Las encuestas han afinado en Barcelona. Nos decían que había un empate técnico en la capital catalana con una ligera ventaja de ERC sobre Colau y así ha sido, con permiso de un PSC que ha reavivado empujado por la victoria en las elecciones españolas de Pedro Sánchez. Aun así el PSC ha perdido Lleida, en manos de ERC, circunstancia que no es menor, un castigo clarísimo a los pactos del PSC con la derecha reaccionaria. Y puede perder también Tarragona, también en manos de ERC, visto que la mayoría con que ha sustentado la Alcaldía (Ciudadanos y PP) ha quedado derrotada.

Barcelona era primordial que se rindiera al independentismo. ERC jugó fuerte, apostó por Maragall, apostó a un todo o nada viniendo de atrás, a una distancia sideral, de ser cuarta fuerza en el Consistorio, con menos de la mitad de los concejales que los Comunes de Colau. Era de un riesgo extremo y lo ha superado con nota, contra todo y contra todo el mundo, y a pesar de la feroz hostilidad demostrada por el grueso de los actores políticos que han situado ERC en el centro de la diana.

La postconvergencia ha salido claramente damnificada. Pero la derrota más severa ha sido, no obstante, la del ciudadano Valls ante las enormes expectativas generadas hace sólo un año, derrota que se acentuaba ante el nuevo retroceso del PP que puede quedar fuera del consistorio tan pronto como se cuenten los votos que tienen que llegar por correo.

Y quien desdichadamente ya es oficial que ha quedado fuera del Consistorio es la CUP, ha perdido a los tres concejales. No es menor. Las batallas cainitas siempre pasan factura. Pero aquello más preocupante es la indefinición estratégica de la CUP que ahora también tendrá que abordar, por propia necesidad, por qué motivo ha sufrido una severa caída, especialmente significativa en las ciudades metropolitanas. El otro damnificado de la noche es el proyecto nacionalista construido sobre Jordi Graupera que a pesar de contar con un fuerte impulso inicial de la ANC ha quedado lejos de obtener representación. Al final, nos sirve para recordar que el ruido es ruido y por mucho ruido que haga sigue siendo ruido. Entre ambas formaciones cerca de 60.000 votos, como si nada, se han quedado huérfanos de representación.

Aquello que el franquismo nos quitó por las armas lo ha recuperado ERC en las urnas 80 años después

Con todos estos condicionantes, el cambio conseguido en la ciudad de Barcelona es histórico y de justicia histórica. Desde 1939 que no se producía, aquello que el franquismo nos quitó por las armas lo ha recuperado ERC en las urnas 80 años después. Y siendo primordial el vuelco histórico que representa, no lo es menos el salto que ha dado ERC en el Baix Llobregat y en el Barcelonès. Segunda fuerza política con votos y concejales en el Baix Llobregat, además de situarse como segunda fuerza en l'Hospitalet y Sant Adrià del Besòs e irrumpir por primera vez con 3 concejales en Santa Coloma de Gramenet. Era difícil que fuera mejor.

ERC ha ganado las elecciones municipales a Catalunya en votos y concejales y lo ha hecho con un meritorio triunfo en Barcelona y con unos resultados igualmente históricos en los feudos metropolitanos del PSC que podrían haber sido demoledores si en el último ciclo político el PSOE no se hubiera encontrado con el inmenso regalo de una derecha extrema que lo ha hecho renacer de su propia mediocridad con su pugna salvaje contra Catalunya.