Quim Forn ha salido de la prisión para incorporarse al Gabinete Jurídico de Mediapro, en aplicación del 100.2. Y podrá ir, de lunes a viernes, prácticamente todo el día, mientras un juez no diga el contrario. Es obvio que nada que ver con la libertad. Pero no hay que decir que cada salida es un balón de oxígeno que ya ha encendido la derecha cavernícola y parte de la magistratura que ven un trato de favor porque "Sánchez se ha vendido a ERC". Al menos eso dicen.

Forn podrá salir por tres motivos. Primero, porque es abogado y tiene una larga trayectoria y experiencia profesional. Segundo, porque Mediapro (Jaume Roures y Tatxo Benet) es una empresa global pero inequívocamente catalana y comandada por dos hombres que aman al país y a su gente. Y en tercer lugar, porque ha prevalecido el juicio y no el arrebato desbocado. Si hoy se hubiera forzado un tercer grado, contra los servicios técnicos penitenciarios, Forn volvería a estar en manos de Marchena. Y como bastante bien ha descubierto al abogado Melero, Marchena es por encima de todo el brazo ejecutor del deep state. La polémica interesada, una más, se podía haber ahorrado. Mientras que, cuando menos por ahora, la posición de la consellera de Justicia, Ester Capella, era (con todo lo que se ha oído decir) de mucho, la buena, la eficaz. Aunque Manos Limpias —las más sucias— haya reaparecido para querellarse contra la consellera Capella. Y de esta gestión de la prisión y de hacer jugar la cabeza, y no el estómago, se beneficiarán todos. Y todas. Ellas, para cuidar a sus ancianas madres. Porque con la prisión también hemos confirmado como las mujeres sufren la familia y se responsabilizan de ella siempre. Incluso en las circunstancias más adversas. El hecho diferencial no es menor.

Quim Forn es un tipo afable y simpático. Con una larga trayectoria al Ayuntamiento de Barcelona, ha sido dieciocho años concejal de CiU. Cuando se produjo la crisis de Gobierno de julio de 2017 aceptó sustituir a Jordi Jané en la Conselleria de Interior, un conseller que, como la mayoría de aquel Govern, no estaba alineado con el referéndum. No debió ser fácil tomar la decisión. Con aquella crisis de Gobierno se forzó a Puigdemont a hacer los cambios que se resistía inexplicable y tozudamente a hacer. Cambios que tenían como único objetivo alinear el Gobierno, sobre todo las conselleries clave, con el 1 de Octubre. Sin estos cambios, el referéndum se habría embarrancado definitivamente aquel verano.

La Conselleria de Interior era una de las más sensibles. Jané no lo veía. Y Forn aceptó liderar un área controvertida. Hoy, visto con perspectiva, no hay duda de que sin Quim Forn todo habría ido de otra manera. Si los Mossos d'Esquadra no actuaron en imagen y semejanza de la Guardia Civil y la Policía Nacional fue por una serie de circunstancias y personas. Entre estas, por supuesto, el conseller Quim Forn. Los Mossos no repartieron un solo porrazo, una imagen que contrastó con la orgía desbocada que protagonizaron Guardia Civil y Policía Nacional el 1 de Octubre, a las órdenes del patriota Pérez de los Cobos, presuntamente a las órdenes del fiscal Zaragoza, ya desde el 2015, cuando el fiscal del Supremo que insiste en decir que el 1 de Octubre fue un golpe de Estado, era entonces el fiscal jefe de la Audiencia Nacional de Carmen Lamela, la responsable de encerrar a Sandro Rosell en la prisión durante dos años para después ser absuelto, la responsable de aplicar la legislación antiterrorista a los jóvenes de Alsasua por una pelea de bar y la responsable de decretar prisión provisional para todo el Govern de Catalunya.

Cuando Quim Forn volvió de Bruselas en octubre de 2017, acompañado de Dolors Bassa y Lluís Puig, se encontró un comité de bienvenida formado por ultras, en el mismo aeropuerto de El Prat. No se explica si no es que aquella gentuza había sido diligentemente informada de la llegada del avión y de sus pasajeros. Forn, bastante más alto y corpulento, precedía a Bassa y se llevó el grueso de los insultos y amenazas. El conseller dio la cara, como también en aquellos escasos cien días que fue responsable de Interior. Quim Forn, como Oriol Junqueras, ya lleva tres navidades consecutivas en prisión y nada más fue tres meses conseller. En Estremera convivió durante meses con el líder de ERC, en harmonía, y siempre tenía una sonrisa afable para todas las visitas. Las suyas y las del compañero de cautiverio. Puedo dar fe de ello.

Quim Forn es y ha sido una persona dialogante, de buena pasta. No hace falta estar de acuerdo con él, ni compartir su trayectoria política. Pero se merece un sincero reconocimiento y se ha ganado, como ellas y ellos, un respeto. Probablemente nunca se había imaginado —ni nada le habría hecho prever— que su carrera política acabaría en la prisión. Ni tampoco que sería uno de los artífice de una jornada histórica que no es el final de nada sino el principio de todo. Los héroes no nacen, los héroes no son los que desean protagonizar una heroicidad. Los héroes no se fabrican. Los héroes no se exhiben ni lucen su vocación frente a otros. Los héroes son aquellos que, como Quim Forn, hicieron lo que tenían que hacer cuando lo tenían que hacer, cuando se encontraron. Precisamente en eso radica su grandeza.