En plena recta inicial de la pandemia, cargada de dudas, que nos ha confinado en casa y ha parado la economía como nunca habíamos imaginado, el poder judicial reaccionó velozmente. Antes que nadie. Como si fueran oráculos, fueron los primeros a decretar que detenían toda actividad. No para proteger el común de los mortales, para protegerse.

Pero de lo que no se olvidaron mientras decidían unilateralmente bajar la persiana —golpe de mazo y a casa— fue tomar alguna medida que debieron considerar inexcusable. El protagonista, el Tribunal Supremo, el de Marchena, magistrado que con su sentencia contra los presos independentistas se ha garantizado un futuro en la cúspide de este poder judicial. Así que antes de recluirse en casa, al tener conocimiento que el Gobierno permitía la excarcelación del presos en tercer grado y de los que tenían permisos en aplicación del 100.2 (decisión que ha avalado la ONU), se apresuraron a intervenir para impedirlo. Es decir, para vetar que fuera de aplicación en Lledoners, Puig de les Basses y Mas d'Enric. O sea que fuera de aplicación a los presos y presas condenados por este Tribunal. El resto les daba lo mismo. Más allá de los partidos, de la izquierda miedosa y la derecha extrema, hay un intangible, inmutable estado profundo.

Como no tenían ninguna competencia para hacerlo emitieron una especie de requerimiento amenazando literalmente los funcionarios que aprobaran el confinamiento de los presos independentistas en casa. Sabiendo cómo se las gastan, efectivamente causó efecto en los funcionarios competentes que integran las juntas de tratamiento. Y estos, según denunciaba la diputada Montse Bassa (hermana de Dolors), cambiaron de criterio ipso facto.

La coacción, como era previsible, funcionó, en una exhibición sin precedentes de una voluntad judicial inequívocamente prevaricadora. Montse Bassa, que estaba ingresada en el hospital precisamente por el Coronavirus, no dejó de expresar su rabia a través de un tuit. Desde que Montse ha irrumpido en la escena pública, primero como activista y después como diputada en el Congreso, se ha significado precisamente por su espontaneidad y contundencia. Tiene carácter y es impulsiva. Nada como leer el libro que ha escrito a cuatro manos con Dolors Bassa Carregades de raons para conocerla. A ella y a Dolors. A sus circunstancias, vivencias, convicciones y lealtad a estas, al sufrimiento y desesperación (a veces) y al mismo tiempo en su entusiasmo, fortaleza y fe en el futuro.

El libro de las hermanas Bassa es uno de los que ha sufrido un cortocircuito en su lanzamiento. Como tantos otros. En particular, el suyo hacía escasas semanas que estaba en las librerías y estaba en plena fase de promoción repentinamente interrumpida con el cierre de las librerías y la prohibición de todo acto público. Tenían una cantidad nada desdeñosa. Ya lo encontraremos. Aunque ciertamente hay excepciones, los supermercados Bon Preu tienen un buen surtido de libros en venta. Y sobre todo, esta genial iniciativa de 'Librerías abiertas' que han tirado algunas editoriales, pensando en paliar un Sant Jordi que no será. Iniciativa que permite a los libreros (otro oficio que languidece) que en buena medida viven del Sant Jordi, tomar oxígeno ante un confinamiento que pone en peligro la viabilidad de muchos de estos pequeños negocios que subsisten a lo largo y ancho del país.

Peor suerte ha tenido Parlant amb tu d'amor i llibertat de Oriol Junqueras que tenía que ver la luz a partir de mediados de marzo. La editorial ARA Llibres, el sello que ha editado ambos libros, justo lo empezaba a distribuir cuando el coronavirus fue declarado pandemia y se detuvo toda actividad económica que no fuera esencial. Y los libros no tienen esta consideración. Y no será que no sea este un buen periodo para leer que no nos condene a estar enchufados en la televisión o enganchados al móvil.

Ambos son libros muy íntimos, de confesiones, de revelaciones. Son menos políticos que vivenciales en el sentido amplio. Especialmente el de Oriol Junqueras, que precisamente (con Raül Romeva) reaccionaron a la decisión de Marchena interponiendo una querella criminal por prevaricación. Los del Supremo —que no sólo se saben impunes y plenipotenciarios sino que saben que el españolismo militante cotiza-—ya ha respondido diciendo que su misiva no pretendía intimidar a nadie, queriendo hacer ver que no era una intromisión ilegítima, que no tenía más importancia; como si el tono utilizado, precisamente por aquellos que habían dictado cien años de prisión, no invitara a ser interpretado como una amenaza en toda regla.

El de Junqueras es un trabajo inequívocamente literario, introspectivo, desborda erudición. Y es también la primera ocasión en que el líder republicano se suelta y nos habla abiertamente de sentimientos, de los suyos, desacomplejadamente, a través de una serie de narraciones que a menudo no sabes si son verídicas o imaginadas, quién es la destinataria (o destinatario). Porque si bien en ocasiones queda claro que está hablando de su compañera, Neus Bramona, en otras ocasiones parece evocar etapas anteriores de su vida o sueños vividos. Habla de amor, de amor a la libertad, también de amor en sentido estricto. Nada que intentar con un relato ajustar las cuentas, que también habría sido una opción.

Tanto un libro como el otro tienen la gran virtud de ser sinceros e íntimos, muy íntimos en ocasiones. También el de unas hermanas Bassa que dejan claro como el agua cómo llegaron a creer que tendrían un juicio justo y que podían salir adelante. Quizás también por eso el porrazo no fue menor . Esta era la tesis argumental del grueso de las defensas que con la excepción clara de la de Junqueras y Romeva —que siempre explicitaron que el tribunal de Marchena no sería ni justo ni benévolo, tal como tampoco lo había sido la instrucción-— creían que iría razonablemente bien. El libro de las hermanas Bassa también es jugoso en este aspecto cuando revelan las predicciones de muchos abogados cuando les decían que era cuestión de días que se acabara aquella pesadilla.

Un buen momento, estos días, para leer ambos volúmenes, llenos de humanidad y de confesiones que nos ayudan a conocer y entender a sus protagonistas. Y aquellos días de luz y dudas, de sonrisas que nos han cambiado, para conocer nuestras fuerzas y limitaciones, nuestras fortalezas y debilidades. Y también para recordar el precio que han hecho pagar, a todas y todos, por amar la libertad.