Es la historia de las dos familias o tendencias principales que han convivido en el seno del Scottish National Party (SNP). Hasta que no se resolvió esta histórica controversia interna, el SNP no eclosionó en el camino hacia la hegemonía. De la marginalidad que arrastró durante décadas ―fue fundado en 1934―, hasta gobernar y hacer posible un referéndum de independencia. Si hoy el SNP es la principal fuerza escocesa, es gracias a haber resuelto previamente este litigio interno. En favor de los gradualistas, por supuesto.

Lo explica magistralmente el doctor en Ciencia Política por la Universitat Pompeu Fabra Marc Sanjaume en Independència i progrés, una síntesis brillante de una realidad, la escocesa y en particular el SNP, muchas veces vista con un enorme sesgo desde Catalunya. Ni el SNP es el único partido independentista que concurre a las elecciones escocesas, ni mucho menos es un frente patriótico que responde al "ni derechas, ni izquierdas, ¡Escocia!". Precisamente, hasta que a partir de los años ochenta, medio siglo después de su fundación, no supera este debate, no transita hacia la hegemonía.

Marc Sanjaume explicita las claves del éxito del SNP en una concisa síntesis introductoria. Primera, "vincular el horizonte independentista a un programa socialdemócrata, mayoritario en una Escocia tradicionalmente laborista". Segunda, "un camino gradualista y pragmático hacia este horizonte, capaz de apelar, también, a otros electores no estrictamente independentistas". Dos decisiones que se adoptan "después de años de tensiones internas y del desencanto de sectores que no veían claras estas dos apuestas". No fue hasta 1998 cuando, "después de más de medio siglo de indefiniciones, escogió definirse como un partido independentista gradualista, europeísta y de izquierdas".

Si hoy el SNP es la principal fuerza escocesa, es gracias a haber resuelto previamente su litigio interno; en favor de los gradualistas, por supuesto

También experimentó una etapa con acciones y campañas de desobediencia civil, con "un efecto publicitario para el partido inversamente proporcional a su efecto político real". La evolución no fue constante ni pacífica. El mismo Alex Salmond, gradualista, sería expulsado del SNP a principios de los años ochenta. Pero la convicción de que había que sustituir el laborismo de raíz británica para alcanzar la hegemonía fue calando inexorablemente a pesar de la resistencia de los sectores a más fundamentalistas. También abrazando la Comunidad Económica Europea después de haberse opuesto a ella. O implicándose de lleno en el rechazo al thatcherismo y, en particular, a la poll tax, el impuesto que gravaba a todo el mundo por igual con independencia del nivel de renta.

Cuando Salmon optó al liderazgo del partido, se enfrentó a Margaret Ewing, representante del ala "más tradicionalista y fundamentalista" del SNP y que había recibido el apoyo del histórico activista Jim Sillars, contrario al programa gradualista de Salmon. Los fundamentalistas no se resignaban e impusieron la consigna "Scotland Free '93", que enseguida evidenció sus limitaciones: "Si la estrategia se basaba en ser libres el año siguiente, el partido tenía un problema de credibilidad". Aun así, los fundamentalistas siguieron viendo la sociedad en blanco o negro y y así lo explicitaban: "O eres un nacionalista y aceptas la soberanía del pueblo escocés, o eres un unionista y aceptas la soberanía del pueblo británico".

Afortunadamente para el SNP, la tesis de los fundamentalistas no doblegó la voluntad de los gradualistas. Estos no dejaron de picar piedra para sustituir el Partido Laborista, hacerse fuertes en las grandes ciudades y conseguir el poder autonómico hasta impulsar y celebrar un referéndum de independencia. Una estrategia que no han abandonado y que ha reiterado su actual jefa de filas y primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon: "Mi papel como primera ministra será ayudar a construir una Escocia de la que todos aquellos que viven y trabajan aquí puedan sentirse orgullosos. Una nación socialdemócrata y socialmente justa. Una Escocia segura de sí misma, orgullosa de sus éxitos y honesta con sus debilidades. Una Escocia de buen gobierno y de empoderamiento cívico".

Para tomar nota y no acabar en la miseria.