La diferencia entre ser o estar es fácilmente comprensible en nuestra lengua. No lo es tanto en otras, y por eso cuando uno trata de explicar estas sutiles diferencias a quienes hablan otros idiomas suele meterse en jardines. Nos faltan verbos. Aunque, en definitiva, terminas haciéndote entender, que es de lo que se trata.

En mi experiencia catalana he aprendido aquello del : “Yo no soy indepe, estoy indepe”, que es lo que te explican aquellos que nunca han sido independentistas, que no son de los de piedra picada, pero que ante las circunstancias que se vienen dando, han entendido que, ahora sí, consideran que la única salida es la independencia de Catalunya.

Supongo que, al fin y al cabo, ser indepe o estar indepe viene a ser lo mismo si ponemos el foco y hacemos una foto del presente. Pero algunos de alguna manera tratan de justificar su militancia en esa manera de expresarlo. Es como si quisieran marcar distancias con aquellos que vienen defendiendo el independentismo desde hace años. Los que ahora se suman a la causa han visto cómo ha cambiado su manera de verlo, cómo de alguna forma han pasado de mirar con cierta distancia a los independentistas de toda la vida, para ser ahora uno más en su causa. Y de alguna manera se sienten raros. Como si dijeran algo así: “yo no tengo nada que ver con ellos, o al menos no lo he tenido nunca, hasta ahora, que… la situación me empuja porque es inevitable”.

El independentismo es un mundo lleno de sensibilidades, no es uniforme

Sea como fuere, el aumento del apoyo del independentismo es una realidad. Ahí están los datos, aunque a veces cueste entender las encuestas o las diagnosis interesadas que pueden publicarse. El independentismo cada vez se defiende por más gente porque cada vez más personas se interesan por conocer las razones que llevan a otros a defenderlo. Y claro, los hay que son más radicales y consideran que vivir en España es insostenible; los hay que piensan que hay puntos medios; los hay que se contentarían con algún tipo de acuerdo que revierta las cuestiones más injustas. El independentismo es un mundo lleno de sensibilidades, no es uniforme. Y a la vista está que resulta desconocido desde fuera en la mayor parte de los casos.

Se confunde, normalmente, el nacionalismo con el independentismo; el soberanismo con el independentismo; el republicanismo con la izquierda. Y claro, así es complicado poder entenderse. Porque los conceptos, que son necesarios para poder saber lo que se es y dónde se está, se difuminan.

Estos días algunos se rasgan las vestiduras al escuchar a algunos dirigentes políticos catalanes decir que no son independentistas, pero que están independentistas. Es normal que no se entienda. Y además, se distancian de nacionalismos. Quizás sería interesante que alguien con cierta responsabilidad institucional, con altavoz y con influencia explique al común de los mortales qué es ser nacionalista; qué diferencia hay con el independentismo; que se puede ser soberanista y no independentista; que se puede ser nacionalista y no independentista; que se puede ser independentista y no nacionalista; que se puede ser, incluso, independentista y no soberanista (sí, lo ha leído bien, porque aquí entraría una vertiente más egoísta que democrática y también la hay). En fin, que habría que saber qué sensibilidades existen para así poder establecer líneas de actuación y compromisos conjuntos. Y sobre todo porque a veces algunos están muy acostumbrados a que no se les entienda, y quizás de ello saquen algún beneficio.

Lo que ocurre, a mi entender, es que en este momento hace falta hablar muy clarito y poner sobre la mesa qué defiende cada uno y hasta dónde estaría dispuesto a llegar según las circunstancias. Para que nadie se lleve disgustos. Aunque me temo que ya es tarde.