De la conferencia de Oriol Junqueras en el Palau Sant Jordi, en la sala anexa, se ha hablado largo y tendido a pesar del ruido simultáneo que, por momentos, parecía querer silenciar una gran velada. Pepe Antich explicaba en este mismo digital, después de visitar al líder de ERC en la prisión, la sorpresa de Junqueras (por defender la decisión de quedarse) a cuatro días del inicio de un juicio, al 1 de octubre, con una pena mínima solicitada de 25 años de prisión. Y a cuatro días del traslado a Madrid. La fiscalía lo considera el principal responsable del 1 de octubre y, de hecho, alguna de las defensas no ha dudado en descargar toda la responsabilidad sobre sus hombros, sin que eso haya generado ningún tipo de polémica ni estupefacción en boca de los que se rasgan las vestiduras con facilidad. En fin, a menudo parece que la proximidad de juicio genera más nerviosismo fuera del foco que dentro de los barrotes de Lledoners y, hoy, de Soto del Real o Alcalá Meco. Qué país más extraño este. Tinta de calamar.

La exitosa conferencia quizás no ha lucido tanto como se merecía, aunque sobre gustos no hay nada escrito. Sobre todo cuando se trata de hacer un balance de las palabras del líder político mejor valorado al país, de mucho. Para unos, un enemigo, para otros, el rival a batir. Cuando estás arriba, todo el mundo te dispara, 'propios' y extraños. Sea como sea, Oriol, desde la prisión, hizo escuchar su voz con plenitud y ante una multitud entregada. Entre esta multitud se dejó ver muchísima gente. También encima del escenario ha habido ruido, Empar Moliner ha tenido que ver como su compromiso tiene que ser cuestionado por el comité profesional de Catalunya Ràdio, que muy pocas veces alza su voz. En esta ocasión les ha parecido que leer parte del texto (ponía voz a Oriol cuando él no lo puede hacer) era motivo de queja pública. En fin, y gracias que no han pedido la cabeza de una mujer que es una fuerza de la naturaleza, que sobre todo es una gran persona y que encima es uno de los personajes que sobresale en el star system de la radio pública (y la tele) que dirige el tridente que lidera Saül Gordillo, magníficamente escoltado por Jordi Borda y Santi Faro. Al talento se lo tiene que cuidar, no arañar.

Joan lo dejó cuando creyó que le había llegado la hora y lo hizo modélicamente, toda una lección de coherencia y dignidad

Entre el público estaba el amigo Justo Molinero o Josep Maria Mainat, entre muchos otros. Pero también militantes históricos como Xavier Vendrell (uno de los grandes), Marina Llansana o Joan Puigcercós. Los tres habían estado en la dirección de ERC y los tres hoy viven muy al margen de la política, al menos profesionalmente. Todos ellos son un ejemplo de superación y de saber dejar la política de primera línea y buscarse literalmente la vida. Los tres hoy se ganan la vida en el ámbito privado, los tres se han espabilado. Y ninguno de ellos lo ha hecho en una canonjía sino que han organizado sus propias empresas, picando piedra. Ningún consejo de administración y tampoco ninguna cobertura en el ámbito de la función pública. De todos ellos, probablemente, quien lo tenía más difícil era Puigcercós, básicamente porque venía de una larga militancia política en cargos de responsabilidad hasta llegar a presidente de ERC. No es que no hubiera trabajado nunca de nada que no estuviera en el ámbito de la política. De hecho, Joan había hecho de camarero de Jordi Pujol, un día que el president se dejó caer al restaurante de Ribes de Freser donde trabajaba un joven Puigcercós, ya muy implicado en política, por un sueldo que solo le permitía vivir en un cuchitril compartido. Es que, sencillamente, la militancia de Joan venía de lejos.

Joan aprendió a saberse desprender, parafraseando una canción de Lluís Llach, rompiendo una nefasta tradición de líderes que huían de la formación republicana o aterrizando en otras formaciones políticas, sobre todo en Convergència. ERC se hizo grande gracias a gestos como el de Joan. Hay que decir que Oriol estaba tan agradecido y tan sorprendido por la actitud de Joan ―le dejó pista libre, sin hipotecas― que lo tentó con un puesto en el Senado, para tener un par de años de margen para buscarse la vida. Joan lo agradeció, pero rehusó la oferta en menos de 24 horas. Gente próxima se lo aconsejaba y él, sin tener ninguna salida ligada, resolvió que era feo acabar en el Senado al lado de Montilla y Saura, para él y para ERC. La decisión de Joan fue insólita, sólo hay que ver como tan a menudo el Senado se convierte en un cementerio de elefantes, fuera de honrosas excepciones. Recuerdo haberle preguntado si estaba seguro (hacía muy pocos años que lo conocía, pero ya le tenía bastante confianza) y me respondió: "Ya he vivido bastantes años del sector público, de la política, es el momento de dar el paso e ir al sector privado". Ojalá hubiera más gente como Xavier o Marina. Y sobre todo como Joan, honrado, honesto, no dejó la política por ningún escándalo, lucía un expediente inmaculado después de 25 años. Joan lo dejó cuando creyó que le había llegado la hora y lo hizo modélicamente, toda una lección de coherencia y dignidad.