Las ermitas son un referente en Catalunya. Abandonadas o en pleno rendimiento, con restaurante adyacente y naturaleza transitable, el verano propicia visitar santuarios, ermitas y lugares alejados. También existen ermitas en centros urbanos, pero el pueblo —porque la mayoría han sido construidas por la gente— suele mantener a distancia aquello que le da fuerzas. El periodista y doctor en Comunicación Àngel Rodríguez, experto en santuarios y más concretamente en santuarios dedicados a la Virgen, es autor de Maria. Trenta-un santuaris, un libro concebido en el mes de María (mayo) en que propone un recorrido por estos lugares catalanes, desde el santuario de la virgen de la Mercè en Barcelona (céntrico y urbano) hasta el santuario de Maria Font de la Salut (Breña), todos ellos lugares de veneración popular. En las ermitas no hay culto permanente, porque están en lugares despoblados y porque no tenemos tanta vocación. En su origen eran lugares donde habitaba un ermitaño que vivía solo. No en vano la etimología de ermita viene de desierto en griego, ἔρημος.

Hoy vamos a buscar desiertos. Desde el Santuari dels Àngels, en Santa Martí Vell, donde se casaron en secreto Gala y Dalí el 8 de agosto de 1958, hasta el santuario de Bellmunt en Sant Pere de Torelló, en Osona, pasando por el Santuari del Miracle en Riner, en el Solsonès, donde hoy hay una comunidad benedictina y uno de los mejores retablos barrocos que se conservan a nuestra tierra. Algunos de estos santuarios tienen clara la vocación de acogimiento y hospedería, como también otros servicios, desde la escolta de las personas que se acercan en venta de recuerdos, de ratafía en carquiñoles, dedales, postales o velas. El turismo no explícitamente religioso, el turismo despistado o simplemente amante del descubrimiento, la naturaleza, las artes, la gastronomía, y, por qué no, la espiritualidad, es cada vez más frecuente. No nos referimos a autocares organizados que hacen peregrinaciones, que hay muchos más de los que nos pensamos, sino de coches particulares, motos o bicicletas que acaban descubriendo ermitas y santuarios desconocidos que pueblan Catalunya.

Los santuarios eran tradicionalmente focos de devociones populares y encuentros, y cerca del 15 de agosto muchos de ellos se activan para la gran fiesta mariana del año. Necesitamos refugios y la ciudad proporciona pocos y con limitaciones. Llegar a una ermita cuesta, y no te trasladas directamente por una autovía. Te tienes que esforzar, perderte, descansar. Si las bicicletas son para el verano, los santuarios y las ermitas todavía más. Y con la real necesidad de paz interior, también para el otoño, el invierno y la primavera.