Gabriel Rufián acompañó al colomense Sam Núñez en su puesta de largo como candidato a la alcaldía de Santako, feudo de la socialista Núria Parlon. La sala se quedó pequeña, llena hasta la bandera, y no es que Santako sea una plaza fácil para el independentismo. De hecho, por ejemplo, ERC no ha tenido nunca ni un concejal en el Ayuntamiento; en 40 años, ni uno. Aunque la última vez se escapó por un puñado de votos.

Rufián es hijo de El Fondo de Santa Coloma de Gramenet, donde moría el metro. Hoy Rufián vive en Sabadell, allí se casó y nació su hijo, Biel, un niño de llamativa cabellera rubia. En castellano se utiliza aquella expresión: "Uno no es de donde nace, sino de donde pace". Y Gabriel hoy es saballut, en jerga castellera, aunque mantiene un vínculo emocional con Santako, motivo que lo ha llevado a querer estar al lado de la candidatura que lidera Sam y que cuenta con veteranos militantes como Salvador Clavera (aunque todavía pasa por bien joven), un ejemplo de los que vienen remando desde lejos, desde la adolescencia prácticamente, cuando en Santako estaban los Pisando Fuerte, el Azagra, el bar 1981 y el PGB. Pero Gabriel también se ha comprometido por responsabilidad: es en ciudades como Santa Coloma donde nos estamos jugando el país y el horizonte de la república.

En Santa Coloma de Gramenet el independentismo nunca ha obtenido representación. El PSC tiene hoy 14 concejales y había llegado a tener 17, después de que Manuela de Madre pusiera fin al largo mandato del cura rojo, Lluís Hernández. Desde De Madre, a pesar del escándalo que protagonizó el exalcalde Bartomeu Muñoz, el PSC ha retenido la alcaldía con holgadas mayorías, con una Núria Parlon que le ha devuelto un cierto aire progresista al Ayuntamiento de Santako; tan progre como se pueda ser en un PSC que lidera un Iceta que era más de Susana Díaz que de Pedro Sánchez y que se manifestaba sonriente al lado de la derecha extrema del PP, de Ciudadanos, de Vox, de grupos fascistas y grupúsculos siniestros de todo tipo. Cría cuervos y te sacarán los ojos.

Santa Coloma es la única ciudad del Barcelonès, y prácticamente de Catalunya, donde el independentismo no tiene representación. ¡Y hablemos de una ciudad de casi 120.000 habitantes! Se dice pronto, tantos habitantes como las comarcas del Solsonès, el Ripollès, el Berguedà, el Alt Urgell y la Cerdanya juntas. Este es precisamente el principal déficit del independentismo, la falta de homogeneidad en el territorio. Y esta tendría que ser la primera prioridad. Ahí está el reto más complejo y al mismo tiempo el más estimulante. En las últimas elecciones catalanas, ERC consiguió un resultado muy meritorio, histórico: tercera fuerza, con más del 13% de los votos. Resultados como este en la región metropolitana explican cómo se paró el tsunami españolista el 21-D y por qué motivo el independentismo retuvo la mayoría absoluta en el Parlament y revalidó el porcentaje del 2015, el 47,5% de los votos.

Las próximas elecciones son determinantes, como cada convocatoria electoral en las actuales circunstancias. Pero la llave de la hegemonía política y social depende hoy absolutamente de la capacidad de penetrar en ciudades como esta. Y lo cierto es que de las tres (o cuatro) ramas del independentismo posiblemente solo una tenga discurso, capacidad y posibilidades de penetración real, de conseguir homogeneizar el territorio, sin lagunas territoriales en las áreas más densamente pobladas. Empequeñecer progresivamente el mito reaccionario de Tabàrnia, para dibujar un solo pueblo, de norte a sur y de este a oeste, es imprescindible para ganar el país entero y para aspirar a todo.