Estamos tan acostumbrados a que nuestro cuerpo funcione bien, que nos sorprende cuando alguna de las "piezas" del organismo deja de funcionar correctamente. El caso es que, de jóvenes, raramente nos preocupa la enfermedad, ¡la vemos tan lejana! La mayoría de la gente joven que vemos en el hospital es por traumatismo u otro tipo de accidentes. La palabra accidente ya define que es una situación sobrevenida, por lo tanto, inesperada. Pero a medida que nos vamos haciendo mayores, las disfunciones de los órganos se van haciendo más presentes, muchas veces por factores genéticos de susceptibilidad, y quien más quien menos, a la mediana edad, presenta ciertos síntomas de disfunción cardiaca, o de vejiga, de páncreas, de riñón, de hígado, del sistema inmunitario o del sistema nervioso. En muchos casos, es el cáncer el que nos afecta, y entre los más frecuentes, encontramos el cáncer de mama, el de colon y el de vejiga.

El siglo XX supuso una gran revolución en el ámbito médico. Los instrumentos de detección de las enfermedades se hicieron cada vez más precisos; los especialistas de cada sistema u órgano cada vez disponían de más conocimiento; los avances quirúrgicos y de anestesia permitieron operaciones antes impensables, y se generó un gran abanico de recursos farmacológicos, empezando por los antibióticos y analgésicos y acabando por fármacos de acción más precisa y dirigida, como agentes beta-bloqueantes o antidiabéticos. Los botiquines están llenos de varios medicamentos, y nuestra salud ha mejorado perceptiblemente. Por todos estos avances en el ámbito de la sanidad, más el acceso al agua potable, la esperanza de vida de la población se ha doblado en el último siglo.

Ahora que tenemos muchas herramientas para tratar enfermedades, a veces nos olvidamos de que la prevención es crucial para el éxito de todos estos avances. La detección precoz de todas las enfermedades y la actuación en los estadios iniciales impiden que la enfermedad progrese o hacen que esta progresión se ralentice. El siglo XXI será el siglo de la prevención y las terapias de precisión. En el caso de las enfermedades genéticas, el diagnóstico clínico requiere del diagnóstico genético. Como en otros artículos os he comentado, hay que poner "nombre" a la enfermedad, es decir, identificar cuál es el gen y la mutación causativa. Pero otras enfermedades, a pesar de intervenir factores genéticos de riesgo, también presentan factores ambientales que intervienen en su aparición. En el caso del cáncer, lo más importante es su detección precoz, ya que los tratamientos son menos invasivos y más efectivos, evitando la recidiva, disminuyendo la probabilidad de metástasis e incrementando la supervivencia. La pregunta es: ¿cómo se detecta de forma precoz el cáncer? Normalmente, se usan distintas técnicas de imagen, como radiología (las mamografías, por ejemplo), ecografías, resonancias magnéticas o endoscopias/colonoscopias, dependiendo del órgano. En ciertos casos, también se utilizan los análisis de sangre para la detección de desequilibrios en la composición de glóbulos rojos y blancos (en leucemias) o de biomarcadores que indican disfunción de un órgano, como el llamado antígeno prostático o PSA, que incrementa sus valores cuando existe cáncer de próstata, aunque sus valores también pueden elevarse por otras razones.

Lo que nuestro cuerpo excreta, como la orina, puede servir para detectar con precisión, no solo el cáncer, sino su grado de malignidad

En poco tiempo han surgido otros métodos no invasivos de predicción del cáncer o, incluso, de predicción de su grado de severidad, por ejemplo, con análisis de orina. Todos los fluidos biológicos, como la orina, contienen proteínas y pequeñas moléculas, pero también contienen DNA o RNA de las células que se han desprendido y arrastrado de los conductos, o bien pequeños fragmentos de DNA y RNA que se ha filtrado en el riñón. La biopsia líquida de sangre ya está bastante establecida, pero requiere una extracción de sangre. La biopsia líquida de la orina es muy fácil de obtener, incluso en casa, sin necesidad de ir al hospital y se puede enviar a analizar a los centros correspondientes. Una de las pruebas diagnósticas que se han demostrado factibles en estas últimas semanas es la detección del virus del papiloma humano, que causa cáncer de la boca y la garganta (cáncer orofaríngeo) en la orina. Un test que se puede usar fácilmente para detectar este virus, y otros, que causan cáncer. En este caso, la detección es por PCR (una técnica que todos conocemos desde la pandemia por Sars-Cov-2), y la novedad es que aunque el cáncer esté en un tejido u órgano muy alejado del riñón, puede detectarse su presencia en la orina.

En otros casos, lo que se detecta en la orina es la expresión de genes que indican cáncer a partir del RNA de las células que tienen relación con los conductos que transportan la orina, por ejemplo, para detectar el cáncer de próstata de modo mucho más fiable que con la detección del PSA que antes hemos comentado. Una de las preocupaciones de los urólogos es que se realizan muchas biopsias que no son necesarias, porque muchos de los tumores de próstata son benignos o "durmientes", es decir, muy poco activos y que no siempre están asociados a malignidad. Un equipo de la Universidad de Michigan acaba de desarrollar, a partir de datos de orina de pacientes recogida entre 2008 y 2020, una nueva prueba diagnóstica que analiza la expresión de 18 genes, los cuales predicen con mucha sensibilidad, en torno al 99%, la presencia de cáncer con características de malignidad. Los estudios que han llevado a cabo en una cohorte diferente de pacientes para la validación del test muestran que se pueden ahorrar entre el 35% y el 51% de biopsias innecesarias, de forma que los esfuerzos y la atención médica pueden dedicarse a los casos que realmente lo necesiten, mejorando la práctica clínica y disminuyendo mucho las molestias y la angustia de los pacientes.

Por otra parte, es muy probable que hayáis oído hablar de un test de orina para la detección no invasiva y sin irradiación del cáncer de mama, The Blue Box (que ya os comenté). Este proyecto se inició con el trabajo de final de grado de la ingeniera biomédica Judith Giró, estudiante de la UB, y después de varios estudios, está en desarrollo y será comercializado próximamente para que llegue a hospitales y a mujeres que no tienen acceso fácil a otras pruebas diagnósticas. Ya se han hecho pruebas en varias cohortes de pacientes femeninas entre los 18 y los 49 años de hospitales a Catalunya y España. Pensad que las mamografías están recomendadas a partir de los 50 años, o si existen precedentes familiares, pero no se aconsejan en mujeres más jóvenes para evitar posibles daños por la irradiación, que —aunque suave—, si se repite bianualmente durante muchos años, puede comportar ciertos riesgos. The Blue Box se basa en el desarrollo de un sistema de detección de componentes orgánicos volátiles, como los que detecta una nariz, por eso se describe como una nariz electrónica. Tiene unos sensores que, después de calentar la orina para provocar la evaporación de sus componentes volátiles, los puede detectar y, mediante algoritmos de inteligencia artificial, comparar su presencia y proporción relativa para determinar si existe un cáncer de mama o no, de forma muy precoz. Esto se debe a que el metabolismo de las células cancerosas y los procesos de respuesta inflamatoria asociados son diferentes que en un tejido sano. Lo interesante del proyecto es su sencillez, la portabilidad del sistema de detección (no requiere instrumentos de espectrometría de gases) y, sobre todo, el hecho de que detecta la composición y proporción del cáncer; podríamos decir que lo "huele", como algunos perros son capaces de hacer. Y todo ello con tan solo una breve cantidad de orina.

Así que ya veis que lo que nuestro cuerpo excreta, como la orina, con compuestos que nuestro cuerpo rechaza, también puede servir para detectar con precisión, no solo el cáncer, sino su grado de malignidad. ¡Tan sencillo y tan importante!