Como todos los nacionalismos de Estado con dificultades de adaptación a un mundo que cambia de manera hiperaccelerada, el nacionalismo español, aunque recurre a menudo al champú cosmopolita para sacudirse la caspa esencialista incrustada detrás de las orejas, ha manifestado y manifiesta una alergia inquietante a la pluralidad intrínseca de la "nación". La "nación" que se apresura a reinventar una y otra vez. No sólo se trata de la pluralidad identitaria, cultural o lingüística, sino también de un rechazo cerval a la diversidad política e ideológica.

Se ha visto en la negativa a asumir el reto planteado por el soberanismo catalán con un referéndum pactado como el escocés. Algo muy profundo impide a Madrid aceptar la consulta de verdad pese a que afirma que la tiene ganada. Esta pulsión finalmente demofóbica emerge también cada vez que se plantea la hipótesis que en unas elecciones generales abiertas, como las del 20D, haya que pactar para formar gobierno. La ecuación es clara: a más miedo a la democracia, más miedo a las urnas, más miedo a los pactos.

A diferencia del caso catalán, nunca ha habido un tripartito (PSC-ERC-ICV) ni tan sólo uno bipartito (CDC y UDC) en el Gobierno español, pero es suficiente con el hecho de que se prefigure un Congreso sin ningún partido con mayoría absoluta como para que el grado de excitación mediática y ambiental de la campaña roce el clímax.

Según las encuestas, la primera fuerza deberá pactar con la segunda o la tercera para gobernar; y podría ser, incluso (como pasó con Maragall y Montilla), que el líder de la segunda sea presidente. Es el plan declarado de Pedro Sánchez si obtiene un voto más que Mariano Rajoy, quien, a la vez, también podría perder la silla –posiblemente a beneficio de la vice Soraya– si Albert Rivera supera a Sánchez.

El nacionalismo español recurre al champú cosmopolita para sacudirse la caspa esencialista pero es alérgico a la pluralidad de la "nación"
La UCD con Suárez, el PSOE con González y Zapatero, y el PP con Aznar sin mayoría absoluta han gobernado con apoyos externos, básicamente del nacionalismo "constitucional" catalán (CiU) y vasco (PNV). También ERC cumplió este papel con ZP. Y cuando eso sucedía, la estrategia de la primera fuerza de la oposición española siempre era la misma: culpar al "socio" nacionalista de los males de la patria y cuestionar el patriotismo del líder o partido gobernante. ¿Cuál será ahora la estrategia cuando no se dependa de los "nacionalistas", sino de los "nacionales"?

Ana Pastor y Albert Rivera en el

La actitud opositora ante los pactos con CiU, PNV o ERC ha consolidado en el imaginario nacional español la imagen del chantajismo y la insolidaridad catalana (más que la vasca, a pesar del concierto y los muertos de ETA). Que aquellas fuerzas nacionalistas que decidían las mayorías en Madrid a cambio de más autonomismo planteen ahora una "independencia pactada" (Democràcia i Llibertat, la pos-Convergència masista) o avisen de que van allí por última vez (la ERC de Oriol Junqueras) es la prueba definitiva. Lo cual legitima, de rebote, la exclusión de los nuevos "indepes" de pactos de Estado como el antiyihadista o del circuito mediático de la campaña. Es lo que sucedió al debate electoral de Atresmedia, en el que se visualizó la España multipartita que viene. Plural, pero sin (candidatos) "indepes", o sea, la España (finalmente) española.

El debate de Atresmedia visualizó la España multipartita que viene. Plural, pero sin "indepes", o sea, la España (finalmente) española
Un castizo podría decir aquello de "muerto el perro (nacionalista/independentista) se acabó la rabia". Pero no. Nada indica que tenga que remitir la "rabia", la incapacidad para asumir la diferencia política e ideológica con todas las consecuencias, en una España "española", con los independentistas catalanes enviados al limbo, ni dentro, ni fuera. La "rabia" del refrán es el auténtico problema español.

Extinguida CiU, con CDC decidida a hacer la independencia, como ERC, y con la Unió de Duran al borde de la desaparición parlamentaria, a partir de ahora serán los partidos españoles los que deberán apañarse para pactar y para tratarse las alergias. Pronto tendrán a un nuevo Pujol, un nuevo Roca, o un nuevo Carod, eso sí, "español", sea de Barcelona o de Vallecas. Hola Albert Rivera, hola Pablo Iglesias.