Hoy la figura de Lluís Companys sigue siendo objeto de culto. No en vano, murió asesinato, después de haber abrazado la causa de Catalunya. La de la República y la justicia social era genética.

Es él quien pronunció aquello de "todas las causas justas del mundo tienen sus defensores, Catalunya sólo nos tiene a nosotros". No era catalanista de matriz, se volvió. Tampoco era un coetáneo suyo como el cardenal Vidal i Barraquer que también se volvió catalanista al probar el anticatalanismo visceral de Primo de Rivera. Uno murió fusilado por Franco, el otro en el exilio de la diáspora republicana. Franco nunca dejó volver a nuestro cardenal.

Companys siempre ha sido una figura incómoda para nuestra derecha nacionalista. Por todo lo que representa y significa. Y no han dudado a financiar biografías para averiguar la impureza de Companys. Una derecha catalanista, en torno a la Lliga, que inicialmente abrazó la dictadura de Primo de Rivera con Puig i Cadafalch en la Mancomunitat. Como también después lo hizo, con Cambó al frente, con Franco. Como tampoco tuvo problema esta derecha catalanista a quedar impasible (o peor) ante la ejecución sumaria del pedagogo Ferrer i Guàrdia. Mientras Joan Maragall lo defendía, el catalanista Prat de la Riba censuraba despiadado la defensa y con esta actitud lo dejó desnudo a manos de los verdugos. Pero estos son episodios de los que nuestra derecha ilustrada -y catalanista sin ningún tipo de duda- nunca ha dicho nada. Por el contrario, con Companys han sido severos, implacables y no han escatimado recursos.

Ciertamente, aquello del 6 de Octubre de 1934 es un episodio controvertido, confuso, no de blancos y negros. Fuera de la catalanista derecha catalana que siempre lo ha despreciado y menospreciado. Con aquel Estat Català (dentro de la República Federal Española), Companys firmó anticipadamente su sentencia de muerte.

Aquel 6 de Octubre dejó muertos, que resistieron heroicamente, como los del Cadci en la Rambla de Santa Mònica. Pero nada que ver con la represión salvaje que sufrieron los mineros asturianos. Los muertos en Asturias se contaron por centenares con Franco al frente de la represión. Aquel General, el futuro Caudillo de España, quería sangre e hizo sangre a conciencia. Justo lo que quiso evitar al general Domènec Batet, el hombre que detuvo a Companys y sofocó la revuelta. Aquel 6 de Octubre, Domènec Batet también firmó anticipadamente su sentencia de muerte ante un Franco rabioso a quien desafió. Franco quería en Catalunya la misma sangría que perpetró en Asturias, como el coronel Pérez de los Cobos quería unos Mossos d'Esquadra el 1 de Octubre a imagen y semejanza de la contundencia empleada por la Benemérita y la Policía Nacional.

Franco nunca perdonó a Batet, y nunca se sustrajo a la envidia que Batet fuera laureado antes que él (Franco se tuvo que "autocondecorar con la Cruz Laureada de San Fernando", máxima condecoración militar española), y ya se la tenía definitivamente jurada desde 1934, y más después de que fue el primero a oponerse al golpe de estado franquista desde Burgos. Por si no fuera suficiente, Batet había afirmado en repetidos informes que Franco era un militar cobarde y a propósito del desastre de Annual de 1923 había escrito dentro de la instrucción del Expediente Picasso que investigaba aquel derrumbe, que Franco se escondía en el hospital mientras los soldados combatían "explotando vergonzosa y descaradamente una enfermedad que no le impedía estar todo el día en bares". Y de Millán Astray, fundador de la Legión, que era un militar "teatral y payaso, que tiembla cuando oye el silbido de las balas".

Por eso mismo dos patriotas insignes como Raimon Galí y Joan Sales, tan poco sospechosos como que eran combatientes los dos en el frente de Aragón en las filas del Ejército leal a la República, afirmaban rotundamente que el verdadero héroe del 6 de Octubre fue el general Batet, tesis ampliamente documentada por Hilari Raguer. Los mismos que volvieron del exilio mexicano, en pleno franquismo, afirmando lúcidos que más valía levantar una pared en Catalunya que una catedral en Ciudad de México. Una sentencia demoledora de estos dos visionarios que es tan válida ayer como hoy.

Pero aquello que es determinante, como a lección y a modo de reflexión no apto para puristas y alborotados, las palabras de Sales cuando definía a Batet como "el General leal a toda prueba que habría plantado cara (el 18 de julio de 1936) al mismo tiempo a la revuelta fascista y al desbordamiento anarquista en aquellos primeros momentos, los decisivos". Y todavía en 1977, el autor de Incierta Gloria, remacharía el clavo asegurando que Batet había sido "un general que hace plenamente honor a su patria, Catalunya (...). Yo no dudaría a afirmar que fue como general aquello que Vidal i Barraquer fue como cardenal".