republicano, que es un concepto más amplio que el movimiento independentista, tiene que saber arrinconar toda connivencia con la violencia y sus partidarios. Hay que ponerlo muy difícil a todos aquellos demócratas que, no siendo independentistas, en absoluto comparten la hoja de ruta de PP, Ciudadanos y los sectores más reaccionarios del PSOE como el que representa Pepe Borrell. En la actual coyuntura, fortalecer el movimiento independentista pide un esfuerzo de inclusividad que contrasta con llamamientos a la unidad que no son más que un subterfugio para un repliegue nacionalista, una estrategia perdedora que renuncia al país entero, que nos condena a una política de bloques pasados y que nos aleja de sumar complicidades y alianzas para plantar cara en la formidable alianza conservadora que está dispuesta a hacer lo que sea para evitar no ya la República Catalana sino un verdadero cambio democrático en España.

El juicio a los presos del 1 de octubre es una inmensa oportunidad, contamos con su disposición a asumir una defensa política de todo lo que han hecho. Lo que sería inadmisible es construir encima de su sacrificio y compromiso una estrategia política que nos aleje de la centralidad y de la posibilidad de reforzar y ampliar la mayoría republicana para hacerla imbatible y, por lo tanto, ganadora.