Ciudadanos es el partido que ejemplariza como ningún otro la estrategia del cuanto peor, mejor. La reyerta siempre alimenta los extremos. Los que se sienten más cómodos en un terreno de juego embrutecido, a medida para el juego soterrado y brusco, siempre intentarán enfangar el campo. Es lastimoso que precisamente sea el Partido de la Bronca el preferido por Pedro Sánchez para pactar el Gobierno de España. Y lástima que cuando nos dejamos arrastrar al lodazal, siempre ganan ellos.

Naturalmente que el cuanto peor, mejor no es sólo la apuesta de Ciudadanos. Es un recurso al que también se puede llegar desde la impotencia, desde la provocación o como consecuencia de esta. O por simple vocación. El Estado, los aparatos del estado, también se sienten cómodos frente al independentismo. Muy cómodos, de hecho. Es más, es un escenario que anhelan. Es la justificación imprescindible para el uso de la fuerza bruta y para intensificar el despliegue de la maquinaria mediática y judicial que criminaliza y deshumaniza un determinado colectivo o sociedad. Es, sin duda, más fácil abatir al enemigo y combatirlo despiadadamente si se le adjudican todas las maldades posibles.

En la bronca sólo ganan los matones. El espectáculo del Parlament regaló el protagonismo a los actores broncos. Bronca que tuvo como colofón la expulsión de un diputado al que siguieron, con todo tipo de aspavientos, el resto de diputados de su grupo. A la víspera ya habían caldeado el ambiente, sin pudor, instrumentalizando el atentado de Vic que causó la muerte a una docena de personas. La intención era identificar terrorismo con independentismo. Viene de lejos. Y como en Catalunya terrorismo no se ha visto, como la única violencia que se ha vivido ha sido la policial o la de la extrema derecha, hay que simular otra. O espolearla. Por dos razones. La primera, desprestigiar al independentismo. La segunda, justificar así la aplicación de medidas de todo tipo. O el uso de la fuerza sin contemplaciones. Aviso a navegantes: sería un gravísimo error dejarse arrastrar por la tentación ante la provocación. Es una trampa devastadora. Sería caer de cuatro patas en el lodazal, condenarnos al fracaso colectivo como sociedad. El 1 de Octubre se hizo por un impulso cívico masivo, toda violencia fue la generada por el Estado, su peor derrota tal como veríamos el 3 de Octubre.

Para Ciudadanos y para otros, Catalunya es instrumental, es un trampolín en todos los sentidos, para ganar espacio y votos en España, especialmente ante la proximidad de las elecciones españolas cuando pintan bastos


¿Hizo bien, pues, el presidente Roger Torrent expulsando al diputado Carrizosa? Desgraciadamente, sí. No sólo hizo bien. Era imprescindible que lo hiciera. De haberlo dejado seguir, gritando al orden indefinidamente, sólo hubiera dado carta de naturaleza a una actitud inadmisible, la de los que se afanan por convertir el Parlamento en un circo y Catalunya en un inmenso lodazal. Siendo justos, Carrizosa ha hecho méritos para merecer la tarjeta roja en infinidad de ocasiones.

Al presidente Torrent no le debió de gustar nada expulsar al diputado. No tengo ninguna duda, habría preferido ahorrárselo. Pero hizo lo que tenía la obligación de hacer para mantener la autoridad y cortar de raíz el desprecio que proyectan algunos, sin ningún respeto para nada. Una actitud naive de Roger Torrent hubiera sido infinitamente peor.

Cabe decir, sin embargo, que para el diputado expulsado, la bronca tendrá recompensa. Tanto a nivel interno, así se promociona Ciudadanos, como a nivel mediático. Para Ciudadanos y para otros, Catalunya es instrumental, es un trampolín en todos los sentidos, para ganar espacio y votos en España, especialmente ante la proximidad de las elecciones españolas cuando pintan bastos. Degradar la imagen del Parlament les sale a cuenta. Y les da igual. O peor, sacan réditos y se sienten a gusto. Ahora bien, no tendría que ser igual para el resto de actores políticos que aman el país y las instituciones. Caer en las provocaciones de Ciudadanos, jugar también al cuanto peor, mejor puede tener resultados partidistas a corto plazo. Pero para el país, para la libertad, para abarcar una gran mayoría social, es el peor de los caminos posibles. Es hacer marcha atrás con paso acelerado, el camino más corto para volver a ser una minoría ruidosa sin ninguna capacidad de doblegar a un estado que es inmensamente más fuerte y al que así no desgasta sino que fortalece.

Y al mismo tiempo se allana, poco a poco, el camino para un Pedro Sánchez que quiere pactar con la derechita. Del derecho y del revés ha buscado un acuerdo con el Partido de la Bronca a la vez que intenta recuperar votos al nacionalismo español más chapucero, ensayando un discurso muy próximo. Tanto como lo que le hemos oído decir a Sánchez, ahora ya sin manías, pisando a conciencia la presunción de inocencia de todos los detenidos en la operación antiterrorista, encerrados preventivamente, entrando abiertamente en la campaña para identificar independentismo con terrorismo. Por cierto, al lado de una sonriente Núria Marín, flamante presidenta de la Diputación de Barcelona, bendecida por Waterloo. Ver para creer.