Una de las muchas pruebas de la progresiva españolización de la política catalana, impulsada por la asociación ilícita entre el PSC y el procesismo, es la casi desaparición mediática de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, ahora sustituidos por sus lugartenientes madrileños Míriam Nogueras y Gabriel Rufián. Al portavoz de Esquerra lo veíamos a inicios de semana trabajando en algo tan útil para la tribu como hacer brotar las glándulas lacrimales de Salomé Pradas, una señora absurda del PP valenciano que pasará a la historia por ser tan inútil como Carlos Mazón. A su vez, Míriam Nogueras intenta contrarrestar las habilidades circenses del independentista favorito de los progres españoles concediendo numerosas entrevistas en las que repite como un loro (imponiendo un rostro de enfado de esos que no se curan ni con crema facial) que lo de Pedro Sánchez ya se ha acabado y que, ahora sí, nada se aprobará "a cambio de nada".
La cosa tiene cierta gracia porque, en un momento de debilidad inaudita del PSOE, el independentismo podría aprovechar para apretar a su capataz y lograr todo lo que les (y nos) había prometido. Pero, contrariamente, en la enésima tomadura de pelo de los líderes soberanistas, Sánchez sigue ejerciendo el arte de vender motos a base de promulgar descuentos espectaculares para los trenes que no funcionan y regalando a los trabajadores españoles la posibilidad de faltar diez días al trabajo si les es imposible soportar el duelo por la muerte de la abuela. Reconozco nuevamente al procesismo su inaudita capacidad para sorprenderme, pues, lejos de hacer lo que sería razonable en estos instantes, diría que tanto Esquerra como Junts han decidido continuar su suicidio homeopático para acabar muriendo en el mismo barco que el mandatario español. Confirmamos, pues, que los estrategas partitocráticos eran de los últimos de la clase.
El problema del PSOE —un partido de un hiperliderazgo auténticamente putiniano— es que ha ligado toda su credibilidad a la figura del monarca. En esta situación, como pasaba en la serie Succession, los socialistas no podrían sobrevivir ni sacrificando a Sánchez y cambiándolo a media legislatura por un rostro sin mácula de corrupción. Por todo ello, tiene pinta de que el PSOE está a punto de afrontar dos años que se parecerán peligrosamente a la agonía de Felipe González en cuanto a la crispación política, y al ocaso de Zapatero en cuanto a la credibilidad. El independentismo, consecuentemente, pagará muy cara su apuesta apresurada y cobarde de haber ligado la amnistía a la investidura del líder socialista, porque cualquier cambio de rumbo no solo podría poner en peligro (¡todavía más!) la aplicación de la ley, sino que el electorado centrista catalán no se tragaría un pacto de Junts con el PP como pasó con el sapo del Majestic.
El independentismo pagará muy cara su apuesta apresurada y cobarde de haber ligado la amnistía a la investidura del líder socialista
Evidentemente, Sánchez no se sacrificará ni de coña por su gente y —de continuar el goteo de casos de corrupción— morirá matando con todas las consecuencias, aunque sea al precio de regalar el gobierno de España a Vox. Si las cosas van como es previsible, aún sorprende más la parsimonia de los independentistas, consistente en ir tocando cuartetos de Schubert mientras se hunde el Titanic. Por otra parte, el atolladero del pactismo catalanista en Madrit es comprensible, ya que, vuelvo a insistir, cuando ligas la libertad de un movimiento a uno de los bandos de la política española (el policía bueno, para entendernos) tienes muchos números para acabar esposado. Igualmente, todo esto tiene un ámbito positivo, pues también se ha demostrado que la táctica de bajar la tensión de pacificar Catalunya era una falacia que solo quería ganar tiempo para que el PSC fuera españolizando el país con una falta de oposición alarmante.
Al fin y al cabo, el resultado de la jugada del procesismo tras el referéndum se resume en el hecho de contar con un Parlament sin mayoría indepe y un Congreso que puede virar hacia posturas aún más centralistas. Así pues, a todos los que quieran seguir con la tarea del Saving Private Sánchez les animo a hacerlo, ya que así nos desharemos de él lo antes posible, que ya es hora.
