Cuando hacía primero de carrera, en la UB, un profesor de Derecho Civil, expresó una sentencia que dice poco del oficio de picapleitos y del sistema judicial en su conjunto: "más vale un mal acuerdo que un buen juicio". Dicho por un profesor, y abogado civilista, sorprendía de entrada y acto seguido daba que pensar.

Cuando liberaron a los detenidos del 20 de septiembre, después de tres días de calabozos, conocí a Andreu Van den Eynde, el abogado que ha arrancado la doctrina Junqueras a la justicia europea, la sentencia que ha permitido que tres exiliados sean hoy eurodiputados.

Charlé con él en la sala de reuniones de la sexta planta del edificio de Economía y Vicepresidencia. Cuatro días atrás por aquella planta se habían estado paseando agentes de la Benemérita, de uniforme y de paisano, armados hasta los dientes. No lo conocía de nada a Andreu. Y pude charlar largamente con él, en unas horas difíciles, con el referéndum del 1 de octubre tambaleante.

Algunos oráculos del periodismo ya habían dado por tocado de muerte el referéndum. Lógico, habían detenido a los colaboradores más próximos a Oriol Junqueras. Y estaba precisamente en aquella conselleria a la que se había delegado el grueso logístico de la organización del referéndum. Incluso, el presidente Puigdemont había transferido, dos meses antes, Procesos Electorales de Gobernación a Economía, a Oriol Junqueras. Insólito. Pero se hacía así o el 1 de Octubre no se hacía.

El caso es que el abogado Van den Eynde me gustó. No por guapo, aunque mi madre le llama "el abogado guapo", debe de ser por las canas que la madre le atribuía una semejanza a Richard Gere. Aquel abogado me pareció una buena persona, un hombre sereno y firme, con la cabeza bien amueblada. Coincidíamos en el diagnóstico de la situación y en que había que salir adelante. Afortunadamente también corría por allí Marta Rovira, que se arremangó. Como aquella canción que dice "lepoan hartu ta segi aurrera". Si tu compañero se cae, recógelo y sigue adelante.

Después, cuando asumió la defensa de Junqueras y Romeva, volví a constatar que aquel hombre tenía claro lo que se hacía. Mientras algunos abogados, con toda la buena intención, lucían una defensa friendly delante de Marchena, ellos apostaron por no responder a la Fiscalía. Estaban convencidos de que aquel juicio era una farsa. Y si no habían tenido una instrucción justa (ante de un Llarena que tiraba sistemáticamente de arbitrariedades) tampoco ahora tendrían un juicio justo. ¡Cuánta razón! Aquel era sólo un trámite, un peaje, para cargarse de razones ante el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos. Aquella era, es, una carrera de largo recorrido. No había atajos.

Y, de nuevo, cuánta razón tenían. Gracias a aquella cuestión incidental que hábilmente provocó Van den Eynde, por el electo Junqueras delante del Supremo, el Tribunal de Luxemburgo falló. La bofetada todavía resuena. Sin duda y hasta ahora, la mayor victoria judicial que ha obtenido el independentismo en Europa. De mucho. Tanto es así que el día siguiente mismo tanto Comín como Puigdemont ya pisaban el Parlamento Europeo. El próximo embate judicial probablemente tiene que ser la resolución al recurso que se planteará ante el Tribunal de Derechos Humanos. Y lo volverán a ganar, aunque llegue menos temprano que tarde.

Andreu Van den Eynde ha sabido siempre distinguir el papel de abogado y el del político. Nunca se ha emborrachado de protagonismo mediático. Lo justo e imprescindible. Al mismo tiempo ha demostrado que por delante del griterío sobresale el trabajo bien hecho y discreto, la eficacia por encima de todo. Me recuerda a aquello que decía la abuela de Seròs, aquello de "unos cardan la lana y otros se llevan la fama".

El abuelo por el contrario (eran de mucho de dichos) soltaba a menudo aquello de "abogados y procuradores, al infierno de dos en dos". La mala fama ancestral del colectivo. En esta ocasión, no faltaría razón a aquella réplica que reza "procuradores y abogados, en el cielo a puñados" ni que esté para reconocer el buen trabajo de abogadas y abogados en este largo pleito. Y todo lo que vendrá.

¡Gracias, Andreu! Te lo tendría que agradecer todo el mundo. Hoy, en Europa, un nuevo avance en el respeto a los derechos fundamentales lleva el nombre de un catalán.