El espíritu del último anuncio de Estrella Damm fue un espejismo ante el Eintracht de Frankfurt. Nuevamente un equipo alemán barrió al Barça, esta vez en su estadio, aunque en esta ocasión en la liga europea de consolación, la que juegan los equipos de segunda fila.

Si la afición fuera el alma de un equipo, la eliminación del Barça se explicaría también por este motivo. Los socios —que pagan uno de los abonos más baratos de la Liga— se vendieron su localidad al mejor postor. Insólito en cualquier club de nivel mundial, en ningún campo se ha visto nada parecido. Y todavía menos cuando lo que estaba en juego es el pase a semifinales.

Los socios de los clubs más destacados de la Champions pagan el triple por sus abonos. Y siendo más tentador venderse la localidad (el precio de la entrada también es más elevado) no lo hacen. Definitivamente el alma de buena parte del socio no parece tener nada que ver con la enésima genialidad de anuncio de la cervecera Damm.

Los socios de los clubs más destacados de la Champions pagan el triple por sus abonos. Y siendo más tentador venderse la localidad (el precio de la entrada también es más elevado) no lo hacen.

El precio del abono es uno de los tabúes del barcelonismo y de todas sus juntas. El Barça es un fabuloso negocio, uno de los clubs que más gasta en fichajes, también uno de los que más malgasta. Tanto por los fails de fichajes multimillonarios como por especializarse en comprar a precio de oro y vender a precios de saldo.

Uno de los últimos casos es el de Ferran Torres, un jugador descartado por Guardiola, por quien pagaron cuatro millones al Valencia y lo vendieron al Barça por más de 50. Un negocio redondo que, además, no tuvo ningún coste deportivo. No era titular y en el Barça, ya se ve por qué motivo, el artillero tiene la mira telescópica desequilibrada.

Tres millones de euros es la caja que hizo el Barça por venderse —bien, sus abonados— un tercio del estadio a los alemanes de las salchichas. Todos los sistemas de seguridad del Club para evitar situaciones como esta saltaron por los aires. Y es obvio que alguna responsabilidad tuvo la Junta sin que podamos descartar el afán recaudatorio. Habría que repetir la peripecia casi una veintena de veces para conseguir pagar los servicios de Torres. Y ya no digamos los de Dembélé que ahora resulta que se le quiere retener después del compromiso demostrado y de su triste balance deportivo.

La ocurrencia de querer recuperar a Messi es la medida de un Barça que se aferra a glorias pasadas, a un sentimentalismo tan comprensible como contraproducente.

Y de fondo, la especulación sobre el rumor de repescar a Messi, una vieja gloria que en París no deja de ser uno más cuando tiene un buen día. Los días más brillantes del astro argentino hace tiempo que se estaban apagando. Pero ni Laporta ni ninguno de sus rivales, como en el caso de los abonos, tenía valor de decirlo y todavía menos de asumirlo. La ocurrencia de querer recuperar a Messi es la medida de un Barça que se aferra a glorias pasadas, a un sentimentalismo tan comprensible como contraproducente. Messi dejó el Barça entre sollozos. No fue ninguna decisión premeditada de ninguna Junta planificando un nuevo futuro deportivo. De hecho, fundamentaban el futuro en Messi, ignorando unos datos irrefutables que en la Champions habían sido sangrantes.

Por si no fuera suficiente, el Barça sigue anteponiendo jugar bien a ganar. Nada que ver con la filosofía de los grandes campeones europeos. Y así se dice que se fichan jugadores Barça y se descartan por el mismo motivo, aferrados a un sistema de juego que ha sido sacralizado y que se basa en la posesión. Y se elogian las largas posesiones que a menudo comportan un juego muy aburrido y desde hace años unos resultados peor que mediocres.

La duda sobre el 0 a 4 en el Bernabéu era si había sido la confirmación de que había vuelto el Barça de Champions o aquel Barça que salvaba temporadas haciendo un buen resultado ante el Madrid. La duda nos la aclaró el Eintracht y una jornada de la Europa League que nos enseñó todas las vergüenzas sin compasión.