Cuando tenía mis abortos de repetición, veía la vida como en una fotografía en blanco y negro, y solía ponerme All'alba vincerò para levantarme. Sea dicho de paso, los abortos no dependían de mí, solo de la progesterona, de la heparina, del reposo y, sobre todo, de la vida. Lo de ganar es luchar contra una enfermedad. Es más una imagen que una realidad. Cuando no puedes controlar las cosas, el estrés es máximo. Aunque, la verdad, uno no controla nunca nada del todo. Cuando bauticé a mi hija Vita (sí, como el nombre del amante de Virginia Woolf) y con la casi obligación por parte de la familia italiana de llamarla Maria, quería que sonara esta canción. Llamé a mi amigo Alberto García Demestres y me trajo a la mejor soprano para cantarla a cappella. Hay gente que es capaz de poner flash a tu vida con una canción.
El pasado verano me escribió la periodista Núria Ribó para decirme que acababan de hacerle a Demestres dos trasplantes. A lo largo de los quince años que lo conozco, me he acostumbrado a sus estancias en el hospital y a su delicadísima salud, pero ese día fui volando al Clínic. Siempre me he acostumbrado a saborear su compañía como si no fuera eterna.
—Vita, mamá tiene que ir a ver a su compositor de música que te explicó que sin cascos también puedes escuchar la música en tu cabeza.
Y el flashback estaba servido. Una Meritxell Falgueras de veinte y pico estaba haciendo su sección de vinos y estilo de vida en COM Ràdio y abríamos micrófono para que llamaran los oyentes. Y llamó uno, y era otro que preguntaba que cuánto dura un vino blanco.
—Si es joven, poco. ¿De qué año es? —le contesté.
—Tiene más de treinta años —me dijo esa voz de tenor.
—Pues como no sea un Sauternes…
Al final, el vino es la única obra de arte que te puedes beber
Este vino francés, gracias a la botrytis cinérea, tiene una concentración brutal de azúcares y una acidez descomunal. Es decir, es como el roquefort, pero en versión enológica, y está podridamente exquisito. Me dijo que sí, que era un Sauternes. Yo ya estaba imaginando cómo maridarlo con un foie sobre un carquiñol de Sant Quintí de Mediona, un poquito de sal de Maldon y pimienta recién molida.
—Pero, ¿qué Sauternes? —le contesté en tono burlón—, porque hay muchos…
—Un Château d’Yquem.
Me quedé boquiabierta. Era la única bodega que tenía el título de Premier Cru Supérieur. Impresionada con esta llamada radiofónica, le dije que si alguna vez lo abría, que me lo dijera, que le traería el maridaje. Al llegar a casa, mi madre me preguntó:
—¿No lo has reconocido? Aparte de muchas apariciones en la tele, creador de bandas sonoras, obras de teatro, poesía, entre otros, estuvo liderando el programa Tutto Demestres durante ocho años y los Premis Tutto.
Y así fue. Al cabo de pocos meses, esa voz volvía a llamarme. Esta vez al móvil.
—Cumplo cincuenta años y quiero abrir este vino, ¿vendrás?
Me encontré en ese grupo, donde, como siempre, era la más joven. Todos eran escritores, actores, artistas e intelectuales que me adoptaron en esa Barcelona de antes de 2010 que era tan divertida. O quizás era divertida porque yo era más joven, soltera y sedienta de aventuras urbanas. Mercedes Abad, Pere Ponce, Escribà formaban parte de ese grupo, entre otros. Gracias a "Tutto" he aprendido a saborear parte de la cultura musical, sobre la que era tan analfabeta, como los conciertos con los que nos deleitaba en su jardín. Yo también he intentado enseñarle a apreciar los vinos ofreciéndole a mis favoritos. Una vez me mandó un audio con Aitana Sánchez Gijón y Maribel Verdú diciéndome que les había encantado mi selección. No sé si mi conocimiento vinícola ha penetrado en su cerebro tanto como en el mío sus estudios de piano o de lírica por todo el mundo… Tenemos muy claro que lo importante no es lo que hacemos, sino lo que somos. Por eso, no dudé en hacer lo que fuera para estar la semana pasada para celebrar su 65.º cumpleaños, con el show de Tortell Poltrona incluido. El amor, con el amor se paga, y que esté vivo es mágico.
—¿Cómo ha acabado este pedazo de vino en tus manos? —le pregunté en esa primera cena.
—Me lo regaló Luciano Pavarotti.
Oro líquido en estado puro. Y es que cada botella tiene un mensaje dentro escrito —aunque no esté en un pergamino— que le da color y ritmo. Al final, el vino es la única obra de arte que te puedes beber.