Por primera vez, una fuerza independentista se sitúa en segundo lugar en el Baix Llobregat. Y, al mismo tiempo, en el Barcelonès. Gana también en la capital, Barcelona. Y se ha quedado a las puertas de ganar también en la provincia de Barcelona, sólo por unas décimas. No es una cuestión menor sino de país, de prioridades, de hacer mella allí donde hay más trabajo por hacer. De priorizar objetivos estratégicos por encima de purismos estériles, de primar la eficacia por encima de la retórica. Asimismo, ERC ha ampliado la distancia con respecto al PSC y ha ganado en Catalunya con más comodidad que en las elecciones de abril. Sólo hay que observar que, por primera vez, el independentismo obtiene tres de los cuatro senadores posibles en Barcelona, mejorando los dos de abril. Finalmente, el independentismo mejora en su conjunto un diputado e incrementa su porcentaje. Estos son titulares indiscutibles, al menos en Catalunya.

En España, la jugada del PSOE ha sido un fracaso. El PSOE ha retrocedido, el batacazo de Ciudadanos (superado por ERC) es histórico y VOX, la extrema derecha a cara descubierta, supera a los 50 diputados y será la tercera fuerza en el Congreso español. Veremos ahora qué propone Pedro Sánchez. Cuesta de decir el qué. Porque a pesar de anunciar un acuerdo progresista de cara a la galería, la opción prioritaria es y será un acuerdo patriótico con el Partido Popular. Si en el Congreso el PSOE ha perdido 3 diputados, en el Senado ha perdido 27. Sánchez y su Corte provocaron elecciones especulando con una demoscopia favorable y el tiro les ha salido por la culata.

Un tridente se demuestra que ensancha más que cualquier candidatura unitaria

En Catalunya es obvio que la irrupción de tres fuerzas políticas independentistas suma de manera diáfana. Y en especial en el Senado. ERC ha hecho 11 senadores que sumados a los 3 postconvergentes suman hasta 14 senadores de los 16 posibles. Un tridente se demuestra que ensancha más que cualquier candidatura unitaria que en el mejor de los casos habría sumado 12 senadores, 2 menos. La apuesta unitarista puede servir como estrategia electoralista pero no como estrategia electoral, ni de país, porque lejos de maximizar a los senadores los limita y minimiza. Una apuesta, a efectos prácticos, tan estéril como el absurdo planteamiento de liquidar tres voces en el Congreso para reducirla a una mientras simultáneamente, en el colmo de la incoherencia, se mantiene la Diputación en manos del PSOE para, como decía Iceta, evitar que esta institución la presida un independentista.